¿Cómo es posible que la economía de Norteamérica, desde Alaska hasta el Soconusco, esté, contra todo pronóstico y hasta el momento, resistiendo el alza de tasas de interés más agresiva de los últimos cuarenta años sin resbalar hacia una recesión? El abrupto rebrote de inflación de finales del 2020 a la fecha parece estar cediendo y encaminarse a niveles aceptables, pero esto ocurre en medio de un mercado laboral muy apretado y con los indicadores de producción elevados. ¿Tendrá el famoso nearshoring que ver con esta combinación milagrosa de desinflación, pleno empleo, y crecimiento económico? Quizá.
Se la ha llamado nearshoring al proceso de reversa de la globalización manufacturera, especialmente saliendo de China hacia regiones que sean geopolíticamente seguras para las economías avanzadas.
Desde antes de la pandemia, el mundo se había convertido en un lugar peligroso para la manufactura global. La ira de Donald Trump contra China se agravó durante la pandemia, cuando el ser origen del coronavirus, junto con la retención que inicialmente hicieron de insumos como cubrebocas y respiradores, mostró al resto del mundo el riesgo crítico que representaba la dependencia masiva de la industria de ese país.
Conforme China se convirtió en la potencia económica que hoy es, era cuestión de tiempo para que empezara a rivalizar con los Estados Unidos en el resto de los órdenes geopolíticos. La pandemia aceleró este proceso y enfrentó a ambos colosos en distintas arenas, entre ellas la económica.
Nadie podrá acusar a los Estados Unidos de tomar decisiones económicas equivocadas en el largo plaz. Y seguro que no está ocurriendo en esta ocasión.
Ante el riesgo geopolítico que representaba su dependencia excesiva de la manufactura china, los Estados Unidos respondieron con la reindustrialización de su área geopolítica de influencia: Norteamérica. Los mexicanos, deslumbrados por la implantación de la fábrica de Tesla y decenas de fábricas, creemos que se trata de nosotros, que el nearshoring nos habla. En realidad, somos subsidiarios: la verdadera relocalización está ocurriendo, de manera masiva, en los mismos Estados Unidos.
La crisis que los obligó a tomar medidas prácticas fue la de los chips, los semiconductores que son insumos en prácticamente todos los artefactos de la vida moderna, desde los refrigeradores, las computadoras, los autos y las armas.
Cuando tras la pandemia, el mundo se quedó sin chips, los Estados Unidos se dieron cuenta cuánto dependía de la producción de Taiwán, la isla que China reclama como parte de su territorio y que en diversos escenarios geopolíticos serían materia de una invasión militar de parte de la potencia asiática. Se percataron que debían tener los chips en, o dentro de casa.
El gobierno de Biden ha emitido dos instrumentos de política industrial agresivos con el fin de incentivar la re industrialización de los Estados Unidos: la Inflation Reduction Act (que en realidad es un paquete de subsidios para la manufactura y las energías limpias), y la Chips and Science Act que expresamente otorga beneficios fiscales y subsidios a la inversión en esos sectores en suelo estadounidense.
El resultado de lo anterior es una reversión, considerable en monto, de la tendencia de la industria estadounidense de abandonar su país para ubicarse en regiones de bajos costos laborales y logísticos, especialmente en China.
Los montos invertidos en la construcción civil para plantas manufactureras en los Estados Unidos han alcanzado en meses recientes niveles no vistos históricamente. En efecto, empezó en el sector de semiconductores, en donde la inversión ha sido masiva, pero se ha extendido a casi todos los rubos manufactureros de la nación vecina.
Los indicadores y la evidencia empírica apuntan a una re-industrialización de América del Norte, con el fin de aprovechar los subsidios en los Estados Unidos, la ventaja geográfica y estructura de costos mexicanos, y los recursos naturales de Canadá.
Dicho fenómeno, ¿es de una escala suficiente para evitar la recesión económica que potencialmente vendría por el apretamiento monetario en toda la región? Difícil saberlo en este momento, pero no es descartable que, junto con el efecto continuado del estímulo fiscal y monetario de la pandemia, la reubicación de la manufactura de China hacia América del Norte sea una de las razones que ayude a explicar la milagrosa resistencia de las economías de la región.
Cierto, los índices corrientes de producción manufacturera muestran debilidad en el sector manufacturero norteamericano, pero por otro lado los datos de incremento en la construcción de fábricas en la región abundan y no parecen ser equívocos.
La contraparte también parece apoyar la hipótesis. La economía china ha decepcionado incluso a los pronósticos pesimistas. Las cifras muestran como el coloso asiático está batallando con la producción y sus exportaciones. Los datos de ambas partes sugieren que quizá la conjetura de que la manufactura global está metiendo reversa a la tendencia que inició en la década de los setenta-ochenta del siglo pasado. Algo sin duda está ocurriendo en la manufactura global. Lástima que en economía necesitamos tanto tiempo para corroborar nuestras hipótesis. Pero los mercados anticipan. Escuchémoslos.
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