La pandemia, la guerra en Ucrania, la guerra fría en el Mar del Sur de China, han mostrado que el mundo puede ser un lugar peligroso para la globalización, y que no es mala idea limitarse a lo que nos queda de aquí a la esquina. Desde Apple hasta Nike, las compañías están revaluando la relocalización de sus cadenas de producción y suministro, que se extendieron por todo el globo los últimos treinta años buscando los menores costos posibles. La globalización funcionó bajo un supuesto que se daba por sentado pero que hoy sabemos claramente, que no es así: que el mundo estaría siempre en paz y sin sorpresas.
La globalización de la producción y del consumo requiere que haya paz, dinero y salud. Wall Street se encargó que hubiera dinero, Washington se suponía que se encargaría de la paz, pero nadie pensó en la salud, hasta que nos hizo falta en la pandemia.
La pandemia fue una sorpresa para miles de millones de personas, menos para un grupo de científicos (y Bill Gates), que advirtieron con oportunidad el riesgo creciente de una peste global como la que aún nos aqueja. Fue una sorpresa para los que no quisieron oír, como Wall Street, quien estaba muy entretenida financiando una cadena de suministros intrincada por todos los rincones del mundo.
Cuando la pandemia irrumpe, súbitamente los países avanzados se dan cuenta que todo su poder no podía conseguirles mascarillas ni respiradores, pues estos se producían en China, y ese país se había enclaustrado para tratar de detener al virus. La misma suerte corrieron centenares de insumos producidos por el coloso asiático, y para empeorar las cosas, el insumo esencial de la era tecnológia, el semiconductor, sufrió una dislocación de su logística que disparó una escasez que aún no se resuelve.
El mayor productor de chips del mundo es Taiwán, un país no reconocido como tal por China, lo que implica un foco latente de conflictos armados, los cuales pueden dispararse de un momento al otro en el contexto de la soterrada disputa por la hegemonía global de ese país con los Estados Unidos.
Ante la escasez de semiconductores, el riesgo de que la oferta global de ese insumo crítico sea interrumpida por la estrategia territorial de China ha quedado al descubierto para el resto del mundo, que ya había sufrido el desabasto de centenares de productos e insumos en el inicio de la pandemia.
Y en medio de ese contexto, Rusia invade Ucrania y Europa se da cuenta de su altísima dependencia del gas y del petróleo ruso; los países africanos se dan cuenta de cuánto depende su estabilidad social y política del trigo de ambos países; México, Brasil y Argentina se percatan de cómo no pueden cultivar sus campos sin el fertilizante de esas dos naciones en guerra.
Estos últimos tres años deberían de haber mostrado a, literalmente todos, que este mundo a veces puede ser muy peligroso, y que si vamos a fabricar un semiconductor, un cubre bocas, o un respirador en cinco países, es necesario que esos cinco países estén en paz hacia dentro de sí mismos, así como entre ellos.
Y la paz, es también lo que está fallando. La “Pax Americana”, ese intangible del famoso “Consenso de Washington” nucleado alrededor de la democracia liberal, la libertad de expresión, la libertad de empresa y el libres mercado, es lo que está fallando.
Economías como la china, la rusa, y otras, incluso la India, desconfían de la receta. Peor aún. La presidencia del nefasto Donald Trump y su permanencia en el escenario político norteamericano sugieren que incluso en los Estados Unidos, las reglas de la Pax Americana están siendo cuestionadas.
El “Consenso de Washington”, cuyos pilares eran una política fiscal balanceada, y una política monetaria ortodoxa, tenía una contraparte política: la generalización en el mundo de la democracia liberal, basada en la libertad de expresión, la libertad de empresa, y la libertad comercial. Pero la pandemia mostró los límites de ese consenso, con la derecha politizando el uso del cubrebocas, con China y Rusia cerrando sus economías, entre otras señales.
La globalización, entendida como una extensa e intrincada cadena de suministros y logística que busca reducir al mínimo los costos de producción y distribución, está en crisis y quizá no la volvamos a ver como existí antes de la pandemia en mucho tiempo. Quizá entonces lo globalización ahora solo llegue hasta la esquina. Y eso representa una oportunidad enorme e invaluable para México.
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