El miércoles pasado hubo dos eventos independientes que acabaron conectados, y que se conjugaron para producir el peor día para las bolsas en Wall Street en lo que va de este 2024. Por un lado, los datos de inflación del mes de marzo fueron superiores a lo que se esperaba, y por el otro, la subasta de bonos de 10 años del tesoro de los Estados Unidos no recibió la demanda que se proyectaba y el gobierno tuvo que ofrecer una tasa mayor para convencer a los inversionistas de tomarla. Detrás de esos eventos quizá un poco misteriosos para el lector no especializado, pero detrás de ellos se encuentra un factor de riesgo muy importante: la liquidez de los mercados, que hasta ahora no ha fallado, pero que no hay que darla por descontada.
Los economistas y los ingenieros hidráulicos comparten muchos conceptos. El agua y el dinero en la economía se comportan de manera similar en ocasiones. La liquidez es un concepto común en ambas profesiones, por ejemplo. En economía un activo líquido es aquél que se convierte en dinero en efectivo con rapidez. La liquidez es la abundancia de efectivo en el sistema. Liquidar es pagar el dinero en efectivo a cambio del activo. La sequía es un concepto común.
Pues bien, lo que ocurrió la semana pasada es que los bonos del tesoro de Estados Unidos mostraron algunos problemas de liquidez.
Lo anterior, dicho así, no debería de llamarnos la atención. Pero si consideramos que el activo más liquido del universo conocido son los bonos del tesoro estadounidense, es importante preguntarse qué está pasando. ¿Lo que está ocurriendo en las subastas de bonos del tesoro de EEUU recientemente, podría ser un síntoma de algo más profundo?
Como el precio de todo activo, el de los bonos del tesoro resulta de la interacción de la oferta y la demanda. En este caso en particular, la oferta está determinada por el déficit fiscal estadounidense, y la demanda la componen millones de inversionistas que compran dichos bonos, entre los que destacan dos por el volumen de sus compras: el mismísimo banco central de Estados Unidos, conocido como la Fed, y China.
Por el lado de la oferta, el monto de bonos en el mercado está creciendo, pues el déficit fiscal estadounidense permanece en niveles históricamente elevados, a pesar de haber disminuido luego de sus niveles récord alcanzados en la pandemia. Por el lado de la demanda esta ha disminuido, pues el mayor comprador, la Fed, se encuentra en un proceso de reducción de su balance, disminuyendo el monto de bonos que compra para reducir la liquidez en la economía y enfriarla con el objetivo de disminuir la inflación. Y luego está China.
China es el mayor comprador extranjero de bonos del gobierno estadounidense, precisamente debido a la liquidez y aceptación de estos. Pero desde el 2016, cuando sus tenencias alcanzaron un máximo, sus inventarios de estos bonos han decrecido, especialmente después de la pandemia, cuando los dos países elevaron la acrimonia de sus desavenencias mutuas. Actualmente, el banco central de China detenta poco más de la mitad de los bonos que tenía en 2016.
Si la oferta está creciendo debido al mayor déficit público, y la política contra la inflación de la Fed; y el balance geopolítico, está reduciendo la demanda, el resultado es inevitable: a los precios actuales será cada vez más difícil vender los bonos estadounidenses; o estos deberán subir sus tasas para hacerlos más atractivos para los compradores. En cualquiera de los escenarios el resultado es el mismo, una reducción en la liquidez en el mercado de bonos del tesoro estadounidense, lo cual es justamente lo que hemos presenciado en las últimas semanas, si bien con una intensidad moderada.
¿Por qué debería de importarnos la liquidez de los bonos del tesoro estadounidense? Porque si esta se reduce, así sea tenuemente, hacia abajo en la escalera los problemas de liquidez se potencian. Si hay fricciones para que los Estados Unidos emita bonos para financiar su deuda, entonces todos tendrán problemas para financiar sus obligaciones: las grandes compañías estadounidenses, las grandes compañías europeas, las medianas y pequeñas, los países europeos. También ellos batallarán para vender sus bonos.
Y hacia abajo en la escala: los gobiernos de países latinoamericanos, los de países asiáticos y africanos, las empresas medianas en Centroamérica, los pequeños talleres en el norte de México que quieren aprovechar el nearshoring. Para todos ellos y más, será más difícil conseguir financiamiento.
Se ha vuelto muy popular la imagen de que el aleteo de una mariposa en la India puede acabar produciendo ciclones en Brasil. Si hay problemas de liquidez en el mercado de bonos del tesoro estadounidense, la imagen adecuada no es el leve aleteo de una ligera mariposa. Piensen en tsunamis o terremotos. Aunque sean moderados.
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