El proceso llamado “nearshoring”, en el cual las cadenas globales de producción se desplazan para estar más cerca de los lugares de consumo representa un cambio muy importante respecto de la forma en que la economía global se había acomodado desde el colapso de la Unión Soviética, cuando las empresas globales tuvieron la capacidad de instalar sus fábricas en países que les representaran menores costos y mayor flexibilidad laboral y normativa. China fue la gran beneficiada de ese momento, pero el “nearshoring” pudiera revertir esa tendencia, y países como México, Vietnam o de Europa del este podrían aprovechar esta oportunidad histórica.
El momento que dispara esta relocalización de las cadenas de producción globales fue muy probablemente la pandemia, durante la cual los Estados Unidos y Europa se vieron vulnerables ante la falta de suministro de equipo e insumos médicos fabricados en China que fueron retenidos por el gobierno de ese país para tender primero las necesidades sanitarias internas.
En ese momento los gobiernos de los países avanzados se percataron de la fragilidad estratégica que implica la globalización irrestricta. La búsqueda de la eficiencia y la rentabilidad incentivan la relocalización de la producción en regiones remotas a los centros de consumo, para dar a los accionistas de las empresas mayores márgenes de beneficios. Pero la pandemia mostró que ese criterio implicó una vulnerabilidad geopolítica peligrosa para los Estados de las economías más avanzadas.
¿Hasta qué punto el criterio de rentabilidad financiera puede prevalecer sobre la seguridad nacional? ¿Hasta qué punto la geopolítica es el límite de la globalización de la producción? ¿Puede el criterio de rentabilidad de las empresas individuales prevalecer sobre la vulnerabilidad de un país?
La respuesta a la pregunta anterior parece ser un no.
Aunque la rentabilidad se reduzca, aunque los productos sean más caros, aunque implique una reversión de la globalización como hasta ahora se había desarrollado, los Estados Unidos, Europa y Japón parecen estar incentivando una globalización distinta: más cercana, menos ambiciosa en sus alcances geográficos, más segura en términos del acceso logístico, más amigable en términos de las alianzas geopolíticas.
En ese contexto destaca un grupo de economías particularmente bien posicionadas para aprovechar ese punto de inflexión en la globalización: Vietnam y los países de Indochina; algunas naciones del este europeo; y México y Centroamérica.
El nearshoring ya está entre nosotros. Las noticias provenientes de múltiples puntos del país sugieren que muchas empresas están reaccionando para adaptarse a esta tendencia global. No nada más es un cliché, o la palabra de moda en los mercados y los círculos empresariales. La realidad del nearshoring está ya cincelando la economía mexicana. Dicho lo anterior, es difícil saber el quién, cómo, cuándo, cuánto y dónde del nearshoring en México.
Respecto del “dónde”, lo natural es que la zona más influenciada por el nearshoring sea el norte del país, cuya integración económica con los Estados Unidos haría que esta nueva etapa pareciera una evolución natural. Pero las noticias en esta etapa temprana del proceso indican que otras regiones del país, como el Bajío, la península de Yucatán, el Istmo de Tehuantepec y otras regiones no tradicionalmente ligadas al T-MEC, podrían estar integrándose también al nearshoring.
Respecto del “quién”, lo usual sería que fueran las empresas exportadoras, multinacionales extranjeras o mexicanas, las que se adhirieran a esta tendencia. Pero, de nuevo, las noticias hasta ahora indican que empresas locales, de talla diversa, están también siendo jaladas por este proceso de relocalización global de la producción. Empresas mexicanas proveedores directos o indirectos de esas cadenas globales, están viendo crecer sus pedidos y cartera de pedidos. El nearshoring parece ser el tipo de tendencias que alzan todos los barcos, una marea pareja.
El ”cómo” y el “cuánto” del nearshoring son difíciles de evaluar, al menos en este momento. A pesar de que las noticias sobre empresas y negocios influidos por esta tendencia son crecientemente comunes, es muy difícil saber cuáles son los canales precisos por los que esta nueva integración está operando en la economía nacional. Por ejemplo: ¿las empresas están moviendo sus fábricas de China a México? ¿O las fábricas ya existentes están ampliando sus líneas? ¿Las nuevas fábricas responden al nearshoring, o estaban ya planeadas como parte de los efectos del T-MEC?
Y la interrogante más crítica en este momento y el futuro es el “Cuánto”. El efecto del nearshoring, que ya está presente, extendido y claro ¿Será superficial, moderado, y somero? ¿O será cuantioso, intenso, extendido y profundo, al punto de modificar de forma estructural la economía mexicana en sus múltiples regiones? ¿el flujo de inversión del nearshoring podrá ser absorbido por la economía y mercados mexicanos con la estructura actual, o veremos cambios profundos en nuestra paridad cambiaria, tasas de interés de largo plazo, sector bancario y mercados laborales como resultado de esta tendencia? Por el momento las preguntas son más numerosos que las respuestas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario