No hay que confiar mucho en los economistas, (ni en los funcionarios) que no saben geografía. La Facultad de Economía de la UNAM cometió un error enorme hace tres décadas cuando eliminó de su currículum la materia de geografía económica, la cual, si bien de manera ineficiente, acentuaba la relevancia de esta disciplina en el estudio de las economías contemporáneas. Muy pocas, si alguna, escuelas de economía, incluyen la geografía dentro de sus estudios , pero uno de los saldos de esta terrible pandemia es sin duda, la relevancia de la geografía en la economía y en la política globales.
Cuando se haga el análisis de la pandemia, un hecho quedará claro: que haya iniciado en China, la potencia exportadora del mundo, la nación líder en la recepción de inversión extranjera directa, la gran manufacturera del planeta, acabó siendo determinante para la rapidísima propagación del virus por el mundo. Los ejecutivos de las empresas occidentales que viajaron a la industrial ciudad de Wuhan, portaron desde el inicio de la epidemia, la carga suficiente para desperdigar la peste por el mundo mucho antes de que sus países pudieran detectarla y estar lista para atenderla.
Epidemias como el ébola por ejemplo, orignada en regiones profundas y selváticas de África, se han movido lentamente, y su dispersión ha podido ser contenida. El covid se originó en el cruce de caminos de la economía global, China, y su propagación fue por lo tanto fulminante y pescó a los gobiernos, cuya infraestructura de salud pública había sido desmantelada tras décadas de neoliberalismo, con la guardia baja y sin brújula.
Tras un período de negación y negligencia, la reacción China fue radical: vastas zonas del país fueron confinadas para evitar desperdigar el virus y controlarlo en las zonas afectadas. Lo anterior implicó que la economía China cerrara durante casi un trimestre una parte significativa de sus exportaciones al resto del mundo, entre ellas, las de equipo médico como respiradores, medidores de temperatura, y utensilios médicos para la atención de la pandemia.
El confinamiento Chino coincidió con la primera, gigantesca ola de contagios en el resto del mundo, en donde países enteros se vieron sin respiradores ni aditamentos médicos pues dependían de China hasta para batas, mascarillas y caretas, esenciales para la protección contra el virus. La falta de oferta de equipo médico chino provocó una mortalidad innecesaria en el resto del mundo, incluidos Estados Unidos y Europa, cuyas empresas habían desde hace décadas deslocalizado su producción de su territorio a China, persiguiendo los bajos costos ofrecidos por el coloso manufacturero.
Con la posible excepción de Alemania, que nunca renunció a su vocación manufacturera, el resto de los países desarrollados, incluyendo los Estados Unidos, se dieron cuenta de manera dramática del costosísimo error que habían cometido al permitir mudar su manufactura, poniendo una vasta geografía de por medio, con tal de ahorrar costos. La pandemia les hizo ver la relevancia de la geografía en la política y la economía global: durante meses, con la cadena de suministro interrumpida por el cierre de China, el resto del mundo, incluyendo a la super-potencia estadounidense, se vieron frágiles, dependientes de la manufactura China, desprovistos de bienes clave para atender la pandemia, y sacudidos por la brutalidad de la realidad geográfica: su día a día depende de fábricas situadas al otro lado del mundo, con océanos, desiertos y cordilleras de por medio.
Los Estados Unidos primero, y Europa apenas, lo están entendiendo, la geografía no puede ser un factor de vulnerabilidad, la dependencia de la manufactura y la geografía chinas se evidenció dramáticamente. La manufactura, que habían abandonado a las manos del coloso asiático, es vulnerable a la geografía de la misma manera que la seda era vulnerable al control de la legendaria ruta de la seda, sujeta durante siglos al dominio del imperio otomano, que no pudo adaptarse y sucumbió a los cambios geográficos y económicos luego de la apertura del canal de Suez.
Una centenaria proeza: la alteración de la geografía continental mediante la apertura del canal de Suez, coincidentemente destacó el rol de la geografía en la economía global. En medio de la crisis pandémica, con las cadenas de suministro alteradas, un gigantesco carguero movido por una tormenta de arena, bloquea el canal, y desquicia aún más los mercados de materias primas, insumos y consumos globales.
Aquellos países (México es el más notable de ellos), que sepan leer la relevancia de la geografía en la nueva economía post-pandemia, podrían tener incrementos de competitividad de muy largo plazo.
Las empresas estadounidenses, cegadas por las ventajas en la reducción de costos, laborales, de insumos y ambientales, que les ofrecía China, convirtieron al gigante asiático en la potencia industrial del mundo. La pandemia les demostró que la geografía es siempre crítica para la economía, y de corto y largo plazo deben de buscar una plataforma geográficamente adecuada y con las ventajas de costo que China les ha ofrecido las últimas décadas. Lo mismo saben ya los países de Europa.
La oportunidad para países como México, Portugal, los países de Europa oriental o Turquía, y el Magreb es histórica. La pandemia, su origen, gestión y solución, marcará el curso de la economía global por décadas por venir.
Para Estados Unidos y Europa, China ya no es un aliado tan confiable como lo erea antes de la pandemia, ha quedado claro que las ventajas de sus bajos costos de manufactura pueden ser borrados debido a la geografía en momentos críticos. China mostró una gestión de la pandemia superior a occidente, y a sus élites les ha quedado claro que su lugar en el mundo hoy no es al que podrían acceder en el futuro cercano. China es una potencia por derecho propio y la batalla por la hegemonía ha sido acelerada por la pandemia.
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