Una de las razones por las que yo no viviría en otra ciudad se ejemplifica con lo que me pasó hoy: había quedado de comer con un amigo que trabaja en Los Pinos, pero ya rumbo al restaurante me llama para decirme que no puede salir debido a la marcha del SME.
Contrariado, busco a Mario Bojorquez para invitarlo a comer, y me dice que está en un puesto de comida corrida en Coyoacán, con el poeta cubano Waldo Leyva.
Cuando organizamos el Festival de Poesía Iberoamericana de la Ciudad de México en noviembre del 2006, Waldo nos ayudó muchísimo con los contactos y la organización, y a Waldo le debemos el haber podido traer a Ledo Ivo, a Raúl Zurita, y si no ha sido por él, no hubiéramos podido traer al maestro Ernesto Cardenal al Festival.
Fue entonces una alegre sorpresa saber que estaba aquí, así que los alcancé, comimos tlayudas, bebimos café, y acabamos surtiéndonos una botella de Bordeux del 2005 en la casa.
Waldo es un poeta mayor, un lírico y un dramático en un solo estilo. La mayor prueba de la fuerza de su poesía es la anécdota que involucra a una bellísima edecán que el Tribunal Superior de Justicia del DF nos contrató el día que inauguramos el Festival de Poesía, y que mientras Waldo terminaba de decir su "Asonancia del Tiempo", la bella, repitiendo en voz baja los versos de Waldo, derramaba lágrimas que la hacían aún más hermosa.
Cuando todo resulte sólo quiero
que alguien recuerde que al fuego puse
mi corazón, el único que tuve.
Que yo también fui un "hombre de mi tiempo",
que dudé, que confié, que tuve miedo,
y defendí mi sueño como pude.
¿Lo ven? No era para menos.
1 comentario:
Te rifas, compa. Gran texto.
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