La economía global de estos días es un
organismo integral: lo que el consumidor estadounidense haga o deje de hacer
afecta a la manufactura alemana, mexicana o china; cambios en los aranceles
entre Estados Unidos y China afecta a los exportadores europeos; las cosechas
de soya en Brasil y Argentina alteran el mercado en China y el sureste
asiático. Por eso las pérdidas que hemos visto en los mercados en esta semana
podría ser un mensaje sobre el ciclo económico que está por venir. Así que
preparémonos.
En este espacio hemos sido insistentes
sobre un par de escenarios en particular; desde hace meses llamábamos la
atención sobre como ya desde el verano de 2018 la economía mexicana, sobre todo
el sector de construcción, presentaba señales de debilidad que apuntaban a un
estancamiento. Tales síntomas mexicanos, decíamos desde hace meses, no son
aislados, y son parte de un cuadro general de evidencia de suavidad económica
global.
En varias entregas hemos señalado cómo el
mercado de bonos, en México, en Europa, en EEUU y en otras latitudes, estaban
mostrando síntomas que suelen asociarse a una recesión económica en el corto o
mediano plazo.
Tales síntomas son típicamente curvas de
plazo invertidas: es decir, en donde las tasas de rendimiento de corto plazo
son superiores a las tasas de largo plazo, contrario a lo que una economía
norma suele presentar.
Algunos economistas ven que algunos
síntomas, como el hecho de que una tercera parte de los bonos emitidos en el
mundo, ofrezca rendimientos negativos (si, negativos, en donde se paga por
prestar) , revelan una enfermedad mucho más preocupante aún: que el rendimiento
del capital sea negativo, que el exceso de inversión en China y otros países
haga que la rentabilidad de la inversión sea en realidad mínima a escala
agregada en el mundo, y que las tasas negativas e inversas que estamos viendo
por todas partes en realidad muestren que la inversión global es improductiva.
Todos estos temores se sintetizaron en la
sesión del miércoles pasado, cuando los mercados de Wall Street tuvieron su
peor sesión del 2019, con el Dow Jones perdiendo más de 800 puntos,
equivalentes a un 3%, en sintonía con otros índices. Durante la semana también
habíamos presenciado el dramático hundimiento de la bolsa Argentina, la cual en
un día se había despedazado más del 40% en dólares, la segunda peor caída en la
historia del mundo,
La sesión del miércoles en Wall Street
estuvo precedida por la más temida de las señales económicas: la inversión de
las tasas de rendimiento entre el plazo de 2 y el de 10 años, lo que se conoce
entre los economistas y los financieros como “la pendiente de la curva”. Varios
segmentos de la curva de plazos habían presentado ya inversiones, pero no estos
dos plazos en particular, que es el síntoma más asociado a una recesión
económica en el futuro. El miércoles muy temprano ocurrió, y los mercados se
desfondaron en su peor sesión del año.
Las señales son cada vez más abundantes:
la economía mexicana, una de las más abiertas y competitivas en su sector
industrial, está estancada; el miércoles también los datos del PIB en Europa
mostraron que la mayor economía de ese continente, Alemania, se había contraído
en el semestre; esta semana también vimos los datos de la producción industrial
china, la más importante del mundo, la cual presentó la menor tasa de
crecimiento de los últimos 17 años. Los síntomas de un estancamiento, o quizá
de una recesión económica extendida en el mundo, que incluye la economía
mexicana, se han generalizado, y los principales bancos centrales del mundo
están ya tomando medidas para tratar de evitar una contracción global,
reduciendo las tasas de interés e inyectando liquidez en el sistema bancario.
Pero lo que los bancos centrales hagan
quizá no sea suficiente, pues detrás del exceso de capital que quizá sea el
motivo detrás de su baja rentabilidad, que quizá explique las tasas bajísimas,
invertidas o negativas, se encuentra el otro lado de esa moneda: una montaña
colosal de deuda.