sábado, 2 de enero de 2021

La Soberanía Nacional, Latinoamérica Y La Vacuna

En situaciones límite como esta en la que la pandemia nos ha colocado, es cuando queda claro el rol crucial que la ciencia básica y la investigación científica tienen para una sociedad. Solo un puñado de países: Estados Unidos, China, el Reino Unido, Alemania y Rusia, tuvieron la capacidad de producir una vacuna para inocular a sus poblaciones contra el covid. El resto, incluyendo naciones con amplia tradición biomédica como Francia, tenemos que esperar a que solidariamente, dichas naciones dispensen los lotes suficientes para aplicarlas en casa.

El valor monetario de poseer una industria biomédica integrada, desde la investigación hasta la producción masiva de vacunas, y un sistema de salud capaz de aplicar millones de dosis puede medirse no únicamente en pesos y centavos, sino en vidas humanas que serán salvadas al aplicar a tiempo la inyección.

La abrumadora superioridad que los Estados Unidos y el Reino Unido mostraron en la generación del remedio contra la covid queda patente en las opciones disponibles: Pfizer, Moderna, Astra Zeneca, y en la velocidad con la que las dosis están ya disponibles para sus poblaciones.

Una industria médica integrada tiene la misma jerarquía que un ejército en términos de la seguridad nacional de un país. Ambas protegen a la población civil y a los gobiernos contra una amenaza externa. La soberanía nacional depende tanto del equilibrio militar, la disponibilidad de petróleo y minerales estratégicos, como de una industria médica integrada y un sistema de salud extenso para tratar a las poblaciones.

La intensidad de la investigación y el desarrollo en la industria médica la equiparan a cualquier industria tecnológica, como la inteligencia artificial y empresas como Apple y Google. Lo anterior implica que aquellos inversionistas que buscan activos que les proporcionen crecimiento y dividendos encontraron en esta coyuntura una opción para sus portafolios con resultados sorprendentes.

De acuerdo con Interactive Investors, una consultoría de investigación financiera del Reino Unido, detrás de los sectores “Grandes Empresas EEUU” (que ganaron 43 por ciento), la bolsa de Corea (+ 23 por ciento), y el sector de metales preciosos (+16.8 por ciento), las empresas del sector salud fueron la mejor inversión en las bolsas de valores del mundo en este fatídico 2020, con un rendimiento promedio de 12.8 por ciento (casi el doble por ejemplo que el rendimiento que proporcionaron las Afores mexicanas en el año).

Dentro de ese rendimiento promedio se incluyen a acciones como las de Moderna (+434 por ciento), y Merck (-10 por ciento) y Pfizer (-6 por ciento) en el 2020. 

Construir una industria médica integrada es un esfuerzo de varias décadas, que implican la educación de grandes equipos de médicos, biólogos e investigadores, la colaboración de empresas del sector privado, gasto y subvenciones públicas, la colaboración estrecha con universidades a institutos de investigación, la colaboración intensa con instituciones extranjeras y el libre flujo de información y conocimiento entre los colaboradores.

Naciones económicamente poderosas como España, Italia, Francia y Japón, no pudieron tener a tiempo la vacuna contra la covid como sus competidores anglosajones, Rusia y China. 

¿Y América Latina? El comparativo provisto por Interactive Investors muestra la triste realidad de la región. El peor sector para invertir en todo el mundo en 2020 fue en las bolsas latinoamericanas, las cuales rindieron un decepcionante -27 por ciento colectivamente, con algunas diferencias particulares, pero en general, un rendimiento patético. América Latina no es una región capaz de generar los activos que cuentan en los tiempos que corren, y sigue relegada a una productora de materias primas.

Los datos deben de implicar una conclusión inequívoca: no existe sustituto, en términos de seguridad nacional, de desarrollo económico, de alternativas de inversión e incluso de orgullo nacional, que el desarrollo de una sólida industria médica integrada.

Las pandemias son recurrentes, con ciclos tan largos como un siglo, pero inevitables. Esta pandemia está logrando el “milagro”, completamente documentado, de generar tecnologías que quizá ayuden a resolver otras enfermedades como el VIH y el ébola, pero quizá nunca logremos vencer a los virus de manera permanente. No hay sustituto: toda nación, por soberanía nacional, debe de contar con una industria médica fuerte. O estar a expensas de lo que la solidaridad de las otras naciones les de. En el mejor de los casos.

  




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