Por alguna razón, los analistas financieros siguen clasificando a China dentro de las economías emergentes, cuando por su relevancia y peso dentro de la economía global, pondera más que muchas de las tradicionales economías avanzadas. No es únicamente su peso: la sofisticación de sus empresas de avanzada coloca a China en la delantera en muchos sectores críticos. Por eso es importante tratar de entender la complejísima situación en que esa economía se encuentra en ese momento, para quien la solución se antoja difícil, si nos atenemos a los antecedentes históricos.
Empecemos con algunos antecedentes: por su tamaño, China es la segunda economía del mundo, sólo detrás de los Estados Unidos, y por delante de Alemania. China es el segundo mayor importador del mundo, pero en algunos sectores, como en el automotriz, el de energía, el de bienes de lujo, el de materias primas, el consumo chino representa la mayor facturación para un gran grupo de compañías internacionales.
China es también, con mucho el mayor vendedor de bienes del mundo, ocupando la cima en la lista de exportadores, superando con mucho a los Estados Unidos y Alemania.
Apuntalando el elevado perfil de la economía china se encuentra un vasto grupo de empresas, manufactureras, constructoras, financieras, y tecnológicas, capaces de competir con las empresas occidentales en condiciones de ventaja, como lo ejemplifica la irrupción súbita de los autos chinos en muchos mercados en donde están desplazando incluso a marcas de excelencia como Mercedes o BMW.
Pocos eventos han sacudido la economía global en los últimos cuarenta años como el ascenso de China como una potencia económica, no sólo como productor, sino como consumidor. Pero si bien de largo plazo la tendencia parece contundente, en el corto plazo un conjunto de desafíos está limitando el crecimiento y la perspectiva de China, y con ello, se convierten en una restricción importante para la expansión del resto del mundo.
Comencemos con uno de los síntomas más relevantes: la caída imparable de las tasas de largo plazo de sus bonos públicos, los cuales se hundieron a un mínimo de 2.21 por ciento la semana pasada, incluso por debajo del nivel de las tasas japoneses para bonos similares.
Que los inversionistas perciban en China condiciones similares a las de una economía con la tendencia al estancamiento de Japón es algo que preocupa a todos, empezando por el banco central de China (el PBOC), quien en los últimos meses ha hecho ventas masivas de bonos con el fin de elevar el desplome de las tasas de largo plazo.
Como los mercados no hablan, es necesario interpretarlos, por lo que es muy importante saber qué es lo que nos quieren decir al enviar las tasas chinas de largo plazo a niveles tan bajos. Una interpretación posible es que las perspectivas estructurales de crecimiento han disminuido. Si la explicación de este fenómeno va por esta línea, el culpable es el sector inmobiliario.
El ascenso económico de China de los últimos cuarenta años fue acompañado por la mayor migración del campo a la ciudad que se ha dado en la historia de la humanidad, la cual fue necesario para convertir a China en el mayor exportador de manufacturas del mundo. Para acomodar los cientos de millones de nuevos citadinos, debieron de construirse ciudades enteras en un período extraordinariamente breve de tiempo, subvencionadas por crédito público barato.
La inmobiliaria, por su naturaleza, está sujeta a excesos y depresiones, y la expansión en la construcción residencial y de infraestructura alcanzó condiciones de sobre oferta, las cuales acabaron por desplomar los precios del metro cuadrado en China, provocando la quiebra de las mayores desarrolladoras e inmobiliarias de ese país en los últimos dos años, y una implosión del sector inmobiliario.
¿Está China en una situación en donde la caída del inmobiliario está afectando al sector bancario y las finanzas familiares induciendo un apretón crediticio que restringirá el crecimiento en los próximos años? Quizá
A nivel individual, el sector inmobiliario es aún más importante de lo que es a nivel macroeconómico: nuestra casa o nuestros buenos raíces son la principal forma de riqueza familiar, para la gran mayoría de las familias representa con mucho su inversión más importante. Si, como ocurre en China, los precios de los bienes raíces no aumentan o peor, se encuentran en una tendencia de varios años de caída, estamos ante un ciclo vicioso en donde la riqueza de familias y empresas se erosiona.
En economías modernas, como la nuestra o la de China, el crédito es el combustible del mercado inmobiliario, en donde existe una simbiosis particular, pues la garantía de los créditos es el inmueble financiado, por lo que una baja en los precios de los bienes raíces disminuye también el valor de la garantía de los bancos, reduciendo la oferta de financiamiento. No se ve fácil para China.
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