El mercado de bonos de los Estados Unidos concluyó la semana pasada su peor trimestre de los últimos cuarenta años. La sentencia es menos grave de lo que parece, pero ya que llamamos su atención con esas líneas iniciales, déjennos decirle que tampoco es poca cosa: desde 1980 los precios de los bonos de EEUU, especialmente los de largo plazo, no habían caído tanto en un trimestre como en enero-marzo de este año. Si la caída se detiene aquí quedará como una anécdota, si es el principio de una tendencia: agárrense.
En varias columnas anteriores hemos llamado la atención sobre este tema: los rendimientos de los bonos de distintos plazos en Estados Unidos, en México, y en casi todo el mundo, subieron de manera agresiva en el primer trimestre del año. Y como los precios de los bonos se mueven en dirección inversa a su rendimiento, esta alza de tasas ha significado pérdidas severas para quienes están invertidos en bonos.
El culpable de dichas pérdidas es la inflación, o mejor dicho, el miedo a la inflación. Si bien la evidencia anecdótica en un número creciente de sectores de que costos y precios están elevándose aún no se refleja en los índices de inflación, los inversionistas ya están demandando mayores rendimientos en los bonos para cubrirse de una eventual reflación que erosione el valor de sus activos.
Quienes idolatran a los mercados juran que éstos nunca se equivocan, quienes recelan de ellos, los ignoran y prestan oídos sordos. En realidad, los mercados suelen equivocarse, y con mucha frecuencia, a veces de manera estúpida y trágica. Muchas veces aciertan también. Pero siempre, de manera permanente, nos están diciendo algo, manan toda la noche profecías, son una máquina perpetua de apuestas y albures.
Dichas apuestas, colocadas en la mesa de manera continua por los mercados, son tangibles, tan reales como un precio, y los inversionistas pueden comprar y vender bonos a los precios resultantes de dichos albures. Es más, son tan reales, que como lo demostró la reunión más reciente del Banxico, pueden definir el contorno de las decisiones de política monetaria de los poderosos bancos centrales.
Por eso, si el mercado de bonos acaba de tener el peor trimestre en cuarenta años, vale la pena escucharlo e intentar descifrar qué es lo que tiene que decir.
¿Qué tan malo fue el trimestre? Tomemos al mercado más grande y líquido del mundo, el de los bonos de EEUU (en México en 1980 no existía un mercado comparable al de hoy), como indicador. El precio promedio de los bonos cayó 4.6 por ciento en enero-marzo, su peor desempeño desde la caída de 6.8 por ciento del tercer trimestre de 1980. Los bonos de más de 15 años de plazo cayeron incluso más de 12 por ciento en el trimestre, así que las pérdidas fueron notables entre quienes traen títulos de largo plazo.
La comparativa entre 1980 y 2021 peca de general. En 1980 los mercados venían de una batalla de los bancos centrales por controlar la inflación, y cualquier repunte los asustaba, el dragón inflacionario aún no estaba domado. En 2021 la inflación ha estado ausente por casi cuarenta años, y las tasas están tan bajas, que nadie en 1980 habría siquiera soñado los niveles de rendimiento que gozamos en la economía hoy día.
En realidad, el mal trimestre de los bonos en 2021 es un resultado de su propio éxito: han ganado tanto al colapsarse las tasas, que cualquier evento o recálculo de expectativas inflacionarias restituye los niveles que existían antes de la pandemia Covid.
En 1980 el mercado venía de inflaciones altas y le costaba trabajo creer que estaba bajo control, en 2021 la inflación lleva cuatro décadas muerta y los inversionistas buscan protección contra un posible repunte mínimo.
A juzgar por el comportamiento de otra esquina del mercado, en donde se calcula la inflación “break-even”: la diferencia entre los rendimientos reales (como los de los Udibonos mexicanos, llamados en EEUU, TIPs) y los nominales, las expectativas de inflación a largo plazo no se han movido mucho, y no superan el 2.3 por ciento, así que lo que estamos viendo podría ser un ajuste de expectativas de inflación en el corto plazo y no una tendencia que revierta una tendencia de cuatro décadas.
Por lo pronto, sin embargo, el mercado de bonos parece estar poniéndole un piso a las tasas globales, de EEUU, del Banxico, de todas partes, y los bancos centrales deberán de hacer una pausa en su ruta de expansiva liquidez que los ha caracterizado en años recientes.
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