La nube negra de un fracaso del TLCAN sigue pesando como el riesgo macroeconómico más importante de México en el corto plazo. El resultado de la elección presidencial y sus implicaciones inmediatas parecen haber sido ya incorporadas en los precios de los activos financieros hasta el momento, y la volatilidad que reverbera entre las divisas de mercados emergentes se ha moderado en fechas recientes.
Pero la inflación mexicana ha detenido su descenso. Las últimas cifras muestran una tasa anualizada ligeramente superior al 4.5%. Muy por debajo del casi 6.5% que trepó el año pasado, pero lejos aún (y persistentemente lejos) de la meta del 3% que se ha fijado el Banco de México.
La persistencia de la inflación es preocupante porque tanto los analistas, el mercado, y la opinión general, concedieron que el rebase de la meta de inflación en 2017 se debió a factores extraordinarios y de una sola vez (el ajuste de las gasolinas entre ellos), que no se repetirían en 2018, y que una vez transcurrido los efectos de dichos eventos, la inflación convergería hacia la meta del Banxico.
Pero tal convergencia no ha ocurrido en pleno. La inflación no ha descendido hacia la meta conforme al calendario y las metas esperadas por el mercado y esto tiene dos consecuencias: primero, sigue presionando a las tasas de interés de largo plazo; y segundo, no abona a la credibilidad del Banxico en tanto domador de la inflación doméstica.
El problema del Banxico es que luego de la serie de eventos que le dispararon la inflación por encima de su meta, el principal factor avivando el alza de precios no está bajo su control: la furia desquiciada de Donald Trump, quien un día peor que otro, torpedea de manera irracional al TLCAN incluso cuando dicho acuerdo es una pieza fundamental de la competitividad de la economía norteamericana.
¿Cómo proteger al peso contra los ímpetus enloquecidos del líder estadounidense en medio de un contexto complicado por la elección presidencial doméstica, la Fed subiendo tasas, y la inflación doméstica terca por encima de su meta?
Los Bancos Centrales son animales muy peculiares: tienen un aspecto muy intimidante, una estatura imponente, un rugido impactante, pero en realidad solo tienen un colmillo para morder: la tasa de interés de corto plazo. No es un arma menor, es una herramienta muy poderosa, pero es casi la única daga tangible en sus manos. Tienen otra, etérea y misteriosa, que a veces muerde más: su credibilidad.
Y la credibilidad y la tasa de interés, si se usan bien, son los dos filos del mismo cuchillo: la credibilidad de un banco central depende en buena medida de su capacidad de mover las tasas de interés en el momento y en la intensidad precisas.
La globalización de las economías implicó para los bancos centrales del mundo un reto arduo: lidiar con la complejidad extrema. Cuando el mundo era un conjunto de economías relativamente cerradas, la política monetaria era un arte relativamente sencillo: al mover la tasa de interés de corto plazo en una dirección el resto de las tasas de los distintos plazos se movían en la misma dirección, y las repercusiones de dicha acción sobre otros activos financieros era relativamente.
La semana pasada el Banco de México subió la tasa de interés de corto plazo en previsión de la volatilidad que viene y como una forma de anclar el tipo de cambio que se había disparado desde que le fecha fatal para acordar el TLCAN expiró sin acuerdo alguno. Afortunadamente los mercados reaccionaron de buena manera: al alza de tasas de corto plazo lo acompañó una baja en las tasas de largo plazo, en lo que parecería un voto de confianza de los mercados al Banxico de que sus acciones actuales se traducirán en menores costos del dinero en el futuro, una vez que la actual turbulencia amaine.
Pero quizá entraremos a la etapa más complicada del proceso. Normalmente un presidente estadounidense sería cauto respecto de su agenda legislativa ante las elecciones intermedias. Pero este no es un presidente típico y probablemente, en su cálculo bilioso (literal), piense que despedazar al TLCAN le pueda servir para retener el Congreso en su columna. Eso puede ocurrir en un contexto en que la Fed siga subiendo tasas y México esté en un período de transición política. En otras palabras, el arsenal del Banco de México seguirá abierto y listo.
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