El tequila se ha convertido en una de las bebidas más populares y vendidas en todo el mundo. Su popularidad viene creciendo de hace décadas, pues en los últimos años ha pasado de ser una bebida cantinera, a una bebida de élites, atrayendo a celebridades de Hollywood en donde tener su propia marca de tequila se ha convertido en un distintivo. El tequila y México se confunden en la cultura global, son casi sinónimos, por lo que a muchos sorprende el hecho de que ya únicamente una de las grandes productoras de tequila sea mexicana.
En efecto, el tequila ha dejado de ser un producto mexicano. De las diez mayores productoras en el mundo únicamente una, Becle, radica en nuestro país. Las otras nueve son trasnacionales de las bebidas, quienes han adquirido de manera agresiva agaves, haciendas, marcas y bodegas de este mezcal tan especial, para beneficiarse del creciente apetito entre los consumidores del mundo.
Van algunos ejemplos: el famoso tequila “Don Julio”, es propiedad de la inglesa Diaego; el muy popular “Cazadores”, le pertenece a la bahamesa Bacardí; la japonesa Suntory Beverage es dueña del legendario “Tequila Sauza”, mientras que la estadounidense Brown-Forman posee las tan tradicionales “Herradura” y “El Jimador”.
Únicamente Becle, la destiladora de “José Cuervo”, y “1800”, sigue siendo una empresa mexicana, mayoritariamente en manos de la familia Beckman. Becle es la mayor productora de Tequila del mundo, casi triplicando al volumen vendido por la inglesa Diaego. Becle tiene otra característica notable, fundada en 1758 es también la compañía en operación más antigua de todo México. De hecho, su fundación ocurre cuando este territorio aún se llamaba Nueva España. Los Beckman son descendientes directos del mítico fundador, José Cuervo, y es la onceava familia de la dinastía en manejar la empresa. Becle es una de las pocas compañías de países desarrollados en rivalizar con las grandes multinacionales de la bebida, las cuales controlan el mercado global.
La segunda mayor productora de tequila es la mayor compañía de bebidas alcohólicas en el mundo, Diaego, la cual adquirió el tequila Don Julio en 2015, y le compró al actor George Clooney su tequila “Casamigos” en 2017 por mil millones de dólares.
Fundada originalmente en Cuba, pero ahora radicada en Bahamas, Bacardí compra el tequila “Patrón” en 2018, la cual es la segunda marca de esta bebida más vendida en el mundo.
Uno de los tequilas más emblemáticos de México, “Tequila Sauza”, fundada en 1876, y una de las marcas más antiguas de nuestro país, fue adquirida por la japonesa Suntory Beverage, la cual es dueña también de tequila “Hornitos”. La estadounidense Brown-Forman también se hizo con un pedazo de nuestra historia al adquirir en 2007 otra de las más antiguas bodegas, “Herradura”.
El tequila es un mezcal. De agave azul y producida en ese pueblo de Jalisco bajo un método característico. El mezcal a su vez se está convirtiendo en otro sector más de la producción nacional devorado por las multinacionales que adquieren destilerías y marcas para atender el creciente gusto de los consumidores globales por las bebidas mexicanas. Tenemos la idea de que, a diferencia del tequila, el mercado del mezcal es artesanal y atomizado. No es ese el caso, todas las multinacionales de las bebidas tienen enormes inversiones en el mezcal, desplazando a las marcas locales a billetazos.
Tristemente el tequila sigue la lamentable tendencia de la industria cervecera o los bancos mexicanos. Las marcas que los mexicanos hicieron tan exitosas, como Corona o Tecate, fueron compradas por extranjeros ante el desinterés de los empresarios locales por mantenerlas y operarlas, abandonando la idea de tener empresas mexicanas globales que adquieran, en lugar de ser adquiridas; que manejen, en lugar de ser manejadas; haciendo de las marcas locales un nombre más en el portafolio de las extranjeras, en vez de proyecten a México en el mundo.
Las escuelas de negocio y finanzas sostienen que lo que importa es que el tequila se produzca, que de empleo y que se exporte, que no importa el origen del capital. Si Don Julio se produce en Jalisco y se exporta al mundo da igual quién es el dueño. No es el caso.
Que las empresas de tequila, o de nuestras cervezas, sean mexicanas significa que las ganancias se quedan en México, y no en el extranjero, haciendo más rico nuestro país. Pero hay algo más importante. Si aquí se toman las decisiones respecto de cómo cultivar y cómo mercadear el tequila, el capital humano alrededor de esas empresas se genera, se enriquece y se extiende en nuestro país, creando el talento, los recursos y la visión para crear mayores empresas.
Es triste que muchos empresarios mexicanos exitosos renuncien a construir compañías globales que proyecten a nuestro país hacia el mundo. Los dueños de Cervecería Modelo, o los de cervecería Cuauhtémoc, por ejemplo, también los dueños de Banamex y Bancomer, prefirieron la comodidad de venderse a empresas extranjeras antes que seguir construyendo marcas globales que pudieran aportar ganancias, empleos y orgullo a sus connacionales. Qué lástima.
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