¿Cuándo el mundo está a punto de acabarse: sigue funcionando la economía? He escrito un pequeño libro que quiere responder a esa pregunta. Con ese título: “La Economía de la Peste y el Apocalipsis”, publicado por la pequeña editorial Círculo de Poesía, he intentado hacer una reflexión sobre el efecto de la pandemia no únicamente en la economía global, sino en la economía de cada uno de nosotros en una situación en que cualquiera puede morir, en cualquier lugar, en cualquier momento. Como si fuera el fin del mundo.
Cuando era estudiante en la Universidad Nacional hacía muchos esfuerzos para suscribirme a BusinessWeek, una revista de economía y negocios que en aquellos años era muy útil para informarse de cómo funcionaba la economía global.
En la última página de BusinessWeek escribía Gary Becker, un economista de la Universidad de Chicago que entonces despertaba mucha polémica, pues sus columnas ilustraban cómo la economía estaba detrás de las decisiones más simples de las personas: la formación de la familia, la casa que se compraba, las herencias, la filantropía, sus pasatiempos. Todo, decía Becker, implicaba una decisión económica.
En un ambiente dominado por macroeconomistas, las ideas de Becker parecían exóticas y superfluas. Él siguió investigando, enseñando, y publicando libros y artículos sobre la economía de las pequeñas decisiones de las personas. El premio Nobel que le fue otorgado décadas después confirmó la enorme utilidad de sus ideas, y su influencia desde entonces no ha hecho mas que crecer.
¿Qué habría pensado Gary Becker en esta pandemia? ¿Qué habría dicho sobre nuestro comportamiento ante la cercanía de la muerte colectiva, que está a la vuelta de cualquier esquina, cuando el estornudo del otro puede matarnos, cuando los líderes políticos, las empresas y los medios vacilan y se contradicen para enfrentar la situación? ¿Cómo habría pensado Gary Becker, el economista de lo íntimo, sobre nuestra reacción, individual y colectiva ante la posibilidad de la muerte individual y de la especie?
Sabemos que somos mortales y finitos, pero heredar a nuestra descendencia o la filantropía nos hacen planear nuestras finanzas y nuestra economía doméstica como si fuéramos inmortales. Nos preocupa el bienestar de nuestros hijos y nuestros nietos, así que al heredarles y construir patrimonio para ellos tomamos decisiones económicas que van más allá de nuestra vida biológica. ¿Qué ocurre sin embargo ante un escenario en donde nuestra vida, la de nuestros hijos y las de nuestros nietos, puede acabarse debido a un virus asesino? ¿Cómo nos comportamos a nivel individual, y a nivel agregado, en ese escenario de peste y de apocalipsis, de fin del mundo?
La pandemia y su efecto sobre la economía muestra lo frágil que puede ser la poderosa economía global ante inesperados choques biológicos. Una voz tan importante como Bill Gates había insistido sobre el tema desde hacía décadas, pero incluso él fue ignorado por los gobiernos y el público. La pandemia de covid es todo menos una sorpresa. Era algo tan inevitable como el amanecer. ¿Por qué la economía y las instituciones están tan mal preparadas para ese tipo de choques externos? ¿Por qué los mercados surcan los aires ignorando soberbiamente este y otros riesgos peores?
El apocalipsis está siempre latente. Como lo demostró la debacle de los mercados en febrero y marzo de este año, la idea de que todo va bien en el mundo es extremadamente frágil. El equilibrio sólo puede ser sostenido a través de dos medidas, una explosión de los déficits fiscales, y una inyección masiva de dinero gratis, que están causando una singularidad en donde la economía funciona al revés: ha desaparecido la aversión al riesgo, y las tasas de interés en cero han roto la relación entre nuestra generación y las siguientes. Y eso no es equilibrio.
La noción de equilibrio, tan cara a los economistas, es una idea fútil y poco útil para entender lo que pasa. Más útiles son aquellas nociones, como la de Marx, Keynes, Minsy, Mandelbrot y Taleb, que parten del principio de que la economía y los procesos sociales son complejos, en un vaivén desequilibrado, y sujeto a agudas variaciones que deben de ser moduladas por la acción pública, y que lo normal es el sobresalto, la sorpresa y la fractura.
Nietsche y Ludwig Wittgestein son dos autores modernos que construyeron su discurso a través de un recurso peculiar: el aforismo. Con ese recurso está escrito “La Economía de la Peste y el Apocalipsis”. No es una novedad, aunque pueda parecerlo. La Biblia está escrita en versículos, y la historia actual, instantánea, está escrita en tweets: el recurso es el mismo.
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