Los inversionistas bursátiles del mundo contaron, desde el año 2000 a la fecha, con un seguro que los rescató una y otra vez cuando los mercados se derrumbaban: la liquidez irrestricta de la Reserva Federal de los Estados Unidos, que cada vez que los principales índices bursátiles se hundían en el territorio conocido como mercado “bear”, se activaba con el fin de impedir que los bajos precios de las acciones afectaran el crecimiento económico. Así ocurrió sin falta los últimos veintidós años. Pero es muy poco probable que ocurra esta vez, pues a diferencia de otras ocasiones. Hoy hay inflación.
Tomando un concepto prestado de las finanzas, y en particular del mercado de opciones, al rescate que de manera repetida la Fed hacía de los mercados cada vez que coqueteaban con el mercado “bear”, se le llamó el “put” de la Fed, sugiriendo que, de manera implícita, el banco central impediría que los principales índices accionarios se hundieran más allá del 20 por ciento por debajo de su nivel máximo.
La forma de impedirlo, y ocurrió de manera repetida las últimas dos décadas, era con la Fed recortando sus tasas de interés, y abriendo las puertas de liquidez al sistema. Exactamente lo contrario de lo que la Fed necesita hacer en este momento para contener la espiral inflacionaria más fuerte de los últimos cuarenta años en Estados Unidos.
Si la Fed pudo funcionar como un seguro en contra de las caídas del mercado superiores a 20 por ciento en las últimas dos décadas, fue por que la inflación estuvo ausente, y por lo tanto pudo arriesgarse a llevar las tasas a cero por ciento y a inundar de liquidez el sistema.
Pero justamente esa sobre inyección de liquidez por parte de bancos centrales y del gobierno, es uno de los factores causantes de la peor inflación de las últimas cuatro décadas. Sería absolutamente contraproducente que la Fed tratara de parar la caída de los mercados aplicando la receta por la que los economistas la culpan de haber creado este grave rebote inflacionario. No se apaga un incendio echándole gasolina al fuego.
Si la Fed privilegiara proteger los mercados y revirtiera su estrategia, de nuevo bajando tasas de interés y reanudando la inyección de liquidez, perdería por completo la poca credibilidad antiinflacionaria que aún le queda después de haber sido complaciente con la inflación y dejarla crecer hasta los actuales niveles en donde parece que se ha salido de control.
Adicionalmente, las tasas en cero, y las inyecciones de liquidez mediante compra de activos por los bancos centrales, que tan bien fueron recibidos en el pasado, ya no cuentan con el mismo prestigio entre los inversionistas. Ya son una herramienta que demostró que tienen un riesgo, el de disparar la inflación, por lo que de usarse en el futuro, así sea lejano, ya incluirán una prima de riesgo que hasta hace unos meses no incluían, pues su uso en las crisis financieras del 2000, del 2008 y en la pandemia en 2000, no causó daño en el frente inflacionario.
Hasta que un día de 2021 la estrategia tronó, causando la grave reflación que sufrimos actualmente.
Pero no es que la Fed no nada más ya no pueda rescatar a los mercados. Sino que quizá ya no quiere. Es más, es muy probable que quiera que los inversionistas sufran más de lo que ya están sufriendo.
La actual coyuntura inflacionaria tiene dos causantes: una baja en la oferta, y un exceso de demanda. La caída en la oferta se resolverá con el tiempo. El exceso de demanda se resuelve restringiendo la ancha manga financiera que ha permitido una expansión del gasto por encima de lo debido.
Una de las formas de reducir el exceso de demanda es encareciendo el crédito subiendo la tasa de interés. Otra es si las bolsas de valores caen. No es improbable que en la Fed algunos piensen que una baja severa de las bolsas de valores sea equivalente a subir varios puntos la tasa de interés. En la actual coyuntura de inflación, una baja de las bolsas quizá ayude tanto como varias subidas de tasas.
Si estamos ante el escenario aquí descrito, quizás entonces a los mercados les falte todavía un trecho por caer. Quizá veamos en las próximas semanas tropezones más severos. O peor aún.
Quizá veamos un período prolongado de abulia bursátil, de languidez financiera. Pues tal vez la inflación tomará tiempo en ser controlada, y las tasas en cero y las inyecciones de liquidez, que tan feliz hicieron a millones de inversionistas los últimos veinte años, cayeron en el descrédito, al punto que tal vez sean como las golondrinas de Bécquer, y ya no vuelvan. Al menos por un buen tiempo.
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