La economía está retoñando. La recesión ha quedado atrás. Pero fue muy dura. De hecho, fue la recesión más profunda en México de al menos los últimos ochenta años. Implicó para millones de mexicanos desempleo, pérdida de ingresos y oportunidades. Para muchísimas empresas implicó cierres y clausuras. Pero en medio de la penuria hubo una esquina que brilló: el sector primario de México prosperó en medio de la terrible recesión, demostrando que vale la pena apostar por el sector en el futuro.
Tomemos por ejemplo el mes de julio del año pasado, el fatídico 2020, cuando el Indicador Global de la Actividad Económica, el IGAE, se hundió 9.8 por ciento comparado contra el mismo mes de 2019.
En dicho mes el sector secundario de la economía: la minería, la manufactura y la construcción, se despeñaron 11.1 por ciento; mientras que el sector terciario, que incluye los servicios, se desplomó 10.1 por ciento. En medio de esa hecatombe, el sector primario del país florecía, despegando un espectacular 10.8 por ciento, sorprendiendo a los analistas por su resistencia y fortaleza en medio de condiciones tan adversas en todos los órdenes.
Julio del 2020 es la cúspide del contraste del estelar desempeño que tuvo el sector primario, comparado con los otros dos sectores. En enero 2021, mes para el cual se cuenta con los datos más recientes, y que muestra ya la relativa recuperación de los otros dos sectores, el sector primario sigue superando al resto de la economía, expandiéndose 3.1 por ciento, contra las tasas de -3.7 y -4.6 del secundario y terciario, respectivamente.
El sector primario está conformado por Agricultura, Ganadería, Silvicultura y Pesca, y desde hace muchas décadas, cuando México deja de ser un país rural y se urbaniza, el peso que dichos sectores representan dentro de la economía se ha ido reduciendo. Como porcentaje del PIB por ejemplo, el sector primario es el más pequeño de todos, representando 3.2 por ciento en 2019, pero debido al muy buen desempeño relativo en el terrible 2020, la cuota del sector dentro del total se ha incrementado ligeramente, a 3.6 por ciento, avanzando cuatro décimas del PIB total en un solo año. Un avance notable para un sector tan pequeño.
Dentro del sector primario el más importante, representando más del 63 por ciento de todo el sector, es la agricultura, la cual conforma un pequeño 2.3 por ciento de todo el PIB nacional. Ha sido la agricultura el motor detrás del excelente desempeño del sector primario en esta coyuntura tan complicada para el resto de la economía mexicana.
Un sector que típicamente es contemplado como un sector marginal, con dificultades para su financiamiento, con poca inversión, con insuficiente cobertura por parte de la banca comercial, de desarrollo y con casi nulo acceso al mercado de capitales en México, ha sacado la casta por la economía y ha mostrado cómo una combinación de factores favorables, y el trabajo de agricultores, jornaleros y comerciantes agrícolas, pueden conjugarse para producir una maravillosa historia de éxito.
Lo más importante es que esta historia de éxito no es reciente, sino que forma parte de una tendencia de largo plazo. Hace diez años, en 2010 por ejemplo, la agricultura representaba 1.95 por ciento del PIB, contra 2.26 por ciento que representa diez años después. En el año 2000 su cuota era de apenas 1.88 por ciento.
Calladita, sin hacer ruido, sin que el resto del PIB lo note, la agricultura mexicana se ha venido convirtiendo en un factor de creciente importancia, y si viéramos su participación dentro de las exportaciones, su rol queda más claro aún, pues las exportaciones agropecuarias representan poco más del 5 por ciento de las totales.
Las gráficas que acompañan a este texto buscan mostrar lo rentable que ha sido en los mercados mundiales, particularmente en los de los Estados Unidos, invertir en activos provenientes del sector agrícola. Ha sido y sigue siendo una muy buena inversión.
¿Por qué los mexicanos no podemos invertir en esta historia de éxito? ¿Por qué no existen en el mercado de capitales local instrumentos que permitan que los inversionistas del país puedan beneficiarse de la rentabilidad, del éxito económico y comercial que la agricultura nacional ha provisto en las últimas dos décadas, y que en esta terrible recesión demostró la excelente alternativa de inversión que ha sido? La respuesta es difícil. O sencilla: por tontos. Porque no hemos sabido armar los instrumentos que permitan a millones de inversionistas capitalizar el éxito de la agricultura nacional. Y no es nada difícil hacerlo.
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