Si le piden a un economista que les ayude a evitar una burbuja financiera, la mayoría les dará un consejo que les servirá muy poco: “sólo sabemos que es una burbuja hasta que revienta”. Es difícil decir que lo que estamos viendo estos días en múltiples rincones de Wall Street no sea una burbuja. Desde los chips de inteligencia artificial, hasta las mega tecnológicas, pasando por al cacao y las criptomonedas, existen muchos activos financieros cuyos precios se han inflado más allá de cualquier cálculo racional. ¿Estamos en una locura especulativa que acabará mal? Sólo lo sabremos si, y cuando reviente. Lo siento.
Uno de los ejemplos más escandalosos es el precio de la acción de la fabricante de chips Nvidia, la líder de fabricante de semiconductores para el procesamiento de la inteligencia artificial. Su acción ha subido un impresionante 49 por ciento en lo que va de este año, luego de haber despegado un increíble 239 por ciento en el 2023.
Para ser una compañía ya tan grande, el rally continuo en el precio de su acción la ha propulsado por encima de las colosales Amazon y Google medidas por su valor en el mercado, convirtiéndola en la tercer mayor empresa del mundo por ese criterio.
La euforia por las acciones de Nvidia responden a la demanda furiosa por aquellas compañías relacionadas con la inteligencia artificial. Los inversionistas apuestan que dicha tecnología transformará la economía y los negocios mundiales, y que aquellas empresas, como Microsoft, que cuentan con divisiones enfocadas en su desarrollo e implementación, ganarán la próxima oleada de innovación y de ganancias.
La locura financiera por la inteligencia artificial ha causado que el valor en bolsa de Nvidia supere al de todo el sector energético cotizado en Nueva York, el cual incluye a gigantes petroleros como Exxon Mobil, Chevron, ConocoPhillips, Halliburton y Occidental Petroleum y otras diecisiete compañías. Lo asombroso es que el sector energético genera casi ocho veces más ingreso que Nvidia, por lo que la razón por la que la fabricante de chips vale más que todas las petroleras juntas es difícil de entender.
Otro rincón en donde hay un olor y sabor a burbuja es el de las cripto monedas, esos activos estrafalarios que no producen nada, que no proporcionan ingresos, pero que han sido exitosamente vendidos como un equivalente digital del oro. La criptomoneda más famosa, Bitcoin, trepó 106 por ciento el año pasado, y en lo que va de este ha remontado ya un fortísimo 22 por ciento, alimentado por la expectativa de bajas en las tasas de interés de referencia de la Fed. ¿Por qué algo que no da ingresos, ni sirve para algo, sube como ha ocurrido? La explicación es forzada.
Los precios de algunas materias primas están volando también más allá de lo lógicamente explicable, levantando sospechas de que los especuladores están avivando las cotizaciones del fruto más allá de lo determinado por su oferta y la demanda. Los precios del cacao por ejemplo han subido casi 110 por ciento en el último año, empujados por malas condiciones climáticas en Costa de Marfil y Gahana, los dos principales productores mundiales. Los precios del jugo de naranja han volado 55 por ciento en los últimos dos meses, rebasando el desempeño de la mayoría de las acciones de Wall Street.
El desempeño de las siete mayores empresas de las bolsas también tiene un tufo a burbuja. Las llamadas “Siete Magníficas” (Microsoft, Apple, Nvidia, Amazon, Google, Facebook, y Tesla) ha sido difícil de entender y de explicar: Los últimos dos años las acciones de estas siete vedetes del mercado ha sido tal, que su valor combinado en bolsa representa casi 30 por ciento del total del mercado, la mayor concentración para un grupo de ese número en la historia de Wall Street, salvo por la fatídica fecha de 1929, cuando las bolsas experimentaron su desplome más dramático.
Las burbujas especulativas son un ingrediente inherente en los mercados financieros. La exuberancia de precios quizá tenga la función de entusiasmar a los inversionistas para que entren en las bolsas y estas puedan así cumplir con su función de financiar la inversión de la economía. La ilusión de ganar mucho dinero en muy poco tiempo es un poderoso magneto para atraer a los ahorradores y canalicen sus recursos al financiamiento del capital. A los inversionistas no les gustan los mercados aburridos. La verticalidad de los precios es un atractivo necesario para que los mercados de capitales funcionen.
Pero el problema de las burbujas es que revientan. Que aquellos que compraron al final, justo antes de truene la burbuja acaban arruinados, perdiendo sus ahorros, miles de fortunas se destruyen, el canal de financiamiento se atrofia e interrumpe.
Mientras las burbujas se inflan surge una distorsión: la inversión se concentra en aquellas empresas protagonistas de la euforia, mientras que las empresas normales sufren una sequía de financiamiento, privándolas del capital necesario para su crecimiento, y cuando las burbujas estallan, estas empresas son presas del malestar general del mercado.
¿Estamos viendo un baño de burbujas en Wall Street?...lo sabremos solamente si, y cuando, estalle.
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