Generaciones enteras de niños mexicanos vivíamos un momento de angustia los domingos muy temprano en la mañana: cuando el niño que había ganado grandes premios tenía que elegir entre llevárselos a su casa, o pasar a la catafixia. Algunos ganaban un espléndido conjunto de muebles y regalos, otros se quedaban con un triste pellejo. Así está la Reserva Federal de Estados Unidos, en medio de una terrible catafixia: detrás de la primera cortina se encuentra la espantosa inflación; detrás de la segunda cortina amenaza una crisis del sistema bancario.
Porque no podía ser de otra manera, el artículo de esta semana utiliza ese genial concurso ideado por Chabelo para confrontar a los niños, quienes, en transmisión en vivo, en cadena nacional, tenían que decidir entre sus ambiciones, lo que ya habían obtenido, para arriesgarse por el premio o el fracaso, todo ello en un contexto de angustiante incertidumbre.
No es muy distinto a la situación que enfrenta el banco central de los Estados Unidos, la Fed, estos días. Ya ha logrado un control relativo de la inflación, la cual se ubica significativamente por debajo de sus niveles máximos observados en verano pasado. Pero el premio que la Fed busca no es el actual seis por ciento, sino el dos por ciento que se ha fijado como objetivo, una inflación lo suficientemente baja para que sea estable en el largo plazo.
Para obtener ese premio de una inflación de dos por ciento, la Fed enfrenta esa ardua catafixia: seguir subiendo sus tasas de interés lo suficiente para moderar la expansión de la demanda y así amarrar la inflación, con el riesgo de que algo se rompa en la economía, por ejemplo el sistema bancario; o no reducir el estímulo monetario lo suficiente por temor a una grave recesión económica, fallando en su mandato de reducir la inflación hasta el dos por ciento, en medio de una economía que lo que sigue mostrando hasta el momento, son síntomas de fortaleza en la demanda y producción.
Un rasgo comparten los niños del programa de Chabelo y Jerome Powell, el jefe de la Fed, ante sus respectivas catafixias: la enorme incertidumbre.
Los niños de Chabelo ignoraban qué había detrás de las cortinas. Powell y la Fed ignoran (como todos nosotros) lo que hay detrás de ese velo misterioso que es el futuro.
Pero hay una diferencia importante en estas Catafixias. Si fallaban, los niños de Chabelo perdían sus dotaciones ganadas. Si fallan Powell y la Fed perdemos todos, pues el origen y el destino del actual rebrote inflacionario global depende mucho de lo que ocurra en la economía de los Estados Unidos.
Curiosamente, Jerome Powell y los funcionarios de la Fed, quienes cometieron un error doloroso en los inicios de esta reflación al comunicarles a todos que lo que ocurría con la inflación era temporal, no perderán sus juguetes y premios a nivel personal, por lo que un niño de Chabelo arriesga, en ese nivel, mucho más de lo que arriesga Jerome Powell.
Pero si bien un niño de Chabelo arriesgaba los muebles nuevos de su casa, Powell arriesga el activo más importante de la Fed: su credibilidad.
Una de las razones por las cuales la Fed se enfrenta a la complicada Catafixia de aplicar la dotación correcta de alzas de tasas de interés a la economía estadounidense es porque detrás de una de las varias cortinas se encuentra un sistema bancario despedazado.
La primera muestra del estrés que podría subyacer al sistema bancario de Estados Unidos es la quiebra del ya famoso Silicon Valley Bank (SBV), el cual tuvo pérdidas insoportables al invertir una parte crítica de sus disponibilidades en bonos del tesoro de muy largo plazo a tasas muy bajas en 2020, cuando sus clientes lo inundaron con depósitos en medio de un auge de las empresas tecnológicas.
Dichos bonos comenzaron a despeñarse en sus precios a mediados de 2021, cuando la Fed comenzó a subir sus tasas de interés, pues los precios de los bonos siguen una ley de hierro, sus precios se mueven inversamente a la tasa de interés del mercado, y estas últimas son influenciadas significativamente por las tasas de la Fed.
Visto en retrospectiva, SBV hizo la peor de las apuestas: invirtió sus disponibilidades en el peor instrumento en el peor momento posible. En bonos de largo plazo justo antes de que la Fed empezara a subir sus tasas.
Pero esto queda claro hoy, cuando lo que en su momento era futuro ya es pasado (que es como se conoce a la retrospección).
Pero en aquel presente, cuando SBV tomaba la decisión que causaría su colapso, la Fed, la institución con mayor credibilidad del mercado, les decía a todos con mucha seguridad, que lo que veía era una inflación transitoria, que no provocaría una alteración significativa de sus condiciones monetarias.
El mensaje, que hoy sabemos que no fue el adecuado, que daba la Fed en ese momento, , quizá provocó que muchos agentes económicos tomaran decisiones como la ejemplificada en el caso de la desgracia de SBV: apostar a que las tasas de largo plazo no subirían, por lo que no había que temer a pérdidas colosales de capital, pues la inflación que en ese momento se asomaba ya, sería transitoria, como la Fed lo afirmaba con vehemencia y tranquilidad.
Puestos hoy sabemos que la estrategia de SBV fue descomunalmente equivocada, tanto que la llevó a su tumba. Puestos en ese momento, dado el mensaje de tranquilidad que la Fed transmitía, la decisión de SBV no parece tan fuera de lugar.
La gran lección que la Catafixia, ese magistral concurso de Chabelo, dio a generaciones de niños mexicanos es invaluable: nos hizo entender, con el ejemplo de los angustiados niños y padres que enfrentaban una difícil decisión frente a dos misteriosas cortinas, que toda decisión económica se toma en un contexto de incertidumbre.
Esa incertidumbre es dinámica, cambia mucho. Puede ser moderada, como la que existía hasta 2019, o puede incrementarse de manera dramática, como ha ocurrido tras la pandemia, haciendo que las decisiones que la Fed y todos nosotros tomamos día a día, enfrente un futuro crecientemente incierto.
Los niños de Chabelo tenían que decidir entre sus premios; nosotros ante la disyuntiva de ahorro de inversión; la Fed ante subir o bajar sus tasas. A cada uno, en esta vida, su propia Catafixia.
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