¿Los mercados recuerdan? ¿O son amnésicos?
Los mercados añoran el lugar donde alguna vez estuvieron, o como la Dory, de
“Buscando a Nemo”, cada jornada es una novedad sin relación con el pasado. Esas
dos versiones extremas respecto del comportamiento de los mercados están a
punto de ponerse en juego, pues luego de un brutal inicio de mes, los mercados
están a punto de cerrar febrero como si nada hubiera ocurrido.
Los mercados iniciaron febrero con una
corrección violentísima, hundiendo a los principales índices más allá del 10%
que técnicamente se conoce como una corrección de la tendencia. Pero justo al
atisbar la profundidad de la corrección, los impulsos compradores se activaron
y la semana pasada los valores recuperaron casi la mitad de lo que habían
perdido.
Al iniciar esta semana los principales
índices se encontrarán a cinco por ciento en promedio de sus niveles máximos
históricos, y cuando lleguen de nuevo a ese nivel algo peculiar acontecerá: los
índices temblarán, les dará miedo, vacilarán dudando tener la fuerza suficiente
para franquear el record histórico impuesto anteriormente.
¿Veremos a los mercados vacilar, o pasarán
frente al récord histórico con gran indiferencia?
Estamos ante una oportunidad interesante
para confrontar dos de las visiones académicas más importantes respecto del
comportamiento de los mercados: la dominante, que afirma que los mercados no
tienen memoria, no recuerdan el pasado, y que un hito no representa un momento
particular para ellos. La otra, que abarca desde los analistas técnicos hasta
sofisticadas teorías, afirman que de una manera u otra, los mercados recuerdan,
y su comportamiento en el pasado influye en algún sentido en el desempeño
futuro.
¿Para dónde van los mercados? ¿Hacia abajo
como lo sugieren las última semana de enero y la primera de febrero? ¿o de
regreso a las alturas como lo sugiere la semana pasada?
Hay un dato inquietante: estoy convencido
que la variable más importante en el comportamiento de corto plazo de este
mercado será la tasa del bono de die años de Estados Unidos, la cual no dejó de
subir la semana pasada, especialmente tras la publicación de las cifras de
inflación de enero, las cuales fueron mayores a la esperada. El mercado de
bonos recibió los datos de inflación de mala manera: su preocupación es clara,
inyectar incentivos en una economía en pleno empleo incrementa los riesgos de
inflación y por tanto de pérdidas en el mercado de renta fija.
Mientras que el mercado de acciones es muy
susceptible de ser seducido por narrativas de un mundo diferente, le gusta
creer en mentiras, es propenso a la exuberancia. El mercado de bonos es
insobornable. Difícilmente los vigilantes de ese mercado serán engañados, y a
los primeros síntomas de que el fantasma de la inflación, ausente los últimos
treinta años de la economía, regresa, venderán bonos sin tapujos, elevando la
tasa y el riesgo en los circuitos de crédito.
A los mercados de acciones les gusta creer
lo mejor. Los mercados de bonos siempre están atentos a que no se materialice
lo peor. Si la tasa de diez años sigue remontando como lo ha hecho hasta el
momento, y existen motivos para que eso ocurra, pues Trump piensa que el exceso
de vigor es una virtud, los vigilantes nos pueden dar un susto y llevar la tasa
por encima del tres por ciento.
Si eso ocurre: ande donde ande el mercado de
acciones, recupere o no su máximo histórico de la tercera semana de enero,
podemos ver un segundo episodio de la telenovela de la corrección
No hay comentarios:
Publicar un comentario