La mayor inversionista de riesgo de la
historia moderna es la Reina Isabel… la Católica. Si la versión que cuenta que
empeñó sus joyas para financiar el viaje de Cristóbal Colón que eventualmente
le dio a España un dilatado imperio y que creo un mercado gigantesco con una
lengua común, es correcta, entonces el retorno financiero de ese empeño ha sido
quizá el mayor de la historia y es una muestra dramática del enorme poder que
tiene el mercado de capitales para cincelar el derrotero económico de naciones
enteras.
Hay muchas diferencias entre la historia
económica de México y los Estados Unidos. Pero si recordamos que el peso
mexicano fue durante la colonia y los primeros años de la independencia, moneda
de curso legal en el país del norte (incluso el signo del dólar $, proviene de
esa moneda), ilustraríamos que la enorme brecha de desarrollo entre las dos
economías no siempre fue como la conocemos.
Hay una diferencia clave: el mercado de
capitales. En la colonia el mercado de capitales se basaba en la potencia
minera novohispana, creando un sustento vigoroso que creo grandes ciudades e
infraestructura que estaban a la par con las mejores del mundo. El exceso de
regulación impuesto por su calidad de colonia española probablemente evitó que
el capital novohispano se desarrollara hasta evolucionar como lo hicieron el
capital mercantil en los Países Bajos e Inglaterra, y la revuelta
independentista y el convulso siglo XIX afectaron de manera definitiva el
desarrollo temprano de un mercado de capitales en México, lo que seguramente
tuvo consecuencias seculares sobre el crecimiento potencial del país hasta bien
entrado el siglo XX.
En Estados Unidos, en Europa occidental,
allí en donde los mercados de capitales se desarrollaron, proveyendo a la
naciente industria y al comercio global el financiamiento para su gran salto,
el efecto de largo plazo sobre el crecimiento económico fue muy significativo y
de prolongada duración.
Aquellas naciones en donde los mercados de
capitales fueron frágiles o inexistentes durante los siglos XVII-XIX, arrastran
todavía hoy las consecuencias de ese faltante en forma de débiles tasas de
crecimiento e insuficiente stock de infraestructura y activos.
Los párrafos anteriores nos llevan a un
argumento: la ausencia de mercados de capitales desarrollados provocan efectos
desfavorables sobre las economías que se sienten durante el muy largo plazo. El
corolario de ese argumento es sencillo: aquellas economías que no desarrollen
sus mercados de capitales hoy, lo lamentarán los próximos doscientos o más
años.
Cuando la Reina Isabel empeña sus joyas
(según una versión) para financiar la empresa que cambiaría para siempre la
historia moderna, los mercados de capitales eran restringidos y poco
eficientes. Banqueros incipientes que financiaban expediciones estrafalarias a
reyes y reinas que buscaban consolidar sus territorios en medio de inciertas
pugnas dinásticas. No muy distinto sin embargo del escenario actual, en donde
los mercados financian nuevas tecnologías y empresas que prometen ser la
próxima Apple, la siguiente Microsoft, el Amazon que viene.
Desde que Ámsterdam estableció la primera
bolsa de valores para que el público pudiera adquirir derechos de propiedad de
empresas, esas instituciones se erigieron en un vehículo privilegiado para el
desarrollo del mercado de capitales. Las empresas crecían hasta llegar a un
nivel en que para expandirse podían ofrecer acciones al gran público, llegando
a un óptimo social: las empresas consiguen financiamiento competitivo y los
inversionistas obtienen activos con un rendimiento que les permite crecer su
ahorro y cumplir sus metas patrimoniales o empresariales.
Pero con todo lo útil que han sido las
bolsas de valores, la figura ancestral del capital privado (ese a quien empeñó
sus joyas Isabel la Católica), ha regresado por sus fueros y al encontrarse con
Sillicon Valley ha conculcado las bases de los mercados de capitales de manera
sísmica.
Las enormes fortunas del mundo han hecho
un nido de financiamiento en el mercado de nuevas tecnologías. Siguiendo su
ejemplo y buscando las próximas Apple y Microsoft, que de humildes empresas de garaje
evolucionaron hasta dominar el mundo y convertirse en las mayores empresas del
globo, el capital privado está desplazando a las bolsas de valores en el
financiamiento de Uber, AirBnB y muchas empresas insignia que tienen el
potencial de cambiar nuestra realidad, haciendo a un lado a las bolsas, como si
se tratara de la revancha de Isabel la Católica.
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