A diferencia de la medicina alópata, que busca remediar los males inyectando un agente que combata al portador del mal, la medicina homeópata funciona bajo el peculiar principio de inducir en el paciente agentes similares al patógeno para hacer reaccionar al cuerpo y que éste se defienda por sí solo.
El doctor Agustín Carstens, en vez de tomar la vía alópata de combatir el mal con su contrario, parece que acaba de recetar a la alicaída economía mexicana un remedio homeópata: si estamos en recesión debido a la falta de gasto, hay que reducir el gasto.
Un amigo mío de Sinaloa me llamó el otro día preguntándome que si qué ocurría con los apoyos que la Sagarpa daba para complementar proyectos agropecuarios. El es uno de los principales asesores de empresas medianas y grandes del noroeste del país, y mucho de los proyectos que él asesora e impulsa dependen de esa pequeña pero importante ayuda financiera que el gobierno federal aporta.
Tales ayudas han sido recortadas del presupuesto de este año, como han sido recortados 12, 500 millones de pesos del presupuesto de infraestructura de la SCT; como han sido recortados apoyos a productores; como han sido cercenadas plazas de empleados públicos, y presupuestos de obras; como han tenido que doblegarse los planes de infraestructura de casi todos los estados y municipios del país ante la debacle económica.
¿Es posible que la política anti-cíclica de aumento del gasto en inversión se instrumente mediante un recorte del gasto de inversión? ¿Cuál es el truco, cuál es la suerte mediante la cual un recorte en el gasto público se traducirá en un mayor gasto público que compense el abatimiento del gasto privado?
Si los recortes de gasto público se han dado porque los ingresos fiscales se han hundido debido al desplome de la economía: ¿recortando el gasto la economía va a despegar y con ello van a subir los ingresos fiscales?
¿Por qué está el doctor Carstens agravando la enfermedad para curar al paciente? ¿Por qué en la mañana dicen que se va a combatir la recesión económica con el programa de infraestructura anti-cíclico, y en la noche se le quitan a ese programa los anticuerpos suficientes para que combata al patógeno recesivo?
La respuesta es sencilla, pero cruel: el doctor Carstens sabe que el paciente moribundo que es la economía mexicana tiene que tragarse uno de los dos venenos siguientes: o se recorta el gasto o se pierde la calificación crediticia del país.
El doctor Cartsens de entre los dos venenos que tenía para escoger ha elegido el de mantener la calificación crediticia del país.
De no haberse llevado a cabo el recorte de gastos, o de haberse decidido a socorrer con recursos al hoyo profundo de las finanzas públicas estatales y municipales, muy probablemente las calificadoras habrían degradado la calificación crediticia del país y eso hubiera significado de manera inmediata dos cosas: un dólar más caro, y tasas de interés más altas, y como consecuencia el crédito, ya de por sí escaso, menguaría aún más.
No haber realizado los recortes de gasto habría diezmado el crédito disponible para la economía y habría agravado la recesión económica. Para evitar ese escenario, el doctor Carstens decidió tomar el otro veneno: recortar el gasto y provocar así una profundización de la recesión que es de sospechar, será similar al efecto de una baja en la calificación.
Es de suponer que antes de aplicar la terapia, el doctor Carstens sopesó los costos de cada uno de los venenos y calculó que el que menor daño haría sería la ponzoña del menor gasto.
Es muy cómodo desde mi posición de articulista decir que el doctor Carstens se equivocó, y que el daño de una baja en la calificación no es menor al del recorte del gasto. Es muy cómodo decir que yo haría algo distinto y que habría aumentado el gasto y la inversión para salir del barranco.
Si tengo razón se me recordará como el analista que anticipó que el recorte de gasto fue una mala decisión, y si me equivoco, en el peor de los casos un lector memorioso me recordará algún día mi desatino, así que no voy a decir nada.
Pero lo que si puedo adivinar es que el doctor Carstens, profundamente inteligente como es, sabe que con su cargo viene engrapada una responsabilidad feroz e ingrata: la de acertar en el diagnóstico y en el tratamiento. Mi vaga y liviana responsabilidad como columnista es levantar la mano y decir: quizá esa no sea la mejor idea, doctor.
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2 comentarios:
Mi estimado Edgar, a tu análisis sólo le falto también distinguir entre el veneno que mata en el corto plazo pero sana en el largo y el veneno que mata el corto pero sana el largo. Claro que si en este último caso el paciente se te muere, pues el largo plazo de nada serviría. Un saludos, Eduardo García
Eduardo:
Mejor no se pudo haber dicho. Y creo que estamos justamente en el punto de ¿para que cuidar el largo plazo si el corto plazo es la catástrofe? El balance es delicadísimo, pero claramente el Dr Carstens ha hecho una elección.
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