Quizá la intención de reducir más las tasas de interés domésticas en varios países emergentes (incluyendo el Banxico) se esté topando con un obstáculo: la reversión alcista de los rendimientos de los bonos de largo plazo en los Estados Unidos. La semana pasada el rendimiento de los bonos a 10 años cerró en su nivel máximo desde el inicio de la pandemia, y su dinámica podría en el corto plazo obligar a la Fed a repensar su estrategia de tasas de interés, y al resto de los bancos centrales a hacer lo mismo.
La Fed, el Banco de México, y los bancos centrales del mundo tienen una potestad: fijar la tasa de interés de muy corto plazo, el costo intra-día del dinero: la Fed la llama la tasa de Fondos Federales, Banxico la tasa de referencia, y así los demás, pero el plazo que controlan directamente es corto. Mediante la fijación de la tasa corta los bancos centrales buscan influenciar al resto de los plazos del crédito en el mercado, desde un año a los treinta. A veces lo logran, a veces no. Porque el interés, tiene pies.
¿Quién decide, como hoy ocurre, que la tasa de rendimiento de los bonos de 10 años, a pesar de que los bancos centrales, la Fed, el Banxico, el europeo, insisten machaconamente que mantendrán una instancia monetaria relajada, trepen y trepen sin parar hasta llegar a los niveles que tenían antes de la pandemia? Nadie, el interés tiene pies, las tasas se mueven solas, sin que nadie las guíe.
O más bien, no es que nadie las mueva, la mueven millones y millones de inversionistas quienes sin ponerse de acuerdo, mezclando sus distintos puntos de vista respecto del futuro, confluyen para subir el rendimiento hasta donde hoy está. Y ese es el problema. No es que nadie mueva los rendimientos, lo correcto es decir “nadie en específico”. Como la mueven millones al mismo tiempo no es posible preguntarle a alguien: “¿hacia dónde van las tasas?”. El interés tiene pies, pues.
Por primer vez en un mucho tiempo parece haber una disonancia entre lo que los bancos centrales están pensando, o en algunos casos, diciendo, y lo que los mercados están haciendo.
La Fed dice e insiste que seguirá expandiendo su hoja de balance, y algunos bancos centrales de países emergentes dicen incluso que hay margen para seguir reduciendo sus tasas domésticas. Pero el mercado parece no creerles, pues los inversionistas están subiendo las tasas, sobre todo las de largo plazo, una posible apuesta en el sentido que los bancos centrales deberán de revertir su curso en el futuro cercano y quizá incluso tengan que subir las tasas.
Durante los últimos años, si no es que décadas, que los inversionistas y los bancos centrales diverjan ha sido muy inusual. Como las tasas han ido tendencialmente a la baja, con rebotes ocasionales, localizados y bien telegrafiados, la comunicación entre lo que los bancos centrales dicen y hacen y la reacción de los inversionistas ha sido por lo general, armónica.
Por eso es de notar lo que ocurre estas semanas: la parte larga del mercado está yendo en sentido contrario al sugerido por los bancos centrales.
En Estados Unidos el rendimiento a 10 años cerró el viernes en 1.62 por ciento. En México, en donde la tasa estaba en 5.4 hace un mes, cerró en 6.6 por ciento la semana pasada. En el Reino Unido en seis meses han disparado de 0.14 por ciento a 0.86 por ciento. En prácticamente todos los mercados al interés le han salido pies, y está caminando por una senda distinta a la deseada por los bancos centrales.
Hemos escrito en este espacio sobre el tema: la hipótesis de que la extraordinaria expansión fiscal y monetaria necesaria para amortiguar el daño económico de la pandemia pueda provocar un repunte indeseado de la inflación, podría estar detrás del incremento acelerado de las tasas de largo plazo, en Estados Unidos y en el mundo.
Como lo hemos comentado también, dicha hipótesis ha circulado varias veces en los últimos treinta años, pero ha sido una y otra vez desmentida por los hechos al registrarse inflaciones dulces y declinantes, así que no sorprendería que volviera a ocurrir una vez más esta ocasión.
Pero en lo que queremos insistir hoy es en la dirección en la que los mercados están caminando, subiendo las tasas de largo plazo. Pues aunque no tengan razón, hasta que no se sepan desmentidos, limitarán las intenciones de reducir los réditos de referencia; y si tienen razón, los bancos centrales tendrían que ir subiendo tasa, detrás de los mercados, algo que no ocurre en casi cuarenta años.
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