Cuando estamos ante el peligro de una gran pérdida solemos tener dos comportamientos, ambos racionales: o bien estamos perpetuamente alerta, o bien ignoramos el riesgo. El primero implica costos mayores, estar siempre alerta consume tiempo y energía, pero si el peligro se materializa la pérdida es menor. El segundo es menos costoso, zambullir la cabeza en el piso es cómodo, pero si el riesgo acude, las pérdidas son totales. El mercado peso/dólar parece haber tomado la segunda ruta, pero a últimas fechas parece darse cuenta que no puede ignorar el riesgo por más tiempo: las amenazas de Trump pueden cumplirse.
Los mercados han sido hasta el momento, flemáticos: han menospreciado el riesgo de que Trump cumpla sus amenazas contra México: salirse del TLCA, imponer aranceles, construir el muro y deportar a cientos de miles de paisanos. Esos miedos hicieron que el dólar se trepara casi hasta los 22 pesos antes de la elección de Trump de Noviembre 2016, pero tras la elección el peso tuvo un rally fantástico, de alrededor de 10 por ciento. La razón para ese rally fue la apuesta flemática de los mercados de que Donald Trump es perro que ladra y no muerde. Pero ya mordió.
Tras la elección de Trump, el peso, que se había hecho pedazo las vísperas, inició un rally poderoso, montado en un alza similar en las bolsas, a pesar de la retórica anti-mexicana de Trump. Los primeros meses del neoyorquino fueron un fracaso tras otro: la reforma de salud, las acusaciones de la trama rusa que lo acercan a su defenestración, los republicanos perdiendo elecciones en enclaves que se creían inexpugnables. Y a cada fracaso el peso ganaba terreno: Trump sería incapaz de cumplir su agenda anti mexicana y por lo tanto, como el mercado apostaba: Trump es un perro que ladra pero no muerde.
Pero hay un escenario en que las mordidas pueden comenzar, y es justo el caso en que Trump se vea presionado a cumplir su agenda anti mexicana en compensación del fracaso del resto de su agenda y en caso en que el escándalo ruso se desborde. Así parece proceder el magnate: ante su fracaso por acorralar a China, dispara aranceles contra la Unión Europea, Canadá y México; ante su incapacidad para doblegar a Corea del Norte, impulsa el muro y prepara la deportación masiva. Si este patrón se mantiene, y si las encuestas siguen mostrando que los republicanos perderán el control del Congreso y el Senado en las intermedias de noviembre, Trump podría acentuar su agenda antimexicana para compensar sus pérdidas locales.
El mercado peso/dólar puede ignorar hasta cierto punto el muro, las deportaciones, y el tono antimexicano del vociferante, pero no puede ignorar el riesgo de salida del TLCAN. Hasta el momento el mercado se ha confiado a que el TLCAN es una pieza esencial para el principal logro de Donald Trump: el rally de las bolsas. Sabe el mercado que si Trump desconecta el TLCAN las acciones de las grandes empresas estadounidenses, las grandes beneficiarias del Tratado, podrían despeñarse y acabar así con el único palmarés de la administración actual.
Por eso el mercado ha decidido menospreciar el riesgo de un fin del TLCAN. Por eso impulsaron al peso desde los 22 a los 20 contra el dólar: calculan que el costo de desenchufar el TLCAN sería tan grande para Trump y la economía estadounidense, que sólo un loco lo haría. Y es allí donde quizá los inversionistas se equivoquen. Quizá si hay un loco dispuesto a hacerlo y está en la Casa Blanca. Los inversionistas quizá cometan el error de creer que Trump piensa al igual que ellos: que jamás podría arriesgar los beneficios tan grandes del TLCAN a cambio de las magras ganancias que le representaría cumplirle al electorado que lo ascendió al poder.
Trump es un ególatra que sólo tiene una prioridad por encima de su narcisismo: el dinero. Los grandes capitanes de la industria, a quienes ve como sus pares y los hospeda en sus resorts, le han presionado para que por mucho que ladre, no muerda en el tema del TLCAN. Pero la historia muestra que la egolatría es la principal enemiga de la racionalidad económica: y la patología de Trump podría desembocar en una mala sorpresa para el peso.
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