sábado, 19 de diciembre de 2020

El Año Siguiente No Puede Ser Peor Que Este ¿O Si?

 No. Salvo por un aspecto, el año que viene no puede ser peor que este. Las vacunas han llegado y comienzan a aplicarse. Quizá rumbo al tercer trimestre del 2021 el nivel de inmunidad a nivel social permita ensayar algo parecido a la normalidad que ya casi olvidamos, y eso permitiría a la economía regresar al crecimiento. Si las vacunas funcionan bien y su aplicación masiva es exitosa, el 2021 será un alivio luego de este annus horribilis. La única variable ignota será el esquizofrénico mercado de capitales, quien celebró en medio del luto, y que quien sabe qué haga cuando la normalidad regrese.

Existe un indicador que intenta medir la correcta valuación de los mercados, es el coeficiente P/E, o precio/beneficios. Esquemáticamente el P/E indica cuánto están dispuestos los inversionistas a pagar por un dólar de ganancias de una compañía, o del mercado en general.

Por ejemplo, el P/E hacia delante de Amazon es un altísimo 93.61, mientras que el mismo coeficiente para la legendaria pero vapuleada General Electric es de 30.71. Los inversionistas están dispuestos a pagar más del triple por un dólar de ganancias del minorista electrónico que por uno del conglomerado industrial que alguna vez fue la empresa más valiosa de Wall Street.

Hasta aquí todo fácil. Lo difícil viene cuando intentamos explicar el por qué. Hay dos posibilidades extremas: o bien estamos ante una colosal burbuja especulativa que infla los precios de Amazon; o bien el futuro de sus ganancias es tres veces más promisorio que el estimado de beneficios de General Electric y los inversionistas están pagando el precio correcto por las mismas.

Como no conocemos el futuro, no es posible saber cuál de las dos explicaciones es la correcta en este momento, pero de ello podría depender la suerte del 2021.

A mediados de marzo de este año todo apuntaba a que este año, con todo lo horrible que ha sido, sería mucho peor: los mercados de valores se desfondaban sin final, arrasando en su caída el optimismo de una recuperación económica rápida. 

Pero encabezados por la Fed, los bancos centrales y luego los gobiernos de las economías más avanzadas, se embarcaron en una inyección de liquidez desaforada, sin parangón en la historia económica del mundo, y lograron no sólo detener el desplome de los mercados, sino que incentivaron el rally más furioso y desconcertante de la historia de Wall Street.

Inyectando billones de dólares en la economía y disparado el gasto público deficitario, los consumidores y las empresas, inundados en un mar de liquidez, y con el resto de la economía enclaustrada, tuvieron pocas opciones en dónde gastar su dinero, y una de esas opciones fue en el mercado de financiero.

Es muy factible que al menos una parte del altísimo P/E de Amazon sea causado por ese exceso de liquidez que se ha estacionado en Wall Street a falta de otro lugar a donde ir. Es difícil saber si es una parte pequeña o significativa de esas más de 93 veces el precio de la acción que están pagando los inversionistas por entrar en la empresa que ha revolucionado la economía moderna como pocas. Pero por muy alto que parezca, el P/E de Amazon luce conservador frente al 1,329 de Tesla, uno de los coeficientes más disparatados del mercado para una acción cuyo precio no parece tener límite.

Frente a los enloquecidos P/E de tesla y Amazon, pagar 38.61 dólares por cada dólar de ganancias de Apple parece una ganga, y en general, para el S&P 500 en su conjunto, el ratio es de 24.2 veces. Este último dato es muy importante.

Uno de los economistas que más y mejores cosas ha escrito sobre los mercados, el estadounidense Robert Schiller, ha calibrado el P/E del mercado, produciendo una medida más útil para estimar si los precios en Wall Street están demasiado elevados. El indicador se conoce como el P/E ajustado por el ciclo, pues toma un promedio móvil de varios años para suavizar datos extremos y calcular una tendencia más estable.

De acuerdo con el P/E de Schiller, el S&P 500 tiene un P/E de 32.3 veces, muy cercano al que alcanzó el mercado antes de reventar en el crack de 1929, y únicamente superada por la mayor burbuja financiera de la historia de Wall Street, la de las empresas punto com que estalló en el año 2000, cuando el P/E llegó a 42.65.

Una de las métricas más útiles para estimar si el mercado está caro, y por tanto, o se ajusta bruscamente o se enfila a un período largo de bajas ganancias, está señalando que efectivamente, los precios de las acciones están bastante por encima de su promedio histórico.

Lo anterior no significa que las acciones no puedan seguir subiendo. Si efectivamente estamos en una burbuja, esta por definición sube mañana porque subió hoy. No necesita motivos para subir, y puede seguir subiendo sin límite y tiempo definido hasta que un día revienta. Si el S&P 500 tiene un P/E de Schiller de 32 recordemos que llegó a casi 43 hace veinte años.

Pero así como la tragedia de la economía fue la comedia de los mercados, el éxito de la economía podría ser la derrota de los mercados si los bancos centrales y los gobierno se ven forzados a revertir de manera abrupta, o no gradual, las condiciones de asfixiante liquidez que instauraron para mantener los negocios a flote.

Si, por ejemplo, la inflación comienza a repuntar por encima de los objetivos de los bancos centrales, o el consenso político en favor de los déficits y la deuda se revierte, o si algunos gobiernos enfrentan problemas para servir sus abultados pasivos, o algún otro factor insospechado provoca un aumento de las tasas de interés y/o un súbito recogimiento de la expansión fiscal de los gobiernos, entonces la retirada de la liquidez podría pichar las valuaciones extremas que estamos viendo en los mercados.

No. El 2021 no puede ser peor que el 2020, simplemente porque este fue el peor año en un siglo y algo peor sería inconcebible. Pero los grandes ganadores de este insoportable 2020, los mercados financieros, quienes festejaron múltiples récords históricos en medio del luto de millones de personas, en su esquizofrenia son capaces de darnos un susto mientras nos arrastramos de regreso a la normalidad.

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