La curva de rendimiento de los Estados Unidos se ha aplanado, y corre el riesgo de invertirse. Si esto ocurre la regularidad estadística sugiere que los riesgos de una recesión en la mayor economía del mundo han franqueado un umbral peligroso. Los mercados lo saben y están preocupados, pues en el pasado la inversión de la curva ha sido seguida por caída de los mercados y recesiones. Hemos escrito varias veces de esto en el pasado en este espacio, y hoy trataremos de explicar esta introducción quizá demasiado técnica. Así que paciencia por favor porque este es el tema más importante de la economía actual.
La curva de rendimiento es la relación entre la tasa que pagan los bonos a distintos plazos. Normalmente los bonos de largo plazo tienen un rendimiento mayor que los de corto plazo para compensar por el riesgo de inflación y otros. Pero en estos momentos la diferencia entre los rendimientos del bono de 2 y el de 10 años en Estados Unidos está en los mínimos desde 2007, justo antes de que explotara la espantosa crisis financiera de 2008-2009 y los mercados se hicieran añicos.
Si los bonos de corto plazo tienen un rendimiento mayor a los de corto plazo (una curva invertida), quiere decir que las tasas de corto están subiendo (por miedo a un repunte inflacionario, por ejemplo), y las tasas de largo plazo están bajando (por expectativas de que la economía vaya a debilitarse significativamente, por ejemplo).
Eso es justo lo que parece estar ocurriendo en estos momentos en el poderoso mercado de bonos: temores de que luego de un largo letargo la inflación comience a subir tienen a la Reserva Federal en modo restrictivo, subiendo tasas de corto plazo, por un lado; y por el otro, los inversionistas parecen apostar a que mayores tasas debilitarán en los próximos trimestres al crecimiento por lo que en el futuro las tasas deberán bajar.
Sobra decir las consecuencias de este escenario: si la Fed sigue subiendo tasas de corto plazo, y si los Estados Unidos entran en cualquier recesión, México, los países emergentes y el mundo entero, sufrirán los efectos. Así que es muy importante que sepamos leer lo que los mercados parecen estar diciéndonos.
Creo que el indicador económico más importante de este momento para México es justo la pendiente de la curva de plazos estadounidense: la diferencia entre los rendimientos del bono de 10 y el bono de 2 años. ¿Cómo es posible que ese indicador tan esotérico sea tan importante para el mundo, México incluido? ¿Y cómo le hacemos para comunicarlo al público? ¿Cómo explicarles que un número esotérico puede estar dirigiendo su destino colectivo e individual en los próximos meses?
El riesgo de inversión de la curva y sus posibles consecuencias han sido reseñados en esta columna varias ocasiones en el pasado reciente. Por alguna razón toda recesión económica estadounidense ha sido precedida por una inversión. Los economistas sólo han acertado a responder el cómo, pero no el por qué. Saben que cuando se invierte la recesión es casi inevitable. Tienen una explicación (la que dimos en el párrafo introductorio) de cuales son los factores que lo explican. Lo que no saben es por qué.
¿Cómo es posible que millones de inversionistas en todo el mundo, sin conocerse ni ponerse de acuerdo, logran anticipar sin saberlo, el ciclo económico de los Estados Unidos mejor que ningún economista, brujo, o pronosticador? Si algún fenómeno económico merece la figura de la “mano invisible” es el comportamiento del mercado de bonos. Nadie lo mueve, nadie lo dirige, y sin embargo, de manera misteriosa y sorprendente, el mercado de bonos ha logrado anticipar las recesiones estadounidenses con una precisión sin paralelo.
¿Si la curva se invierte, es inevitable que sobrevenga una recesión? Así ha sido en el pasado, pero no existe ninguna ley que así lo obligue en el futuro. La economía necesita ser una disciplina probabilística. Sólo podemos hablar de escenarios posibles. La inversión parece inminente, la curva está muy plana, y los inversionistas se están comportando como el libreto dice que se deben de comportar: como en una profecía autocumplida. Sólo nos queda levantar la bandera amarilla y sonar la alarma: la curva está cerca de invertirse (o ya lo hizo). Preparémonos para lo que venga.
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