El dinero no crece en los árboles, dicen.
Lo cual es una lástima, porque si creciera entonces la deforestación no sería
un problema y los traumas producidos por el innegable calentamiento global no serían
tan catastróficos. Los mercados no sirven para todo, pero si sirven para
muchísimas cosas, y muchas experiencias muestran que los mercados podrían
aportar a la solución para reforestar nuestro devastado país y el planeta.
Desde mediados del siglo pasado nos dimos
cuenta que el costo del crecimiento y el desarrollo económico era la
depredación de la naturaleza: la expansión de las ciudades y de la industria se
dio a costa de la deforestación de los bosques, la devastación de los recursos
hídricos y el exterminio de la fauna silvestre.
Dada la escala de la población humana y
los objetivos de crecimiento que nos hemos fijado implícitamente (la obsesión
de ser constantemente más ricos), la estrategia actual, en donde le asignamos
un valor de cero a la destrucción del medio ambiente, no es sostenible. Si no
se le asigna un valor dinerario a la destrucción compartida de la naturaleza el
planeta estará colapsado en menos de un siglo.
Pero podemos hacer algo mejor que
asignarle un costo en dinero a la destrucción de la naturaleza. Podemos hacer
que mantenerla y recuperarla sea un buen negocio.
Pocos experimentos son tan exitosos como
los llamados “servicios ambientales”, una transferencia fiscal a los poseedores
de bosques o zonas naturales prioritarias. Los poseedores comunales de bosques
críticos, de zonas lacustres fundamentales, de reservas de la biosfera o de la
fauna, son retribuidos por el resto de la sociedad por mantenerlas. Si todos
los ciudadanos del mundo pagáramos una fortuna por un rinoceronte adulto a
quienes lo cuidaran, tendríamos una población estable o ascendente de esas
bestias. El problema es que los rinocerontes valen más vivos que muertos:
paguemos una fortuna por un rinoceronte adulto y probablemente el problema
pueda revertirse.
El esquema anterior implica usar nuestros
impuestos para hacer rentable la preservación de la naturaleza. Pero podemos ir
más allá: podemos hacer proyectos en donde sea el mercado quien pague por esa
preservación. La recuperación y crecimiento de un bosque es fácil de
convertirse en un buen negocio: la demanda por madera, pulpa, y combustible lo
convierten en una buena inversión. De hecho en algunos países como Reino Unido,
los fondos de inversión en bosques se han disparado más del 100% en la última
década, y son una opción de inversión crecientemente atractiva, relativamente
aislada de los vaivenes del mercado financiero.
Creo que la industria del vino provee un
buen ejemplo de cómo los mercados pueden contribuir a la sustentabilidad
natural. Durante siglos los robles franceses han sido usados para añejar el
vino. Dicen los que saben que no hay mejor forma de hacerlo. Siglos de
industria vinícola habrían ya acabado con los bosques de roble franceses. Pero
no ha ocurrido, y dichos bosques presentan una salud envidiable y un dinamismo
notable.
Desde el siglo XVI, y antes quizá, los
monarcas franceses se dieron cuenta de la importancia de preservar sus bosques
para darle viabilidad de largo plazo a su industria vinícola, la cual sigue
siendo hasta hoy, líder en el mundo. Los bosques han producido por siglos
robles para las barricas, a pesar de que el roble es un árbol de muy lento
crecimiento. No es nada nuevo, el mercado del vino y la sustentabilidad de los
bosques franceses es un ejemplo que puede repetirse en cualquier parte.
En Estados Unidos grandes inversionistas
como las universidades privadas, las aseguradoras y fondos de pensión dedican
una parte sustancial de sus fondos a invertir en bosques y zonas naturales.
Siempre en la frontera de la innovación financiera, Wall Street ha producido
fondos para que inversionistas minoritarios puedan acceder a los rendimientos
de dichas inversiones.
México ha perdido casi la cuarta parte de
sus bosques y selvas en las últimas décadas y no podemos permitirnos seguirlos
perdiendo. Existe en el mercado local una empresa muy interesante: Agropecuaria
Santa Genoveva, que invierte en la planeación y el crecimiento de bosques
maderables y que forma parte de esa solución. La banca de desarrollo mexicana
debería de invertir e incentivar más empresas como Santa Genoveva para que la
sustentabilidad del espacio natural mexicano, todavía uno de los más diversos
del mundo, pueda seguir en el largo plazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario