al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!
Así te ves mejor, crucificado.
Bien quisieras herir, pero no puedes.
Quien acertó a ponerte en ese estado
no hizo cosa mejor. Que así te quedes.
Dices que quien tal hizo estaba ciego.
No lo digas; eso es un desatino.
¿Cómo es que dio con el camino luego,
si los ciegos no dan con el camino?...
Convén mejor en que ni ciego era,
ni fue la causa de tu afrenta suya.
¡Qué maldad, ni qué error, ni qué ceguera!
Tu amor lo quiso y la ceguera es tuya.
¡Cuánto tiempo hace ya, Ciego adorado,
que me llamas, y corro y nunca llego!...
Si es tan sólo el amor quien te ha cegado,
ciégueme a mí también, quiero estar ciego.
Los asombrosos cuartetos del sacerdote Placencia son una herejía, parecen celebrar el martirio de Cristo, pero el último cuarteto regresa el poema a la tradición sacrificial católica: el poeta/sacerdote quiere dejarlo allí en la cruz, pero para acompañarlo en su tormento y su ceguera.
No nada más "Ciego Dios", sino la vida del sacerdote/poeta Alfredo R Placencia y su obra son algo extraordinario, apartadas de toda escuela y tradición. Carlos Monsivais y José Emilio Pacheco abrieron con él su legendaria "Antología de la Poesía Mexicana del Siglo XX" de 1966, y revelaron a los lectores a un poeta muy poco conocido, alejado de los círculos intelectuales de la capital del país, y ajeno a la discusión literaria.
Para aquellos interesados en saber más de este poeta, les dejo aquí una nota escrita por Gabriel Zaid que ilustra y revela detalles biográficos del autor de este poema, uno de los mejores dentro de la tradición religiosa del castellano, muy adecuado para estos días pascuales.
1 comentario:
Muy buen poema, compadrito. Siempre abriéndonos los ojos...
Publicar un comentario