Las esdrújulas, ese lujo del castellano, nos dan un buen título para reflexionar: ¿qué oportunidades tienen México y su economía ante la disrupción violenta en muchos órdenes que significa esta pandemia? La cuarentena global nos ha hecho percatarnos que economía es geografía, que la política es geografía, que la seguridad nacional es geografía. Que el control del territorio, junto con el desarrollo de la ciencia básica, son ultimadamente la base de la economía, la política y la supervivencia de un país.
¿Por qué Estados Unidos no pudo, desde el inicio de la pandemia, lanzar una campaña de pruebas masiva entre su población? Porque los reactivos, los hisopos, y los equipos necesarios para hacerlo, se fabrican en China. ¿Por qué Europa tuvo tantas víctimas en los primeros meses de la pandemia y demoró tanto en controlar la mortandad? Porque los respiradores y equipo médico, incluso las mascarillas y cubrebocas, se fabrican en China.
Si el balance industrial no cambia, una vez que se tenga la vacuna o el remedio ¿cuál es el único país que tiene la capacidad instalada suficiente para producir de manera industrial, y en una escala suficiente, las miles de millones de dosis que se necesitarán para inmunizar a la mayoría de la población mundial? China.
En más de un sentido, la economía china es una invención estadounidense. Al perder competitividad, y al buscar abaratar costos para aumentar sus ganancias, las empresas estadounidenses se instalaron en China para globalizar su producción y su mercado. Las generaciones jóvenes saben que casi todo lo que usan de manera cotidiana tiene la etiqueta “Made in China”. El coloso rojo se convirtió en la fábrica del mundo, que produce desde juguetes de peluche, hasta muebles, ropa, enseres domésticos…y aparatos médicos, científicos, y medicinas.
Al enclaustrarse el mundo debido a la pandemia, los Estados Unidos se dieron cuenta de manera dramática, cómo su dependencia de la manufactura China era su principal debilidad estratégica. La lógica de Trump voló por los aires: ¿cómo vas a ganar una guerra comercial en contra del país del cual dependes para tener las pruebas serológicas, el equipo médico, para combatir la pandemia? ¿Cómo vas a la guerra contra el país que cuanta con las fábricas suficientes para producir las vacunas suficientes para curar a tu población, la más infectada del mundo por el covid-19?
Los Estados Unidos está en las manos del rival que pretende combatir. No hay forma de que dicha estrategia pueda ganar. El principal inversionista extranjero en bonos estadounidenses es China, y ese país tiene la llave para que la emergencia sanitaria estadounidense tenga éxito y rescaten a su población de las garras del virus que está haciendo estragos entre los ciudadanos de nuestro vecino.
Pero la geopolítica pandémica muestra que la economía de Estados Unidos tiene una vacuna estratégica contra ese flanco débil que es su dependencia de China: México.
México posee una ventaja geográfica sobre China. La vecindad le confiere una ventaja geopolítica estratégica: la cadena de suministro de la economía estadounidense está, literalmente, cruzando la calle, y no con un océano y un régimen político de distancia.
Los costos laborales; una regulación ambiental y de competencia uniformada por el T-MEC; un entorno lingüístico común, en donde el español y el inglés son linguas francas en ambos lados de la frontera; y reglas de propiedad intelectual y transferencia de tecnologías, son ingredientes que México puede ofrecer para convertirse muy rápidamente en lo que China ya no puede ser para los Estados Unidos, un aliado económico estratégico.
China ha alcanzado una talla en lo que respecta a su economía, su influencia financiera y cultural y su poderío militar tales, que los Estados Unidos no pueden aceptar que su cadena de suministros en múltiples industrias que le son vitales, dependa de quien es y será crecientemente, su rival en asuntos geopolíticos. México es la pieza que embona dentro de la estrategia de largo plazo de los Estados Unidos.
Se necesita potenciar por un factor de cinco, quizá diez veces, la infraestructura del país, sobre todo en el norte. Se necesita un mercado de capitales mucho más profundo que el que tenemos para financiar las plantas, las bodegas, la logística, los puentes y carreteras, las viviendas y ciudades, los espacios públicos, la oferta de agua y alimentos, necesarios para estar a tono con esta oportunidad histórica que se presenta. Dependerá de nosotros.
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