La economía actual es geopolítica, si no pregúntenle a las empresas estadounidenses y europeas haciendo cola para recibir los suministros chinos de los cuales dependen críticamente pues sus proveedores han recibido una orden muy clara: primero las empresas y los consumidores chinos, y después los demás. Las empresas occidentales están siendo víctimas de su propia estrategia. Hace treinta años apostaron el aumento de sus ganancias en los bajos costos salariales y de insumos de China, hoy esa decisión las condena.
El modelo económico chino es peculiar. A la vez similar y distinto al de occidente : es una máquina poderosa de manufactura y servicios bajo los principios de rentabilidad del capitalismo, pero en el límite, está regulado por las consideraciones políticas y estratégicas del partido comunista chino.
Es como si los Estados Unidos estuviera sujeto a una economía de guerra. Empresas y mercados privados, pero con la burocracia determinando los objetivos estratégicos.
El modelo de economía descentralizada de los Estados Unidos, que tan bien funciona en tiempos de paz y de libre comercio, muestra sus vulnerabilidades en momentos de crisis, como la pandemia, durante la cual millones de ciudadanos, alegando su libertad de elección, se han negado a las directrices generales de vacunación y mantienen vivita y coleando al coronavirus.
La misma fe en la libertad, esta vez económica y comercial, llevó a las empresas de occidente (con la notable excepción de Alemania) a desindustrializar sus países para reducir los costos de producción e instalándose en China, en donde los salarios y los costos de los insumos les daban una ventaja competitiva en el mercado global.
China ha sabido aprovechar el influjo de capital, financiero, tecnológico y humano dentro de sus fronteras y se ha convertido en una potencia económica global con empresas de un poder formidable capaces de batir a sus rivales occidentales, y está aprovechando la dependencia que ellas tienen de sus proveedores chinos, para mostrar el poder geopolítico que tiene sobre la producción global.
El orden neoliberal quizá se haya equivocado gravemente en apostar todo al criterio de eficiencia. Su fe absoluta en que la optimización de los costos y la optimización de las ganancias es el único criterio que debe de ser considerado ara localizar la producción a lo largo y ancho del planeta, necesariamente condujo a la manufactura global a la zona de influencia de China en Asia, y ahora está pagando las consecuencias.
China es soberana en sus decisiones, y ha decido por ejemplo, reducir su dependencia del carbón como fuente de energía. Para ello ha establecido metas y planes rigurosos que está cumpliendo, pero ha habido un costo: la energía ha escaseado y por lo tanto la producción de múltiples bienes se ha visto reducida y ha provocado cuellos de botella abundantes en la segunda mayor economía del mundo.
Pero si las empresas chinas están sufriendo escasez de insumos y materias primas, aquellas empresas occidentales que a su vez dependen de dichas empresas chinas, enfrentan con mayor agudeza las disrupciones de sus cadenas de suministro y no tienen de corto plazo un sustituto a los bienes y materiales que les proveen los corporativos de ese país.
China atenderá por supuesto primero sus necesidades domésticas antes de atender las de occidente, aunque le ofrezcan mayores precios porque el capitalismo chino se decide en los escenarios estratégicos del partido comunista y no en la arena descentralizada del sistema de precios.
La divergencia, al menos en este momento, entre el capitalismo chino y el capitalismo occidental, favorece de manera clara los planes de expansión económica y geopolítica del coloso asiático.
La lucha por una mayor cuota de hegemonía global pasa por decisiones estratégicas en donde muchas veces el sistema de precios no envía las señales indicadas. A veces es necesario sacrificar rentabilidad y ganancias con el fin de expandir la influencia geopolítica. Lo anterior el capitalismo chino lo lleva en el corazón. Para el capitalismo estadounidense, tal dictum es anatema.
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