En su forma más simple, un banco es una gran idea: gana dinero prestando dinero de otros. Hacen negocio con dinero que no les pertenece. ¿Qué puede salir mal? En condiciones normales, todo debería de marchar bien. Pero una y otra vez a lo largo de siglos, el capitalismo ha sufrido sobresaltos, algunos severos, por fallas en el mecanismo bancario. ¿Será posible que esta marcha milagrosa de la economía y de los mercados, en donde todo marcha por la senda dorada de un crecimiento imparable, pleno empleo e inflación descendente, sea interrumpida, una vez más, por fallas en el sistema bancario? Veamos.
La semana pasada, Janet Yellen, una de las mejores mentes económicas del mundo, y que toca la casualidad, es la secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, emitió una advertencia durante su comparecencia en el Congreso: el deterioro de la cartera crediticia ligada al sector inmobiliario estadounidense podría representar un riesgo a tomar en cuenta, especialmente entre los bancos menores, y entre los intermediarios no bancarios.
Vamos por partes. Primero, existe un eslabón especialmente débil en el sector inmobiliario: los bienes raíces comerciales (BRC), los cuales han sido afectados por el desplazamiento del comercio hacia vendedores en línea (como Amazon), así como por el trabajo en casa resultante de la pandemia. Lo anterior ha orillado a que el valor de las propiedades, la mayoría de ellos comprados con financiamiento, se encuentre en muchos casos por debajo del crédito contratado. Es decir, ni vendiendo el inmueble puede pagarse el financiamiento incurrido.
Segundo, el financiamiento de BRC está particularmente concentrado en los bancos regionales (de mediana talla), y en los intermediarios no bancarios (como fondos e hipotecarias), los cuales sufren de la peculiaridad de no tener una base diversificada de financiamiento. Como cuentan con depósitos limitados (los regionales), o de plano no tienen depósitos, y deben de recurrir a los bancos grandes o al mercado (los no bancarios), estos intermediarios son susceptibles a los vaivenes del mercado de crédito.
Un banco debe de cuidar en todo momento los dos brazos de su balance: el activo (los créditos que otorga), y el pasivo (los depósitos y créditos que recibe). La situación crítica en la que se encuentra el sector de BRC en Estados Unidos significa que muchas instituciones financieras se encuentran en un riesgo importante en esos dos brazos.
Las últimas dos semanas las acciones de los bancos regionales en Estados Unidos han sido masacradas, recordando la crisis bancaria de hace un año, si bien el resto del mercado, propulsado por las increíbles ganancias del sector tecnológico, ha permanecido aislado.
En este punto vale la pena recordar que una de las principales fuentes de financiamientos de los bancos regionales y de los intermediarios no bancarios, son los bancos grandes, aquellos que si cuentan con una extensa base de depósitos para llevar a cabo sus operaciones. Gigantes como JP Morgan, Bank of America, o Citigroup, si bien no financian directamente al sector BRC de manera intensa, si financian a la banca regional y al sector no bancario, por lo que su exposición indirecta al sector inmobiliario debe de añadirse a su exposición directa.
En lo personal, las memorias de la crisis financiera del 2008-2009 son vívidas. Me tocó sufrirlas mientras trabajaba en un intermediario no financiero internacional que quebró en esa coyuntura. La brutalidad de la crisis fue inusitada. Sentías caminar por un terreno minado en donde todo estallaba a tu alrededor.
Las principales economías aprendieron la lección de esa crisis, y las reglas y requerimientos de capital que impusieron al sector bancario reforzaron a esta industria, tan crucial para el capitalismo moderno, de forma que hasta el momento la banca ha tenido un desempeño sólido y sorprendentemente bueno durante el actual ciclo económico/monetario, en donde los bancos centrales han subido abruptamente sus tasas de referencia.
Decíamos al inicio que los bancos prestan dinero de otros, no el suyo. Tras la crisis de 2008-2009, los reguladores de las principales economías obligaron a los bancos a poner más dinero propio en el negocio. Esto es lo que significa aumentar la capitalización de los bancos. Los resultados son favorables, y la economía global ha sorteado el actual episodio económico, complicado como pocos, sin el sobresalto de quiebras bancarias.
Pero la naturaleza del negocio bancario: el de prestar lo prestado, es susceptible de fallar si las condiciones económicas se deterioran. El desplome de los BRC en Estados Unidos desencadenó la semana pasada en muchos países una cadena de provisionamiento contra potenciales pérdidas que redujo la rentabilidad de los grandes bancos. El fantasma de la crisis bancaria sigue rondando, esperemos que se mantenga lejos.
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