La primera temporada fue una recesión incipiente. La segunda temporada fue el gran encierro de la pandemia. La tercera temporada puede ser la crisis financiera. Como si fuera en streaming, en cámara lenta, esta crisis económica cruel, que no inició como una crisis financiera, podría estar convirtiéndose en una. La segunda temporada de esta serie fue la crisis sanitaria que ahondó una crisis económica incipiente. Pero su duración, y la imposibilidad de reabrir las economías plenamente ante la persistencia de la pandemia, están produciendo una nueva temporada: un problema financiero.
Los datos ya oficiales por parte del NBER en los Estados Unidos muestran lo mismo que las cifras del ciclo económico habían mostrado en México y en un grupo amplio de países: que cuando las economías se metieron en cuarentena para tratar de amortiguar la pandemia, una moderada recesión ya estaba en curso. El enclaustramiento sin embargo profundizó la incipiente recesión y la convirtió en la peor depresión económica desde la segunda guerra mundial.
Pero la recesión que iniciaba no tuvo su origen en el sector financiero, y el empujón brutal que acabó derribando a las economías tampoco tuvo un origen financiero.
¿Por qué es importante el componente financiero al caracterizar las recesiones? Porque las crisis causadas en ese sector son más difíciles de remediar que aquellas en donde el sector financiero está ausente en el problema.
Muchos han caracterizado esta gran recesión pandémica como una crisis de oferta, no de demanda. Un desastre natural, la pandemia, obliga a cerrar la economía y provoca desempleo y recesión al cerrar fábricas, comercios y eventos recreativos, entre muchos otros sectores.
Esa parte de la caracterización es correcta, el origen del choque económico no vino de la caída en la demanda, no es una típica crisis keynesiana, pero la pérdida de ingresos resultante del desempleo y la ausencia de inversión privada ante la depresión han convergido para que esta sea ya una crisis de demanda. La economía se hunde y le cuesta trabajo despegar no nada más porque no podemos reabrirla debido a la pandemia, sino porque se han perdido ingresos y hay flaqueza en la inversión que no han sido compensados por la inyección de gasto público e inyecciones monetarias.
Entre mayor sea el aumento en el gasto deficitario y mayor la inyección monetaria que una economía haya implementado para amortiguar la crisis sanitaria, menor será el potencial de una crisis de demanda. Si una persona perdió su empleo debido a la cuarentena, pero le llega un cheque del gobierno o puede obtener un crédito bancario que compensen el ingreso que perdió debido al desempleo, entonces la crisis sanitaria podría no transformarse en una crisis de demanda, pues esta persona tendrá los ingresos suficientes para sostener su ritmo de gasto previo al encierro.
Existen dos escenarios en donde el escenario anterior no funciona: cuando a pesar de tener los ingresos suficientes gracias a que el gobierno y los bancos se los proporcionan, no pueden convertirlos en demanda por culpa del encierro (en ese sentido, la opción de Amazon y otros vendedores en línea ha sido un factor importantísimo); o porque los trabajadores, ante la incertidumbre de que el gobierno les siga enviando cheques con cargo al déficit fiscal y/o los bancos le sigan dando crédito, decido ahorrar una parte considerable de las transferencias que recibe del gobierno.
Los dos factores antes mencionados implican que, aún y cuando los trabajadores sean compensados por la pérdida de sus salarios mediante apoyos de gobierno financiados con déficit y créditos bancarios, existe el potencial de una recesión económica debido a la baja en la demanda.
Los datos más recientes de múltiples economías lo demuestran: incluso en aquellas en donde el déficit público se ha disparado para compensar la caída en los ingresos de las familias mediante transferencias, la demanda está por debajo del potencial. Ni que decir en aquellas economías en donde no ha habido apoyos públicos.
Ya ha habido dos oleadas de incremento en el gasto público deficitario para compensar la caída en los ingresos y tratar de mantener la demanda. Viene la tercera. Pero la persistencia de la pandemia hace que los trabajadores sean muy conservadores al gastar y las empresas en invertir.
Si la insuficiencia de demanda se prolonga, entonces es probable que la debilidad de la demanda comience a producir un incremento agresivo en la cartera vencida de los bancos y en general de los créditos (hipotecarios, de consumo, etc), elevando el potencial de una crisis financiera, que acabaría por complicar el escenario. No vaya a resultar como en las series, en donde la tercera temporada es donde la trama se pone más fea.
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