domingo, 29 de mayo de 2022

¿La Globalización? Si, Pero Nomás Hasta La Esquina

La pandemia, la guerra en Ucrania, la guerra fría en el Mar del Sur de China, han mostrado que el mundo puede ser un lugar peligroso para la globalización, y que no es mala idea limitarse a lo que nos queda de aquí a la esquina. Desde Apple hasta Nike, las compañías están revaluando la relocalización de sus cadenas de producción y suministro, que se extendieron por todo el globo los últimos treinta años buscando los menores costos posibles. La globalización funcionó bajo un supuesto que se daba por sentado pero que hoy sabemos claramente, que no es así: que el mundo estaría siempre en paz y sin sorpresas.

La globalización de la producción y del consumo requiere que haya paz, dinero y salud. Wall Street se encargó que hubiera dinero, Washington se suponía que se encargaría de la paz, pero nadie pensó en la salud, hasta que nos hizo falta en la pandemia.

La pandemia fue una sorpresa para miles de millones de personas, menos para un grupo de científicos (y Bill Gates), que advirtieron con oportunidad el riesgo creciente de una peste global como la que aún nos aqueja. Fue una sorpresa para los que no quisieron oír, como Wall Street, quien estaba muy entretenida financiando una cadena de suministros intrincada por todos los rincones del mundo.

Cuando la pandemia irrumpe, súbitamente los países avanzados se dan cuenta que todo su poder no podía conseguirles mascarillas ni respiradores, pues estos se producían en China, y ese país se había enclaustrado para tratar de detener al virus. La misma suerte corrieron centenares de insumos producidos por el coloso asiático, y para empeorar las cosas, el insumo esencial de la era tecnológia, el semiconductor, sufrió una dislocación de su logística que disparó una escasez que aún no se resuelve.

El mayor productor de chips del mundo es Taiwán, un país no reconocido como tal por China, lo que implica un foco latente de conflictos armados, los cuales pueden dispararse de un momento al otro en el contexto de la soterrada disputa por la hegemonía global de ese país con los Estados Unidos.

Ante la escasez de semiconductores, el riesgo de que la oferta global de ese insumo crítico sea interrumpida por la estrategia territorial de China ha quedado al descubierto para el resto del mundo, que ya había sufrido el desabasto de centenares de productos e insumos en el inicio de la pandemia.

Y en medio de ese contexto, Rusia invade Ucrania y Europa se da cuenta de su altísima dependencia del gas y del petróleo ruso; los países africanos se dan cuenta de cuánto depende su estabilidad social y política del trigo de ambos países; México, Brasil y Argentina se percatan de cómo no pueden cultivar sus campos sin el fertilizante de esas dos naciones en guerra. 

Estos últimos tres años deberían de haber mostrado a, literalmente todos, que este mundo a veces puede ser muy peligroso, y que si vamos a fabricar un semiconductor, un cubre bocas, o un respirador en cinco países, es necesario que esos cinco países estén en paz hacia dentro de sí mismos, así como entre ellos.

Y la paz, es también lo que está fallando. La “Pax Americana”, ese intangible del famoso “Consenso de Washington” nucleado alrededor de la democracia liberal, la libertad de expresión, la libertad de empresa y el libres mercado, es lo que está fallando.

Economías como la china, la rusa, y otras, incluso la India, desconfían de la receta. Peor aún. La presidencia del nefasto Donald Trump y su permanencia en el escenario político norteamericano sugieren que incluso en los Estados Unidos, las reglas de la Pax Americana están siendo cuestionadas.

El “Consenso de Washington”, cuyos pilares eran una política fiscal balanceada, y una política monetaria ortodoxa, tenía una contraparte política: la generalización en el mundo de la democracia liberal, basada en la libertad de expresión, la libertad de empresa, y la libertad comercial. Pero la pandemia mostró los límites de ese consenso, con la derecha politizando el uso del cubrebocas, con China y Rusia cerrando sus economías, entre otras señales.

La globalización, entendida como una extensa e intrincada cadena de suministros y logística que busca reducir al mínimo los costos de producción y distribución, está en crisis y quizá no la volvamos a ver como existí antes de la pandemia en mucho tiempo. Quizá entonces lo globalización ahora solo llegue hasta la esquina. Y eso representa una oportunidad enorme e invaluable para México.

domingo, 22 de mayo de 2022

Volverán Las Oscuras Golondrinas De Wall Street

Los inversionistas bursátiles del mundo contaron, desde el año 2000 a la fecha, con un seguro que los rescató una y otra vez cuando los mercados se derrumbaban: la liquidez irrestricta de la Reserva Federal de los Estados Unidos, que cada vez que los principales índices bursátiles se hundían en el territorio conocido como mercado “bear”, se activaba con el fin de impedir que los bajos precios de las acciones afectaran el crecimiento económico. Así ocurrió sin falta los últimos veintidós años. Pero es muy poco probable que ocurra esta vez, pues a diferencia de otras ocasiones. Hoy hay inflación.

Tomando un concepto prestado de las finanzas, y en particular del mercado de opciones, al rescate que de manera repetida la Fed hacía de los mercados cada vez que coqueteaban con el mercado “bear”, se le llamó el “put” de la Fed, sugiriendo que, de manera implícita, el banco central impediría que los principales índices accionarios se hundieran más allá del 20 por ciento por debajo de su nivel máximo.

La forma de impedirlo, y ocurrió de manera repetida las últimas dos décadas, era con la Fed recortando sus tasas de interés, y abriendo las puertas de liquidez al sistema. Exactamente lo contrario de lo que la Fed necesita hacer en este momento para contener la espiral inflacionaria más fuerte de los últimos cuarenta años en Estados Unidos.

Si la Fed pudo funcionar como un seguro en contra de las caídas del mercado superiores a 20 por ciento en las últimas dos décadas, fue por que la inflación estuvo ausente, y por lo tanto pudo arriesgarse a llevar las tasas a cero por ciento y a inundar de liquidez el sistema.

Pero justamente esa sobre inyección de liquidez por parte de bancos centrales y del gobierno, es uno de los factores causantes de la peor inflación de las últimas cuatro décadas. Sería absolutamente contraproducente que la Fed tratara de parar la caída de los mercados aplicando la receta por la que los economistas la culpan de haber creado este grave rebote inflacionario. No se apaga un incendio echándole gasolina al fuego.

Si la Fed privilegiara proteger los mercados y revirtiera su estrategia, de nuevo bajando tasas de interés y reanudando la inyección de liquidez, perdería por completo la poca credibilidad antiinflacionaria que aún le queda después de haber sido complaciente con la inflación y dejarla crecer hasta los actuales niveles en donde parece que se ha salido de control.

Adicionalmente, las tasas en cero, y las inyecciones de liquidez mediante compra de activos por los bancos centrales, que tan bien fueron recibidos en el pasado, ya no cuentan con el mismo prestigio entre los inversionistas. Ya son una herramienta que demostró que tienen un riesgo, el de disparar la inflación, por lo que de usarse en el futuro, así sea lejano, ya incluirán una prima de riesgo que hasta hace unos meses no incluían, pues su uso en las crisis financieras del 2000, del 2008 y en la pandemia en 2000, no causó daño en el frente inflacionario. 

Hasta que un día de 2021 la estrategia tronó, causando la grave reflación que sufrimos actualmente.

Pero no es que la Fed no nada más ya no pueda rescatar a los mercados. Sino que quizá ya no quiere. Es más, es muy probable que quiera que los inversionistas sufran más de lo que ya están sufriendo.

La actual coyuntura inflacionaria tiene dos causantes: una baja en la oferta, y un exceso de demanda. La caída en la oferta se resolverá con el tiempo. El exceso de demanda se resuelve restringiendo la ancha manga financiera que ha permitido una expansión del gasto por encima de lo debido.

Una de las formas de reducir el exceso de demanda es encareciendo el crédito subiendo la tasa de interés. Otra es si las bolsas de valores caen. No es improbable que en la Fed algunos piensen que una baja severa de las bolsas de valores sea equivalente a subir varios puntos la tasa de interés. En la actual coyuntura de inflación, una baja de las bolsas quizá ayude tanto como varias subidas de tasas.

Si estamos ante el escenario aquí descrito, quizás entonces a los mercados les falte todavía un trecho por caer. Quizá veamos en las próximas semanas tropezones más severos. O peor aún. 

Quizá veamos un período prolongado de abulia bursátil, de languidez financiera. Pues tal vez la inflación tomará tiempo en ser controlada, y las tasas en cero y las inyecciones de liquidez, que tan feliz hicieron a millones de inversionistas los últimos veinte años, cayeron en el descrédito, al punto que tal vez sean como las golondrinas de Bécquer, y ya no vuelvan. Al menos por un buen tiempo.

domingo, 15 de mayo de 2022

Vida, Pasión Y Muerte De Bitcoin Y Sus Amiguis

Bitcoin y sus amiguis están conociendo por primera vez en su vida lo que son las tasas de interés altas. ¿Podrán sobrevivir al fin del dinero barato? No lo sabemos en este momento, pero en el fondo de la pila de cadáveres que son hoy los mercados financieros, se encuentran los despojos de un famoso activo: las criptomonedas. 

Alguna vez las estrellas rutilantes de Wall Street, una tras otra, y una más que otra, estos bilimbiques se han hecho añicos recientemente y han incumplido su ambiciosa promesa: la de ser un refugio seguro, blindado contra los cracks de los mercados accionarios. Nada más falso: las criptomonedas están cayendo dos veces más rápido que las acciones en las bolsas de valores. 

Sus creyentes estaban convencidos que las cripto no se les aplicaría nunca una de las máximas de hierro de los mercados: entre más fuerte es el alza, más fuerte es la caída. Por alguna razón, la creencia de que “esta vez, si que es diferente” se repite en cada mercado alcista que califica como burbuja especulativa. No hay nada nuevo bajo el sol de Wall Street: ya sea que se llamen tulipanes, acciones, hipotecas o criptomonedas, una burbuja es una burbuja, y cuando truenan, suenan a lo mismo: pffffff.

¿Por qué algo que no nos alimenta, ni produce nada, debería de valer, literalmente, más que todo el oro del mundo? Porque las tasas de interés estaban en cero o negativas, y las criptomonedas, inviolables e infalsificables, daban la ilusión de ser un refugio en contra de la erosión violenta que muchos argumentaban, representaban las políticas monetarias ultra expansivas de los bancos centrales, especialmente de la Reserva Federal de los Estados Unidos.

Cuando el costo del dinero es cero, como lo ha sido en términos generales en las últimas dos décadas, se crean incentivos para que los inversionistas compren activos cuya rentabilidad es muy dudosa. En todos los sectores, desde la infraestructura, hasta los bienes raíces, el dinero barato de estas últimas décadas sirvió para alimentar un vasto conjunto de activos que poco a poco están viéndose como estrafalarios.

Pero al menos la infraestructura, los bienes raíces, e incluso las acciones, tienen algo que existe detrás. Las criptomonedas son cripto por virtud del avanzadísimo sistema de encriptación con que son generadas, y son “monedas” por virtud de una falsa mercadotecnia que busca engañar al público queriéndoles hacer creer que el dinero puede generarse de manera ajena al poder político, fuera de la esfera del soberano, al margen del Estado moderno.

Las criptomonedas son dos ejercicios: uno técnico, a cargo de programadores extremadamente sofisticados capaces de crear algoritmos de una seguridad casi sin paralelo (por el momento), generando una ficha virtual, única e irrepetible, como debe ser una moneda, infalsificable.

Pero el segundo ejercicio es una mercadotecnia tramposa y peligrosa. A esa ficha virtual le llaman “moneda”, y una comunidad creciente de usuarios acuerda en dotarla de un rasgo que las monedas suelen contener: sirven de medio de cambio. Las cripto se usan para comprar y vender muchas cosas, sobre todo en internet.

Pero entre una ficha virtual que sirve para el trueque y una moneda de verdad existe una diferencia: el poder del Estado.

Para el beneficio de sus usuarios y de las familias, una moneda debe de contar con el respaldo del Estado, ser una obligación de este. Por ejemplo, el Estado responde hasta cierto monto por los depósitos en el sistema bancario, las monedas, notas y billetes son pasivos de los bancos centrales. Bitcoin y las criptomonedas venden una mentira, una ilusión llamada “descentralización”, que los usuarios deberían de leer con todas sus letras como lo siguiente: “nadie respalda a las criptomonedas”, “nadie está detrás de ellas”.

Una moneda no es un asunto técnico, ni financiero. Es antes que todo, político. Pancho Villa por ejemplo lo supo en su momento, que una de las formas de erosionar el poder del asesino de Francisco I. Madero, Victoriano Huerta, era a través de la moneda, y acuñó la famosa moneda conocida entre los numismáticos como la “Muera Huerta”. La moneda es una razón de Estado.

No es la primera vez, ni será la última, que un grupo de usuarios buscan emitir monedas al margen del Estado. Pero será muy interesante ver si las criptomonedas logran sobrevivir a algo que nunca habían enfrentado: altas tasas de interés.

domingo, 1 de mayo de 2022

Estados Unidos: ¿La Recesión Inevitable?

A nadie le gustan las recesiones económicas, pero a veces no hay remedio. Tal podría ser el destino de la economía de los Estados Unidos si no logran balancear los dos riesgos que actualmente enfrentan: por un lado, una inflación galopante, la máxima en cuarenta años, y por el otro, el incremento en el costo del financiamiento que podría, de no modularse bien, detener el sólido crecimiento que actualmente goza la mayor economía del mundo, convirtiendo la expansión en recesión.

La experiencia histórica muestra que, cuando la inflación ha sobrepasado el nivel objetivo de la Reserva Federal de manera significativa es muy, muy difícil controlarla sin empujar la economía a una recesión.

Estamos claramente en un escenario como el del párrafo anterior. La tasa de desempleo se encuentra prácticamente en su tasa más baja del último medio siglo, pero la inflación, registrando 8.5 por ciento en marzo, más que cuadruplica el objetivo de 2 por ciento de la Reserva Federal. La dinámica inflacionaria se le ha ido de las manos a la Reserva Federal, y si la historia sirve de lección, las acciones que ésta tomará para tratar de controlarla dispararán un incremento involuntario de la tasa de desempleo, es decir, una recesión de la economía.

Los economistas usan dos imágenes para ilustra el dilema aquí planteado: si la Reserva Federal (la Fed) logra que la inflación baje sin provocar una recesión, se dice que habrá logrado un “aterrizaje suave”. Si, por el contrario, al intentar controlar la inflación, sus acciones llevan a una recesión, se dice que habrá causado un “aterrizaje forzoso” de la economía.

La historia muestra que la Fed ha podido lograr un aterrizaje suave cuando la inflación apenas comienza a repuntar, incluso sin rebasar de manera significativa el objetivo establecido del 2 por ciento anual. Pero la evidencia del pasado sugiere que, si la inflación se ha escapado muy por encima de la meta, la única manera de controlarla y regresarla por debajo del objetivo es provocando una recesión, así sea involuntaria.

El patrón anterior no es una condena. No es una ley económica grabada en piedra a la cual es imposible escapar. Es tan solo una regularidad del pasado que, como todo proceso histórico, es un producto social influido por las condiciones particulares, la tecnología, y la suerte. Cada nueva coyuntura es una nueva oportunidad. Pero los momios no son muy favorables.

Para controlar la inflación, la Fed deberá de incrementar sus tasas de interés, encareciendo el financiamiento, reduciendo el crédito en el sistema y buscando moderar las presiones de demanda que alimentan el empuje de los precios. Este proceso requiere, más de arte que de ciencia.

Es como los cocineros que conocen una receta, pero saben que al final deben de encontrar la pisca de sal justa para obtener el sabor perfecto, una pisca de más o de menos y el guiso queda salado o insípido. Así será la labor de la Fed para tratar de domar la inflación sin provocar una recesión económica en los Estados Unidos.

La modulación se complica porque la actual coyuntura se encuentra en mitad de varias corrientes cruzadas: por un lado, la pandemia no ceja, y sigue metiendo en cuarentena a regiones claves para la economía global, como Shanghái y Pekín, y los repuntes en Europa y Estados Unidos amenazan con nuevas restricciones a la convivencia social; por el otro lado la guerra en Ucrania continuará afectando los mercados de materias primas, que se han convertido en una fuente complicada de inflación.

¿Cómo evolucionarán en los próximos meses esos dos factores, que han configurado lo que los economistas llaman, un choque de oferta? Difícil saberlo. Y más difícil aún es estar cierto de que no habrá choques similares entre el día de hoy y el momento en que podamos declarar victoria contra la inflación. De aquí a que la inflación en Estados Unidos se ubique por debajo del 2 por ciento esperemos que ya no haya otros sustos.

La economía de los Estados Unidos, así como sus mercados financieros, de crédito y su sector externo, son tan grandes, que son muy importantes para el buen curso de las economías del resto del mundo. De su marcha dependen varios países, incluso recónditos en la geografía global. Si tan solo la Fed supiera lo importante que para el resto del planeta es que tenga éxito en bajar la inflación sin producir una recesión, no dormiría tan tranquila.