No cabe duda de que, en lo que se refiere a las criptomonedas, la costumbre es más fuerte que el amor. Pues quizá solo quede eso, la pura costumbre, como respaldo de un activo que ha demostrado ser lo que sus malquerientes (como un servidor), insistimos siempre que era. Un fraude. La costumbre de escuchar por todas partes que ese cascarón informático haría rico a sus poseedores en muy corto tiempo es más fuerte que la realidad incluso, pues aún hay inversionistas aferrados a las cripto a pesar de ser una de las peores inversiones de este, y de los últimos cinco años.
Hace un año Bitcoin, la nave insignia de la (des) armada de criptomonedas, cotizaba en casi 51 mil dólares por unidad. Este fin de semana su valor ronda los 16 mil, una caída de más de 67 por ciento, sin duda uno de los peores desempeños dentro de los mercados de activos financieros (quizá porque ni Bitcoin ni ninguno de los de su corte, sean siquiera un activo financiero).
Una ojeada rápida a los rendimientos de algunos de los activos financieros más populares durante los últimos cinco años no deja muy bien paradas a las criptomonedas. De inicios de 2018 a la fecha, el Nasdaq ha ganado un sólido 90 por ciento; superando decididamente al S&P 500, quien ha avanzado 64 por ciento. Por su parte el precio del oro ha subido 41 por ciento, mientras que el dólar ha remontado 19 por ciento contra las principales divisas del mundo.
Una estrategia de inversión paciente, a pesar de la terrible volatilidad reciente, ha dado a los inversionistas en activos financieros rendimientos muy atractivos en el último lustro.
Pero si alguien se creyó el cuento de que Bitcoin sería una inversión imbatible, en el período mencionado Bitcoin ha tenido un rendimiento no superior al 7 por ciento. Vendidas como una protección contra la erosión inflacionaria producidas por la explosiva política monetaria de los bancos centrales, Bitcoin y sus amigas han sido una de las peores inversiones del lustro, durante el cual la inflación en Estados Unidos ha acumulado un alza de 21 por ciento, superando al incremento de las cripto monedas por un factor de tres veces.
Pero el desempeño de los precios es apenas un síntoma de lo que está ocurriendo en estos momentos en el misterioso mundo de las cripto monedas y las cripto finanzas, en donde el fraude rampante, la bancarrota de inversionistas, y la pérdida total de sus apuestas de miles de personas se extienden a diario con nuevas noticias de jugadores que resultan ser lo que siempre insistimos en este espacio que eran: mero robo en despoblado de tipos listos que buscaban abusar de la confianza e ignorancia de otros miles de ahorradores. Un esquema piramidal que tarde que temprano, llegaría a su final.
Porque no podía ser de otra manera. Porque una criptomoneda no produce nada, más que expectativas de que alguien podrá comprarla cada vez más cara de manera infinita. En el momento en que esa expectativa cambia, nadie puede garantizarle al último comprador de cripto moneda que existirá alguien dispuesto a sacarlo de la trampa.
Y así está ocurriendo: trampa tras trampa, miles de inversionistas está cayendo, y los que hasta hace poco eran genios financieros (como el tal Sam Bankman-Fried) demostraron ser meros ladrones que embaucaron a centenares de miles de “inocentes” que se creyeron el cuento de grandes retornos en muy poco tiempo.
En los últimos doce meses decenas de trampas financieras (como Celsius Networks, Luna, FTX, etc.), disfrazadas de bolsas de valores de cripto activos y promocionados por estrellas de Hollywood y del deporte, han implosionado, dejando al descubierto el sencillo esquema fraudulento alrededor de un complejo producto informático, resultante de una tecnología que, esa sí, está llamada a cambiar la industria.
Porque el esquema es muy sencillo. Como en su momento fueron tulipanes, o acciones de empresas tecnológicas, o terrenos baldíos en medio de los pantanos, o casas en Estados Unidos, ahora fueron estos bilimbiques que se hacen llamar monedas (por pura estrategia mercadológica), la ocasión de jugar un juego antiquísimo: vender algo muy por encima de su valor intrínseco mediante el artilugio de convencer, y convencerse, de que su precio subiría siempre
Pero, como les gusta promocionar a los vendedores: “esta vez es diferente”. El tulipán al menos sirve para adornar nuestra sala. Una cripto moneda o sus derivados, solo tiene valor entre aquellos que se lo otorgan, como las cartitas del mundial de Panini, que valen básicamente para los aficionados al futbol.
Las pérdidas para los inversionistas del mundo cripto no dejan de crecer. Pululan hoy los escándalos de “financieros” que resultaron ser meros granujas, magistrales vendedores de humo capaces de engañar incluso a personas e instituciones muy inteligentes, presas de la avaricia de grandes ganancias en muy poco tiempo, una debilidad tan humana y común como el amor o la costumbre.
Es fácil acostumbrarse a ganar mucho en poco tiempo. Es fácil enamorarse de un portafolio que se multiplicaba a diario como en su momento lo hizo Bitcoin y su corte. Pero más del 80 por ciento de los inversionistas en esos activos están ahora bajo el agua, con severas pérdidas, así que sólo les queda la costumbre, porque el amor por las cripto se les está acabando
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