Dato tras dato la muestran incansable, irrefrenable. La economía de los Estados Unidos ha mostrado un vigor implacable a pesar de los vientos de frente que ha sufrido en los últimos dos años. A pesar del alza de tasas de interés más abrupta en cuarenta años, las variables de producción, ingreso y empleo no nada más no se han detenido, sino a veces parecen apresurarse. ¿Qué le dieron a la economía estadounidense que, desafiando todo pronóstico, sigue envarada? ¿Qué esteroides ingirió que en lugar de empantanarse, se acelera?
El viernes pasado, el indicador más importante de los mercados financieros, el reporte mensual de empleo, mostró que en marzo la economía generó más de trescientas mil nuevas plazas, un tercio más de lo esperado por los despistados economistas quienes, de manera consuetudinaria, han fallado por lo bajo en los últimos dieciocho meses en su intento por pronosticar el ritmo del mercado laboral estadounidense. Wall Street celebró la sorprendente fortaleza con un rally suntuoso, acercándose a sus máximos históricos.
La última vez que el banco central de Estados Unidos, la Fed, subió sus tasas de interés a un ritmo similar al de 2022-2023, la economía se dio un trancazo proverbial, entrando a la peor recesión desde la gran depresión de 1929. Los poderosos cambios en la economía estadounidense lograron que, cuarenta años después, un apretón monetario comparable no le ha hecho, hasta el momento, ni cosquillas.
¿Por qué los Estados Unidos son, insisto, hasta ahora, inmune al alza en el costo del dinero?
Hay varias explicaciones, y quizá la realidad es una mezcla fortuita de todos los aspectos favorables aquí enlistados. Empezamos.
Primero, la expansión fiscal: en al año 2000, bajo la égida de Bill Clinton, los Estados Unidos incurrieron en algo inusitado: superávit fiscal, el cual alcanzó 2.3 por ciento del PIB. De entonces a la fecha la posición fiscal se ha deteriorado, lo que significa que el gasto del gobierno es un factor expansivo en la economía, alcanzando su cénit en el año de la pandemia, cuando el déficit se disparó a un asombroso 14.7 por ciento del PIB. Tras la pandemia se esperaba un rebalanceo fiscal, que llevara el déficit a niveles más normales, pero luego de reducirse a 5.3 por ciento en 2022, la expansión fiscal se reactivó, llevando la brecha presupuestal a 6.2 por ciento en 2023. Los datos citados muestran cómo una parte importante del dinamismo de la demanda en la economía estadounidense está alimentada por el déficit fiscal, añadiendo fuerza a un escenario de por sí sólido.
Segundo, migración: la insaciable entrada de trabajadores a los Estados Unidos es consecuencia y causa de su fortaleza económica. Los migrantes acuden a ese país atraídos por sus empleos, y la economía logra expandirse de manera sorpresiva a ininterrumpida, por encima de lo que su demografía natural le permite, al echar mano de obra de obra migrante, abundante, barata, y diversamente calificada. ¿De dónde salen si no los casi trescientos mil nuevos empleos mensuales creado por el Gargantúa estadounidense, si no es de migrantes que complementa a la población doméstica?
Tercero, reindustrialización: si los mexicanos pensamos que el famoso “nearshoring” es una ola que hay que aprovechar, no hemos visto nada. La verdadera relocalización productiva está ocurriendo y ocurrirá, en los Estados Unidos. La construcción de fábricas y plantas industriales en suelo estadounidense está alcanzando récords inusitados, en niveles nunca vistos, jalando consigo al empleo. Esa construcción de traducirá en algunos años en producción y exportación, reponiéndole a ese país su preminencia como exportador manufacturero mundial.
Cuarto, inteligencia artificial: lo que si no tiene nada de artificial, y mucho de real, es el boom en inversión, empleo, crecimiento de capacidad de cómputo, demanda de energía e insumos, que está provocando la inminente revolución tecnológica sinterizada en la famosa inteligencia artificial (IA). Para sus panegíricos, el cambio tecnológico asociado a la IA hará palidecer a las oleadas que lo precedieron: la computadora, el internet y las redes sociales en términos de la transformación de la estructura económica. Pero incluso si el escenario de sus pregoneros no se concreta en plenitud, la expansión en la inversión y el consumo provocado ya por esta sacudida tecnológica, es suficiente para ser un motor relevante de la imparable expansión económica de los Estados Unidos.
El original expreso americano, o American Express, se fundó en 1850. No fue una casualidad. México pierde California en 1848 ante los Estados Unidos, y los famosos 49s son los gambusinos que explotan la fiebre del oro tras el descubrimiento del metal en el área de San Francisco. ¿Cómo llevar el oro obtenido en California hacia Nueva York? Por medio de las carretelas conocidas como Express, provistas por esa compañía al año siguiente del inicio de la fiebre del oro.
La economía estadounidense parece encontrarse ante una nueva fiebre dorada, esta vez basada en la tecnología, y empujada por la demanda de los consumidores y del gobierno. Pero nunca nada es tan sencillo. Si el Expreso Americano sigue a toda velocidad, puede descarrilarse si agarra una curva peligrosa más rápido de lo que debería.
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