Ahorrar no parece ser algo común en la
naturaleza. Animales tan inteligentes como las orcas o los delfines son incapaces
de ahorrar, consumen lo del día y no guardan nada para después, como los leones
o las vacas. Los grandes ahorradores son raros: los castores, las hormigas y
las abejas: y los humanos. Una y otra vez se ha mostrado que el rasgo
distintivo de esa bestia social que somos los humanos es el ser una especie
económica: un homo economicus. Pero quizá antes de ser un homo economicus
fuimos un Homo Parcus: una bestia que ahorra.
Dejar de consumir en el presente para
consumir en el futuro forma parte de la cultura moderna: la capacidad agregada
de un país para hacerlo ayuda en el largo plazo a que el país tenga más
inversión y construya un capital social acumulado mayor, lo que determinará el
trayecto económico de esa nación por décadas.
Pero colectar en exceso y atesorar ese
exceso para usar ese remanente para enfrentar condiciones económicas adversas
es un comportamiento que no es común entre las especies, pero que sin duda jugó
un papel muy importante en la evolución del homo sapiens.
Ahorrar seguramente le permitió a los
primeros humanos romper el ciclo natural, pudiendo echar mano de ese ahorro
cuando el invierno o los desastres no permitían alimentarse. Al romper con el
ciclo natural quizá posibilitó a ese animal social que somos evolucionar por
encima de las otras especies y dominar la naturaleza, haciéndonos conscientes
de nosotros mismos.
La antropología es una especie de
paleo-economía. Quizá si supiéramos cómo los antiguos humanos comenzaron a
tomar la decisión de guardar una parte de lo que recolectaban o cazaban (la
carne sin embargo, se pudre), podemos entender mejor la dinámica del ahorro y
el consumo a lo largo del tiempo.
La dinámica en el tiempo del ahorro y el
consumo se prestan a paradojas y peligrosas contradicciones. La más famosa es
la postulada por Keynes: si ahorramos demasiado en el presente podemos deprimir
la demanda en el presente al punto de estancar o recesionar las economías: la
paradoja de la frugalidad ayudó a Keynes y a los economistas modernos a
entender las contradicciones agregadas del ahorro.
Naciones con muy altos coeficientes de
ahorro, como Japón por ejemplo, padecen de estancamiento crónico, no han
aumentado su producto interno de manera sostenible por décadas. Cuando se
comenzó a entender por qué los japoneses ahorraban mucho y con ello, deprimían
su economía, los economistas se dieron cuenta que en realidad necesitaban de
otra disciplina para entenderlo: la demografía.
Japón ahorra mucho porque su población es
vieja: han ahorrado toda la vida y están próximos al retiro o retirados y por
lo tanto precisan de una tasa de ahorro considerable.
Otros países con muy altas tasas de ahorro
requieren explicaciones diversas: las tasas de ahorro más altas son las de
Qatar, Dubai, Argelia, Irán, Saudi Arabia y Guinea Ecuatorial, todos ellos
productores de petróleo. Este tipo de naciones se han visto súbitamente
inundados por riqueza proveniente del subsuelo tan vastas que ni queriendo las
pueden gastar y tienen por tanto una alta tasa de ahorro. Esa es una parte de
la explicación: la otra es que a sabiendas que el origen de su fastuosa región
es temporal (el petróleo, no renovable), deben de presentar una altísima tasa
de ahorro para poder vivir como nación una vez que el hidrocarburo se les
acabe.
México padeció crisis recurrentes
producidas por su baja tasa de ahorro interno, lo que lo obligaba a depender de
endeudamiento externo para poder invertir. En 1960 la tasa de ahorro mexicana
era de 15.2%, llegando a caer por debajo de un dígito en las crisis de 1982 y
1994. En 2016 la tasa agregada de ahorro fue de 21.5%, un incremento sustancial
respecto de los niveles de hace tres décadas pero todavía por debajo de
economías bien preparadas, como la de Chile (22.4%), o Alemania (26.7%).
El impulso de nuestra especie a ahorrar
probablemente estuvo detrás del éxito evolutivo del homo sapiens y su capacidad
de conquistar la naturaleza. Ahorrar es una variable económica fundamental que
a veces es una espada de doble filo: ahorrar demasiado puede ser peligroso,
pero no ahorrar lo suficiente es mucho peor aún. El ahorro es una práctica que
empieza enseñándole a los niños y llega hasta la disciplina y método de
naciones enteras. No es algo fácil de manejar, pero hacerlo bien es una virtud.
1 comentario:
Para ahorrar; "lo importante no es gastar poco sino ganar mucho". Eso decia un norteño codo (o sea del lado de Monterrey no del lado del Pacifico) y creo que Kaleki le hubiera dado la razón.
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