Los vigilantes del mercado parecen estar de regreso. Replicando a aquellos inversionistas de bonos de los años ochenta y noventa, que solían castigar a los gobiernos y banqueros centrales que dieran señales de apartarse del buen comportamiento subiendo las tasas para poner orden, los mercados no nada más doblegaron a la primera ministra del Reino Unido, sino que acabaron defenestrándola, reduciendo su mandato al más breve en la historia de ese país. Hicieron algo más, enviaron el mensaje al resto del mundo de que, en medio de este entorno deteriorado por la reflación, serán intolerantes a aquellas economías que se aparten del equilibrio fiscal y monetario (y premiarán a las bien portadas).
Liz Tuss, la impresentable primera ministra del Reino Unido, ciega e insensible a las condiciones económicas globales, intentó implementar una estrategia económica que implicaba un crecimiento del déficit fiscal, un incremento consecuente en la deuda pública, acompañados de una expansión del gasto del gobierno para apoyar los ingresos familiares contra los incrementos en la en energía, alimentando el exceso de demanda sin importar que este es uno de los factores detrás del crecimiento de la inflación.
La enorme irresponsabilidad de Tuss y su gobierno, alimentada por la fantasía de que reducir los impuestos en esta circunstancias impulsaría el crecimiento de la economía británica, disparó de manera violenta las tasas de interés locales, al tiempo que hundía a la libra esterlina a su mínimo histórico en contra del dólar estadounidense, fracturando los mercados financieros del país, paralizando el crédito y poniendo a los enormes sistemas de pensiones de los trabajadores ingleses al borde de la moratoria.
El deterioro en las condiciones financieras en el Reino Unido fue tan violento que el Banco de Inglaterra tuvo que recular en su estrategia de retirar liquidez del sistema como parte de su estrategia antiinflacionaria, inyectando liquidez con el fin de evitar un colapso del sistema de pensiones local. Humillado por los vigilantes de los mercados, el banco central tuvo que desandar lo ya caminado en su retiro de liquidez del sistema.
Más allá del efecto sobre los mercados, la economía y la política del Reino Unido, los mercados parecen estar enviando un mensaje muy claro, poderoso, contundente, a las autoridades financieras del mundo.
¿Quiénes son los vigilantes? ¿Qué hacen para recibir ese nombre? ¿Cómo pudieron poner de rodillas al gobierno del Reino Unido, forzándolo a recular respecto de las políticas absurdas que habían anunciado?
Los vigilantes son los grandes inversionistas del mercado de bonos global, quienes han sufrido este año el peor de los quebrantos en la historia de las finanzas mundiales. Así como se oye. Simplemente en el mercado de bonos más grande y sofisticado de todos, el de Estados Unidos, las pérdidas acumuladas en el año hasta el día de hoy rondan el 19 por ciento.
Tales pérdidas colosales derivan de un hecho: el violento incremento de las tasas de interés de los bancos centrales en 2022, especialmente por parte de la Fed de Estados Unidos, la cual reaccionó tardíamente al retorno de la inflación. Los precios de los bonos se mueven en sentido inverso a las tasas, así que error de la Fed les ha costado a los grandes inversionistas de bonos perdidas descomunales en sus valuaciones.
La confianza de los inversionistas de bonos en las autoridades monetarias y financieras del mundo ha sufrido un grave deterioro. La Fed les dijo que la inflación sería temporal, provocando un alza dulce de las tasas de interés sin afectaciones mayores al crecimiento económico. La realidad ha sido lo contrario, con alzas violentas en los réditos y la perspectiva de una recesión inminente creciendo en el horizonte, lo que ha provocado minusvalías profundas en los portafolios de bonos.
La avalancha de venta de bonos británicos tras el anuncio de Liz Tuss desplomó el precio de los bonos de ese país, provocando un incremento tremendo en las tasas de interés, paralizando el crédito hipotecario, hundiendo a la libra esterlina y forzando al Banco de Inglaterra a intervenir a regañadientes para evitar un quebranto financiero de país.
Algo similar está ocurriendo en Japón, en donde, a contrapelo de lo que hacen el resto de los bancos centrales, el Banco de Japón sigue inyectando liquidez con el fin de subir la inflación (si, subirla) a cerca del 2 por ciento, para mantener el crecimiento económico. En otras circunstancias durante los últimos veinte años dicha estrategia habría sido indolora, pero no esta vez. Los vigilantes están apostando contra el yen japonés, hundiéndolo en mínimos de 32 años, forzando al banco central a vender dólares de sus reservas para apoyar a su moneda.
La implausible Turquía, quien en medio de una inflación superior al 80% sigue recortando sus tasas de interés de corto plazo, también es presa de los vigilantes, hundiendo la cotización de la lira y elevando las tasas de interés de largo plazo.
Pero quizá la gran arena en donde los vigilantes están buscando determinar el curso de la política económica y financiera sea en los Estados Unidos, aunque en un sentido inverso al del resto del mundo, pues mientras en los otros mercados los vigilantes están subiendo las tasas para evitar que el balance fiscal y monetario se desordene, en EEUU la presión es para que la Fed deje de subir, y el gobierno no reduzca su déficit fiscal de manera tan brusca como lo está haciendo.
Los vigilantes, tan estrictos en el resto del mundo, están dispuestos a tolerar la inflación que sea con tal de que la Fed baje cuanto antes sus tasas de interés. Están amagando con escenario catastrófico, de altísimo desempleo, de agudo dolor económico, para que la Fed deje de subir sus tasas a pesar de la terca inflación que no ceja. Con el Banco de Inglaterra son intransigentes, con la Fed son alcahuetes. Al Reino Unido, a Japón, a Colombia, a Chile, a Turquía, no les permiten apartarse un milímetro del guion prescrito por los manuales para cuidar la estabilidad financiera. A la Fed no únicamente le permiten que la inflación casi triplique la tasa de interés, sino que le exigen que comience a reducirlas lo antes posible.
Son unos vigilantes muy peculiares, pues son muy estrictos cuando echan el ojo al gato, pero complacientes cuando miran al garabato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario