El capitalismo moderno y General Electric
(GE) han sido hasta hace poco, uno y lo mismo. La historia de 126 años de la
compañía fundada por Edison, acompaña los espectaculares logros de la economía
moderna a lo largo de ciclos y erupciones, pero algo está ocurriendo, y el
mercado lo sabe. El precio de la acción de GE ha divergido del resto del
mercado, y las implicaciones, como siempre con GE, pueden señalar un cambio sistémico:
el cambio definitivo de la matriz energética de la economía global hacia
energías renovables, más económicas y limpias.
El mercado parece señalar lo siguiente: la
empresa que ha provisto de la energía a la economía moderna el último siglo y
medio no se está adaptando a la nueva matriz energética, y corre el riesgo de
desaparecer o marginarse a la irrelevancia. GE sigue siendo el principal
proveedor mundial de turbinas y estaciones eléctricas basadas en las fuentes fósiles,
pero ha sido incapaz de entrar a las energías renovables (eólica, solar,
maremotriz, biomasa, etc.) con la dominancia que desplegó en las fuentes
tradicionales.
El precio de la acción de GE está contando
una historia muy relevante. Primero los hechos: mientras que el mercado en
general ha subido casi 35% desde que Trump asumió la presidencia, la acción de
GE se ha derrumbado más de 40% en lo que va de ese lapso. Nunca jamás en la
historia financiera moderna la divergencia entre GE y el mercado había sido tan
abismal. Ni de cerca. El mercado está diciendo algo sobre GE: en concreto, que
ha sido incapaz de adaptarse a la nueva matriz energética. Pero también está
diciendo algo más importante.
La brutalidad con la que se ha despeñado
la acción que representa el antiguo modelo energético quizá nos esté diciendo
lo siguiente: que ese modelo energético en general se está extinguiendo de
manera muy acelerada, y que la nueva matriz energética predominará muchos más
rápido de lo que esperamos.
Si el mercado no se equivoca quizá lo que
esté diciendo al tratar a GE y otras empresas similares (vean el desastre de la
legendaria Westinghouse), con la violencia que la está tratando sea lo
siguiente: “No es nada personal, lo que pasa es que no tienen remedio. Ya no
hay nada qué hacer. El viejo modelo energético está muerto y la nueva matriz de
energía está a la vuelta de la esquina”.
El precio de los paneles solares, antes un
lujo, se ha despeñado; el precio de la energía eólica en algunos países (como
Alemania) ha llegado a ser negativo; Tesla está desarrollando baterías que
iluminarán nuestros hogares y edificios de manera autosuficiente; existen ya en
desarrollo casi industrial múltiples formas de hacer energía más barata y
eficiente de lo que estamos acostumbrados.
Las proyecciones sobre el momento en que
la economía moderna migrará de la matriz de energías fósiles a renovables
suponen un escenario suave y gradual: la nueva demanda de energía usará sobre
todo renovales y la demanda existente gradualmente abandonará la capacidad de
generación con fósiles. Quizá no sea ese el caso, parece sugerir la violencia
vista en la acción de GE.
Recuerdo cuando vi el primer álbum musical
en CD. En aquellos años se decía que el nuevo formato remplazaría gradualmente
al disco de vinil en unos diez años. No únicamente el CD enterró al vinil en
meses, sino que el mismo CD es ya una reliquia ante los formatos electrónicos
de hoy. Las tecnologías suelen desperdigarse mucho más rápido de lo que
pensamos y los cambios estructurales no suelen ser graduales y suaves, sino
súbitos y violentos.
La acción de GE es de nuevo líder y un
indicador del sector de energía, pero esta vez en sentido contrario al
acostumbrado: quizá lo que nos sugiere es que el cambio de fósiles a renovables
(en donde GE no figura de manera importante) será más rápido de lo que
pensamos, y que no hay marcha atrás. Si ese es el caso las acciones de otras
compañías seguirán un curso similar: las petroleras y las gaseras por ejemplo y
con ellos las finanzas de países cuyos ingresos dependen de energías fósiles.
La energía fósil no desaparecerá, como no
han desaparecido los discos de vinil, pero el mercado, que siempre mira adelante,
parece otear un futuro en donde la mayoría de la energía viene ya de fuentes
renovables: y ese futuro está más cerca de lo que pensamos.
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