Al menos en Estados Unidos, y al menos en el corto plazo, algo curioso está pasando. La inflación, si bien a partir de niveles muy altos, está bajando, al tiempo que desciende también la tasa de desempleo. Se supone que la forma en que la política monetaria de la Fed funcionaría es que, al subir las tasas de interés, provocaría una elevación en la tasa de desempleo que acabaría por inducir una desinflación. O la teoría económica está equivocada, o la tasa de desempleo congruente con una inflación baja es distinta a la que todos pensaban. Podría ocurrir también que este comportamiento responda a inercias que, de un momento a otro, cesarán, restableciendo entonces las relaciones normales entre las variables económicas. Veamos:
Una de las convicciones más arraigadas en la economía es la relación inversa entre la tasa de desempleo y la inflación. Entre menor sea la tasa de desempleo mayor es la demanda de los consumidores, así como la presión de costos laborales, lo que podría producir un incremento en el nivel de los precios. Por el contrario, si el desempleo aumenta querría decir que hay menos demanda en la economía, acompañada de menores presiones salariales. Esta relación es la famosa Curva de Phillips.
Pero en el último semestre en Estados Unidos ha ocurrido algo que, al menos en la superficie, parece contradecir a la Curva de Phillips, pues la inflación ha descendido de un máximo de 9.1 por ciento en junio de 2022, hasta un 6.5 por ciento en diciembre del año pasado (la cifra de enero se publicará mañana martes).
Los analistas gustan usar la tasa de inflación subyacente, la cual elimina componentes muy volátiles, como los alimentos y la energía, para tener un pulso más preciso del comportamiento de los precios, pero esta medida también ha descendido, de 6.6 por ciento en septiembre del año pasado, a 5.7 por ciento en diciembre.
La inflación está descendiendo, como lo ha buscado la Reserva Federal, pero no porque el desempleo haya aumentado, como lo dicen los libros, porque en enero de 2023, la tasa de desempleo en Estados Unidos se recortó a un asombroso 3.4 por ciento, su nivel más bajo en cincuenta y cuatro años (desde 1969).
¿Por qué, contrario a lo que dicen los libros, y al menos en el corto plazo, la inflación está descendiendo al tiempo que disminuye el desempleo a mínimos de más de medio siglo?
Una explicación posible es que la inflación haya respondido a una perturbación en la oferta de bienes y servicios causada por la pandemia, y que se haya propagado de los sectores originales al resto de la economía, pero que, una vez que dichas perturbaciones (el confinamiento, la guerra de Ucrania, la disrupción de la logística industrial mundial) hayan desaparecido, la inflación esté regresando a su nivel pre-pandemia.
El problema con este argumento es que ya lo conocemos, y no nos fue muy bien con él. Se trata del argumento de la inflación temporal. Con un giro. La temporalidad es muy larga, pero el argumento no cambia: el desempleo tiene su propia dinámica descendente, la inflación se dio un brinco sorpresivo, pero ya viene bajando.
Otra explicación posible es que la gran tendencia del desarrollo tecnológico detonado en los 1990 con el advenimiento de la informática, se haya reforzado con las enormes necesidades impuestas por la pandemia, provocando un crecimiento muy considerable en la productividad de modo tal que la tasa de desempleo compatible con una inflación baja es ahora mucho menor que antes de la pandemia, lo que sería el mayor golpe de suerte para la Fed en su larga historia.
Tal argumento es posible, aunque difícil de medir en este momento, y por lo tanto es una hipótesis sobre la cual es difícil descansar para conducir la política monetaria. Si la hipótesis se confirma, entonces la Fed llegaría a su objetivo de inflación más rápido y con menor costo de lo anticipado (¿será esto lo que los bullentes mercados en Wall Street están visualizando?), y veríamos un mundo nuevo en donde una inflación de 2-3 por ciento es compatible con una tasa de desempleo de 3 por ciento.
Pero si la hipótesis no se confirma y esa relación curiosa entre desinflación y menor desempleo resulta ser una anomalía pasajera, entonces la Fed tendrá que apretar más fuerte y por más tiempo.
Una tercera posibilidad que podría explicar esa correlación peculiar sería que la economía tiene aún tanta fuerza, derivada de la enorme inyección de liquidez monetaria y estímulos fiscales que la mayoría de las economías realizaron durante la pandemia, que el alza de tasas, el retiro de liquidez y la reducción en el gasto fiscal que bancos centrales y gobiernos están llevando a cabo estos días, está siendo realizada con una cadencia tal, que al tiempo que es lo suficientemente amplia para disminuir la inflación, es lo suficientemente moderada para no interrumpir la marcha descendente del desempleo.
Para alcanzar esa ruta dorada de retiro del estímulo económico con, al mismo tiempo, bajas en desempleo e inflación, se necesita además de mucho talento, mucha suerte, y si bien el talento es una variable que está en nuestras manos, la suerte, por definición, no lo está, y daría vértigo pensar que el destino de la economía global dependa de que la Fed tenga suerte en su estrategia.
Quizá, como siempre ocurre, la verdad está en alguna mezcla de los distintos escenarios bosquejados aquí. Hasta ahora, con algunos altibajos y excepciones, la inflación en el mundo está disminuyendo, mientras que las economías han evitado hasta el momento la tan temida recesión. Será suerte. Será talento. Pero qué bueno que, al menos hasta el momento, así esté pasando.
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