A la Fed hay que recordarle el dictum de Sor Juana: “sois la ocasión de lo mismo que culpáis”. Si la salida de la crisis se está complicando, en buena parte es por su culpa. Cuando se escriba la historia económica de estos años, una fecha seguramente destacará, marcando un hito en la política económica del mundo. A partir de esa fecha las bolsas de valores del mundo saben que pueden tomar riesgos casi sin límite, pues en caso de que el riesgo se materialice y los precios se derrumben, la Fed, y los bancos centrales del mundo vendrán al rescate inyectando la liquidez necesaria para inflar de nuevos el precio de los activos y evitar una depresión económica.
En 1997, cuando las monedas de una serie de países asiáticos sufrieron devaluaciones simultáneas y dramáticas, y de nuevo en 1998, cuando Rusia declaró moratoria de sus bonos, el efecto sobre las finanzas mundiales fue tan severo que amenazaba con descarrilar el potente ciclo de expansión y bienestar económico en curso. Con el fin de amortiguar ese efecto, la Fed interrumpió su racha de alzas de tasas de interés y las redujo de manera expedita para reestablecer la liquidez que se había secado de repente ante el miedo de los inversionistas.
Esta táctica de la Fed se convirtió en estrategia. Pasó de una acción extraordinaria, a un modus operandi. Y los mercados aprendieron, al punto que la Fed no puede acusar a los mercados sin razón, pues efectivamente: “sois la ocasión de lo mismo que culpáis”. (Perdón a Octavio Paz por parafrasear el hermoso título de su libro).
Este rescate de la Fed a las bolsas, bajando tasas e inyectando liquidez se repitió durante el crack financiero de 2000, cuando el Nasdaq se colapsó, se acentuó de nuevo en 2008-2009 cuando la crisis inmobiliaria tronó a los bancos del mundo y disparó una crisis financiera que produjo la peor crisis económica de las últimas siete décadas: hasta que llegó el covid.
Tras la debacle financiero de 2008-2009 los mercados financieros se recuperaron de manera dramática, alimentadas por las carretadas de liquidez de los bancos centrales. Su marcha imparable fue solamente detenida por un evento extra-económico, ajeno a las decisiones financieras de los inversionistas: un virus letal que obligó al confinamiento de todo el mundo y al cierre de la economía.
Lo importante es que ya sea por motivos extra-económicos, o por las apuestas irresponsables de los participantes de la economía, la respuesta de los bancos centrales antes el derrumbe de las bolsas de valores ha sido el mismo: talar las tasas de interés hasta que caigan al suelo, y abrir las puertas de la liquidez ilimitada.
El resultado de ese patrón de política monetaria y fiscal es esperable: los inversionistas ya no piensan en qué puede pasar si invierten en empresas o proyectos riesgosos, serán rescatados por los bancos centrales o por subsidios públicos. Tal comportamiento es lógico y racional: sería ilógico e irracional no hacerlo. Entre más riesgo toman mayor es la ganancia potencial, si la política monetaria y fiscal absorben el riesgo al rescatar al mercado una y otra vez, sería hasta irresponsable no tomar la apuesta, pues lo único que queda es la ganancia potencial.
Los economistas llaman a este tirar paro de la Reserva Federal el “put de la Fed”, y destacan cómo ese patrón induce lo que se conoce como “riesgo moral”, el incentivar conductas irresponsables a partir del patrón observable de las políticas públicas. En este caso, la Fed y los gobiernos están promoviendo una toma de riesgo mayor por parte de los individuos pues ellos saben que serán rescatados, en caso que su apuesta salga mal.
Pero existe una razón por la cual este patrón ha funcionado: porque en las últimas cuatro décadas la inflación ha estado bajo control, incluso al extremo de la deflación.
Como la misión más importante de los bancos centrales es mantener la inflación bajo control, la estabilidad de precios le ha permitido a los bancos centrales darse la licencia de incentivar el riesgo en los mercados sin mayores consecuencias. Por lo anterior, y con mucho, el riesgo de que la inflación regrese a las economías del mundo, es el más importante en la agenda económica.
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