Los cuellos de botella se curan produciendo más del bien o servicio que causa el estrangulamiento, no subiendo las tasas de interés. Es por ello que la Fed y otros bancos centrales del mundo piensan que el actual repunte en la inflación no debe de ser atendido mediante una urgente restricción monetaria, sino que se debe de dar tiempo a que los múltiples sectores que están causando un estrangulamiento de las cadenas de suministro globales, adapten su producción al nuevo nivel de demanda. Tienen razón, pero quizá se equivoquen.
Tomemos por ejemplo los semiconductores o chips, cuya escasez está provocando atascos en múltiples sectores, quizá el más notable, el automotriz. Existe en este momento una demanda de autos nuevos no cubierta debido a que las automotrices se han visto forzadas a recortar su producción de unidades debido a la falta de chips. Lo anterior ha producido un fenómeno inédito: los precios de los autos usados se han disparado, incluso al punto que, para algunos modelos en Estados Unidos, el usado tiene un precio mayor al nuevo.
Si la ausencia de chips y de autos se debiera a una demanda excesiva, los bancos centrales tienen un librito sobre lo que hay que hacer, enfriar la demanda mediante una restricción de las condiciones monetarias: restringir la liquidez y/o subir las tasas de interés.
Pero si la escasez de autos se debe a un problema de oferta, pues uno de sus insumos, los chips, escasean, el librito de los bancos centrales dice que no se puede hacer nada pues reducir la demanda de autos no resolverá la escasez de chips.
Desde la perspectiva de la cadena de suministro de autos el razonamiento es correcto, faltan autos no porque haya un exceso de demanda de los mismos, sino porque la oferta se cayó. Pero si uno se fija bien, si hay un exceso de demanda en algún lado de la cadena: en particular de chips.
La escasez de chips no obedece a un problema de oferta, su insumo principal, la sílice, es el más abundante en la tierra, sino que la demanda excesiva que experimentaron los chips durante la pandemia, al dispararse la demanda de computadoras y videos para trabajar desde casa, secó la oferta global de semiconductores y ha provocado el subsecuente cuello de botella en el sector automotriz y en otros, como el calzado deportivo, y los electrodomésticos, por ejemplo.
Pero hay algo más intangible que las cadenas de suministro que pudiera estar afectando más allá del corto plazo la oferta global. El Reino Unido votó por separarse de la Unión Europea; el principal fabricante de semiconductores del mundo, Taiwán, sufre crecientes amenazas por parte de su vecino; Estados Unidos y China, la relación comercial más voluminosa del planeta, se han levantado aranceles y barreras comerciales recíprocas; Estados Unidos ha abandonado acuerdos comerciales multilaterales; Turquía, Polonia, Hungría y otros se sustraen a si mismos de acuerdos multilaterales y se encierran.
En otras palabras, el largo período liberal de apertura comercial y libre flujo de factores parece interrumpirse, y en algunos casos como los mencionados, parece incluso revertirse.
Lo destacable aquí es que existe una reversión a la tendencia de la apertura comercial global que contribuyó a lo largo de las últimas cuatro décadas a que la inflación desapareciera, y que incluso viéramos en muchas zonas geográficas y durante períodos prolongados de tiempo, episodios de deflación.
Esta reversión de la apertura comercial global, junto con los choques localizados de oferta en múltiples sectores, han provocado una reflación generalizada en la economía global. Los bancos centrales más grandes del mundo están apostando a que el efecto inflacionario será temporal, y que no deben de aumentar por el momento las tasas de interés, pues las cadenas de suministros se reestablecerán pronto y la inflación cederá.
Pero la fuerza centrífuga que amenaza con dislocar al comercio global, revirtiendo el multilateralismo comercial predominante durante las últimas décadas quizá no sea tan pasajera, pues obedece a un factor muy complejo: la disputa hegemónica entre China y Estados Unidos, cuya resolución no será sencilla y quizá nos cueste a la economía del mundo, un período incierto de mayor inflación.
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