José López Portillo acuñó una tristemente célebre frase, al negarse a pagar publicidad en los medios que eran críticos para su presidencia: “no pago para que me peguen”. Pero el mercado de bonos en el mundo de estos días está refutando a JOLOPO: cada vez son más los mercados en donde los inversionistas pagan para que les peguen. O pagan para prestar. Lo asombroso es que las últimas dos semanas esa ha sido la discusión en los mercados estadounidenses: la posibilidad de que EEUU pague tasas negativas en sus bonos.
Un gobierno, como el mexicano por ejemplo, pide prestado a los inversionistas en el mercado para financiar su presupuesto. Eso ocurre todos los días y a todas horas, en cualquier lugar del mundo. En México por ejemplo el gobierno paga una tasa de 8.12% si pide dinero a plazo de un mes; paga 7.77% a plazo de un año; y si pide dinero a un plazo de diez años, paga 7.25%. Se oye raro, pero así es: entre más largo es el plazo, el gobierno de México paga menos que a corto plazo. Los mercados de bonos andan bien raros.
Pero si el de México está raro, vean a los mercados de bonos en Alemania. Si el gobierno teutón pide dinero a tres meses, “paga” una tasa de -0.546%; y si pide dinero a diez años, “paga” una tasa de -0.567%. Si, los inversionistas en Alemania tienen que pagar para que les peguen, o para que les paguen. Tienen que pagar para prestarle su dinero al gobierno alemán. Compran los bonos a un precio tan caro, que la tasa efectiva es negativa. Están dispuestos a pagar para prestar.
¿Qué tan raro es lo que está pasando en Alemania, en donde los inversionistas pagan para prestar? Es cada vez más común, y una tercera parte de los bonos del mundo ya pagan tasas negativas. Es decir, los inversionistas aceptan pagar para prestar. Si un tercio del total.
En ese entorno no sorprende en absoluto la sólida fortaleza del peso mexicano, en donde los bonos del gobierno pagan entre 7.25-8.25% dependiendo del plazo. La búsqueda de rendimientos positivos en un mundo en donde las tasas negativas se están expandiendo, hacen que los inversionistas toleren riesgos como los de la Lira turca o el peso argentino, por ejemplo.
Casi todos los países desarrollados, de Alemania a Japón, pasando por España, Francia y los países nórdicos, padecen ya tasas negativas. Lo bueno dicen los inversionistas, es que el mercado más importante de todos: el de Estados Unidos, aún paga tasas positivas: paga 2.05% a un mes; paga 1.63 % a dos años; y paga 1.74% a 10 años.
Las tasas en EEUU aún son positivas, pero están cayendo tan rápido que recuerdan la velocidad con la que las tasas europeas pasaron de positivas a negativas hace un par de años. En enero EEUU pagaba 2.40% a un mes; 2.50% a dos años; y 2.66% a diez años. Y justo en ese momento la Fed, aterrada porque las bolsas de valores se abismaban sin control, anuncia que estaría dispuesta a bajar las tasas.
El mercado no esperó, y las tasas comenzaron a bajar rapidísimo, sin esperar a la Fed, quien apenas bajó hace dos semanas, y los mercados no solo se anticiparon, sino bajaron más de lo que la Fed bajo. Tanto más y tan rápido, que el chisme del día en los mercados es que quizá lo impensable podría pasar: que los Estados Unidos comenzaran a pagar tasas negativas en sus bonos, como ocurre en Europa y Japón.
Si eso ocurre estaremos en un entorno económico muy peculiar e inusitado. La tasa de interés es, entre otras cosas, el castigo implícito que pagamos por asumir riesgos. Si llevamos a cabo un proyecto riesgoso, lo mínimo que podemos perder es la tasa de interés. Una tasa de interés negativa significa que nos estarían pagando por asumir riesgos, nos podrían pagar por hacer tonterías. Estaríamos, refutando a Jolopo: pagando para que nos peguen
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