Los tres principales accionistas de Apple, la mayor compañía del mundo, son señores y señoras con nombres raros: Vanguard Group, Blackrock Inc, State Street Corporation. Si revisamos a los principales accionistas de las otras grandes compañías del mundo, el resultado, con algunas variaciones, son los mismos, añadiéndose nombre como Geode, FMR o T Rowe Price. ¿Quiénes son esas personas, los dueños del capital de las mayores empresas del mundo? Ellos son los verdaderos ricos del mundo, pero no son personas.
En las últimas décadas la propiedad del capital en el mundo ha sufrido una transformación notable. En la secuela de la postguerra el capital se concentraba en opulentos individuos y familias: los Rockefeller, los Vanderbilt, los Guggenheim. Pero conforme maduraron los sistemas financieros, y la pirámide poblacional envejeció, los fondos de pensiones se convirtieron en los grandes inversionistas del mundo, comprando acciones de las principales empresas globales a través de los gestores de activos, como Blackrock y Vanguard.
De esta forma la propiedad del capital contemporáneo reviste una estructura muy particular, la cual es muy importante entender pues tiene implicaciones muy relevantes.
Primero, los dueños del capital son fiduciarios de los verdaderos inversionistas. Efectivamente, empresas como Vanguard y Blackrock invierten recursos de terceros, manejan los recursos de sus clientes, no propios. State Street o Geode actúan por cuenta de terceros, las acciones que detentan de Apple, Microsoft, Nvidia o Amazon, si bien les pertenece, son adquiridas con el dinero de terceros inversionistas.
¿Y quienes son esos inversionistas?
Los principales inversionistas son los empleados de múltiples países, sobre todo de Estados Unidos, Europa, Japón y Asia, que están invirtiendo para su retiro de manera colectiva en vehículos financieros conocidos como fondos de pensión. Estos fondos confían los ahorros de sus clientes a profesionales de la inversión, quienes arman portafolios específicos para procurar un retiro adecuado para millones de empleados en el mundo.
De hecho, la identidad del mayor inversionista del mundo es poco conocida. Se trata de CALPERS, el administrador de fondos de pensiones de los trabajadores del estado de California. Así como en México nuestros mayores inversionistas son las Afores, también en California, Estados Unidos, Europa y Japón, los gigantes de las bolsas y mercados son los administradores de fondos de pensión.
Pero la complejidad del capitalismo y las finanzas contemporáneos imponen una división marcada entre la propiedad del capital y el poder de decisión sobre el mismo. Si bien, a través de lo que ahorran para su retiro, los trabajadores son los accionistas más importantes de las empresas globales, no tienen control sobre las decisiones de las empresas cuyas acciones poseen.
En un símil del contrato social de Rousseau, los trabajadores delegan en sus fondos de pensión, el poder de decisión, son quienes manejan esos fondos los que deciden cómo invertir.
Y como invertir en los mercados contemporáneo es algo tan complejo, los fondos de inversión usan a los gestores de activos para comprar acciones, bonos y otros instrumentos. Entre los mayores gestores del mundo encontramos a nombres más conocidos: Blackrock, Vanguard, JP Morgan, Morgan Stanley, Amundi,
Estos gigantes de Wall Street, que manejan más dinero que los bancos tradicionales, concentran el dinero de los grandes inversionistas, y con ello, el poder de decisión, los votos que sus acciones les dan en la asamblea de accionistas de las corporaciones.
Los gestores de inversión son manejados por una élite financiera de profesionales entrenados en los modos en que los mercados funcionan, y detentan un poder desproporcionado respecto de su propia riqueza o sabiduría. Al manejar ellos por cuenta de terceros el mayor volumen de ahorro en la historia de la humanidad, el compacto grupo de financieros concentra un poder de influencia y decisión incomparable.
Los verdaderos dueños del capital, los millones de trabajadores que confían sus ahorros a sus fondos de pensión, renuncian a cualquier influencia en las decisiones corporativas a cambio de un rendimiento competitivo que les sirva para vivir un retiro holgado y libre de preocupaciones.
Los economistas conocen desde hace tiempo ese problema, y lo estudian bajo el nombre del problema del agente y el principal. Pero el tema va más allá de lo económico y lo financiero, y la ciencia política, entre otras, va muy rezagada al respecto en el análisis de este asunto, que es uno de los más relevantes de la economía contemporánea.
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