La persistencia de tasas de interés de largo plazo en México en niveles muy elevados nos dice varias cosas, como ya escribíamos en una columna anterior, además de los problemas macroeconómicos y las condiciones financieras de mediano plazo patentes en las altas tasas de largo plazo, existe otro hecho que subyace a la empinada curva mexicana: México, a diferencia de sus principales países competidores en la franja de mercado emergente, no tiene una historia convincente qué contar.
Miren a China, la dueña de la manufactura global, la más importante inversionista en deuda de EU, y una fuente de liquidez global a la que muchos recurren en estos momentos. Miren a la India, dueña de la siderurgia global, perfilándose a ser un jugador clave en la industria automotriz, y el enclave básico de la industria del software internacional. Miren a Brasil, el gran proveedor de commodities, el dueño de enormes y poderosos bancos que serán cada vez más globales, la sede del tercer productor de aviones más grande del mundo, el sitio del cuarto mayor mercado de futuros y derivados del planeta.
México tuvo una historia que contar, una historia que comenzó en 1994: nuestra asociación comercial con los EU y Canadá, el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (NAFTA por sus siglas en inglés). Durante todos estos años, los mercados no han visto a México del todo como un mercado emergente, algunos lo clasifican casi como una parte integrante de la economía estadounidense.
Pero con la terrible crisis de la economía estadounidense, la cual será secular y prolongada, esa historia que contar se convirtió en historia que ocultar. Esta intrincada integración con EU ha causado que México sea con mucho la economía más afectada de América Latina y del bloque de economías emergentes. La historia de ser parte del NAFTA, la cual el resto de los países emergentes nos envidiaban, ha dejado de ser una historia que los inversionistas globales quieren escuchar.
¿Qué historia podemos contar hora al mundo?
Brasil tiene bancos enormes, llenos de liquidez y agresivamente apuntando al exterior. Los inversionistas globales que quieren invertir en el sector bancario en Brasil, tienen muchas opciones y un mercado profundo. México no tiene bancos, los dueños del dinero son los bancos españoles y estadounidenses, así que si un inversionista global quisiera invertir en el sector bancario mexicano –que va a repuntar tras esta crisis– no tiene muchas alternativas.
México no tiene siderurgias, queda sólo una, y está en bancarrota desde hace más de una década; no tenemos un sector de alta tecnología, los inversionistas no pueden invertir en petróleo y electricidad como en Petrobrás, como en las múltiples eléctricas brasileñas. Nuestro mercado de capitales sigue siendo increíble y desproporcionadamente delgado, y las opciones para apostar por México se limitan a un tercio de decenas de nombres las cuales dependen de muy pocas personas.
La historia que queríamos contar, se ha frustrado: la apuesta por la infraestructura. A pesar de las buenas intenciones, y de que seguimos lanzando al mercado algunos proyectos, la verdad es que la historia de la infraestructura es una historia difícil de contar en estos momentos.
Si los inversionistas globales no quieren entrar a comprar bonos de largo plazo, los cuales son extremadamente líquidos y extremadamente atractivos desde el punto de vista del riesgo, mucho más difícil será que se interesen de manera masiva por el mercado de infraestructura: extremadamente ilíquido, con riesgo de demanda la mayor parte de los proyectos, con riesgos de ingeniería y de desempeño, etcétera.
La apuesta por la infraestructura no nada más es una historia buena para contar, sino que es urgente y necesaria. Es más, vamos muy retrasados. Pero la forma en que la queríamos contar ya no funciona. Queríamos contarla como una historia en donde el sector público y el privado irían de la mano, compartiendo riesgos y recompensas. Con las actuales condiciones al sector privado le cuesta mucho incurrir en esos riegos así que tenemos que encontrar otra forma de contar la historia.
Nuestras pocas empresas globales están en un impasse: Cemex en el sector equivocado, América Móvil y Telmex no han aprovechado la coyuntura comprando más compañías; las mineras enfrascadas en pleitos legales; Bimbo apalancando al máximo su expansión; IDEAL e ICA circunscritos a México; y nuestros tres bancos mexicanos, el que no está emproblemado con papeles de las Sofoles, está siendo aplastado por la liquidez de la banca española.
Pero lo que nos debe de quedar claro es que la historia que contábamos por el mundo ya no es suficiente: ni es suficiente ser el socio del NAFTA. Tenemos que añadir capítulos novedosos a la historia: empresas globales, sectores de punta, una fuerza de obra más que barata, educada.
Porque la historia que México está contando en estos momentos es una dependencia excesiva del NAFTA, narcotráfico y corrupción mezclados con violencia, incapacidad de llegar a acuerdos, tan sólo un puñado de empresas globales, y sin una estrategia de largo plazo. Y ésa es una historia que a los mercados globales no les interesa, sobre todo cuando China, India y Brasil están contando historias tan interesantes.
2 comentarios:
Una columna estupenda.
Saludos!
Me acabo de topar con una buena entrada en el blog de Freakonomics sobre el repunte de las tasas de interés de largo plazo del Tesoro norteamericano. Aquí va: http://freakonomics.blogs.nytimes.com/2009/06/15/krugman-vs-ferguson-letting-the-data-speak/#more-13317
Publicar un comentario