El año pasado se realizaron cuatro mil
millones de viajes aéreos. Es decir, el equivalente a más de la mitad de la
población del mundo surcó los cielos en 2017 (de no ser por los viajeros
frecuentes). Hasta hace treinta años volar era un privilegio reservado a muy
pocos, como lo denota la etimología del “Jet Set”, pero al abaratarse la
tecnología y la manufactura aéreas, el volar está al alcance de un numero
creciente de personas, lo que definirá en manera importante las economía de los
próximos años.
Las previsiones de la IATA (Asociación
Internacional de Viajes Aéreos) muestran que para el año 2036 se realizarán
7,800 millones de vuelos, el doble de los viajes actuales, con una tasa
promedio de crecimiento anual de 3.6%. Para sostener este ritmo, y como
resultado del mismo, la economía aeronáutica deberá de crecer de manera
formidable y será sin duda uno de los sectores más dinámicos de la economía
global.
Que el número de viajeros se duplique en
dieciocho años implica un desdoble de las flotas de las aerolíneas, de las
capacidades de los aeropuertos, del consumo de energía, de optimización de las
rutas aéreas, de la capacidad de hospedaje, pero también implica una demanda de
pilotos y empleados aeronáuticos a una escala desconocida hasta ahora.
Cuando los mercados financieros mundiales
se despedazaron en 2008-2009, el sector que mejor resistió y que más rápido se
recuperó de la debacle fue el sector aeronáutico. Y su recuperación ha seguido,
imparable. La acción más ganadora del Dow Jones el año pasado fue Boeing, la
cual subió 90%, más que cualquiera que sus compañeras del Dow.
La gran rival europea de Boeing, Airbus,
no fue tan dinámica, pero tuvo un alza de 45%, mientras que las fortunas de los
otros dos grandes contendientes del sector: la brasileña Embraer y la
Canadiense Bombardier, fueron muy distintas, pues para jugar el juego de la
aviación global se necesitan bolsillos llenos y mucha paciencia para el retorno
del capital inicial, además de un desempeño tecnológico de vanguardia.
Como en los otros sectores, la economía de
los cielos estará centrada en Asia, en donde consumidores cada vez más ricos
podrán viajar por el mundo en aeroplanos de manera masiva. Allí estará la
demanda por aviones, la construcción de aeropuertos, y la demanda por pilotos.
Dentro de un par de años China será el
primer mercado aeronáutico del mundo, desplazando a los Estados Unidos,
mientras que la India se desplazará al tercer sitio, seguido por Indonesia. El
mercado de los cielos tiene un determinante muy terrenal: la demografía y la
geografía. Indonesia es el cuarto país más poblado, y su carácter insular
precisa de las comunicaciones aéreas para el día a día. Brasil es el quinto más
poblado, pero la penetración aérea en el gigante sudamericano es bajísima, a
pesar de contar con el tercer mayor fabricante de aviones del mundo.
Las implicaciones económicas de cielos más
densos son ya, y serán en el mediano plazo, considerables: mayores y mejores
aeropuertos demandarán infraestructura adicional para conectarlos; cielos más
transitados pondrán a prueba las rutas aéreas y la capacidad de controlarlas
desde tierra (la difícil profesión de controlador aéreo incrementará su
demanda); seguramente veremos un empuje para automatizar el pilotaje, el
control y la gestión aéreas, atestiguando desarrollos tecnológicos inusitados;
operar y dar mantenimiento a una flota aérea del doble de la actual requerirá
de personal e instalaciones mayores; la logística para producir, transportar e
implantar aeropartes y los servicios
conexos se dispararán.
La industria aeronáutica global equivale a
824 mil millones de dólares, similar a la economía de Holanda, y su
participación en la economía global no hará mas que crecer en las próximas
décadas. Incorporarse a la cadena de valor de esa industria será crítico en las
próximas décadas. México no lo ha hecho nada mal hasta hoy, y en la frontera
norte, en Querétaro, una industria aeronáutica floreciente toma fuerza.
Nuestra especie logró hace unos cien años
abandonar la tierra a la que fue constreñida por su evolución. Volar es la
prueba máxima de nuestra superioridad evolutiva y tras elevarnos por los
cielos, ahora llevamos a la economía no sobre nuestros hombros, sino sobre
nuestra alas.
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