sábado, 21 de septiembre de 2013

El Sexo De La Fed Y La Aritmética De La Tasa Cero


Dicen que el dinero no tiene color. Ni patria, ni ideología. Ni sexo. Pero por primera vez en la historia el dinero podría ser femenino.

Este domingo el candidato favorito de Barack Obama para suceder a Ben Bernanke al frente de la Reserva Federal, Lawrence Summers, decidió retirarse de la postulación al ver que un grupo de influyentes senadores demócratas no apoyarían su candidatura al frente del banco central más poderoso del mundo.

Apoyado por Obama, Summers era visto como demasiado condescendiente con los bancos y las grandes corporaciones y por lo tanto su capacidad para mantener la independencia necesaria de todo banquero central, pensaban sus opositores, podría estar comprometida. Las presiones aumentaron conforme se acercaban hitos claves en el proceso de nominación del nuevo jefe de la Fed, hasta que Summers decidió abortar sus aspiraciones antes que enfrentar un descalabro.

Con Summers fuera de la contienda, la más natural sucesora de Ben Bernanke es justo su segunda al mando, Janet Yellen, una economista de primer nivel con una larga y prestigiosa carrera en el organigrama de la Fed, y quien ha sido también un apoyo considerable para el actual ocupante de la silla del banco central estadounidense.

Yellen comparte con su actual jefe, Ben Bernanke, la preocupación por dirigir la política monetaria en las condiciones más complicadas de la historia económica mundial. Cierto, la gran depresión de 1929 fue más aguda y brutal que la crisis que estalló en 2007-2008, pero aquella economía era una concatenación poco conectada de economías nacionales, y no una economía instantáneamente global como la que vivimos hoy, lo que complica enormemente el manejo de la política monetaria en Estados Unidos y en el resto del mundo.

Este martes y miércoles la Fed deliberará si comienza a revertir, lenta, apenas simbólicamente, su política de expansión monetaria de los últimos cinco años con la que ha salvado al mundo de una Gran Depresión global. Apenas ha dado señales tímidas de que tal reversión de política dará sus primeros temblorosos pasos, y ya los mercados han reaccionado con furia y desconsuelo, subiendo por si mismos las tasas de interés de largo plazo a niveles máximos de dos años y arriesgando la tímida recuperación de las economías desarrolladas.

Si Janet Yellen es la nominada para ocupar el puesto más importante del mundo en términos de política monetaria, dos mujeres, Yellen al frente de la Fed, y Christine Lagarde encabezando al FMI, ocuparán los dos puestos más importantes de las finanzas globales (y dirigiendo los destinos económicos de Europa se encuentra Angela Merkel), lo que sería una feliz constelación femenina guiando a la economía global en medio del más complicado temporal de los últimos cien años.

Pero el trabajo de la Yellen (o quien suceda a Bernanke), no será nada, nada fácil. Meter a una economía en un curso de tasas de interés de cero por ciento es relativamente fácil: como las tasas de interés y el precio de los bonos corren en sentido opuesto, al bajar las tasas hasta cero la Fed hizo ricos a muchos inversionistas con bonos en sus portafolios, y a pesar de estar navegando en una crisis espantosa, regalar dinero nunca gana enemigos en Wall Street ni en la economía (no así en el  congreso, en donde los conservadores aún siguen queriendo espantar con el fantasma inflacionario).

Pero si entrar en la trampa de la tasa cero es fácil, salir de ella es complicadísimo. Al menos por dos motivos: el primero es el anverso del mundo feliz de inversionistas haciéndose ricos al bajar las tasas, pues al subir las tasas los precios de sus bonos caerán, produciendo pérdidas. El segundo motivo es un poquito más complicado y preocupante.

En una profesión en donde las certezas son pocas, los economistas aprecian con todo su cariño el enorme poder predictivo que tiene la llamada “curva de plazos”.  Existe una relación directa, determinada por el riesgo de crédito,  entre el plazo de un crédito y la tasa de interés que éste cobra. Normalmente, entre mayor sea el plazo de un crédito, mayor es la tasa de interés. Normalmente. Pero siempre que la curva de plazos se ha invertido en los Estados Unidos, siempre que las tasas de corto plazo han superado a las de largo plazo, ha sobrevenido una recesión.

Ese enorme poder predictivo que tiene la curva de plazos se ha perdido hoy, pues como las tasas de corto plazo están en cero, la única forma en que la curva se invierta es que las tasas de largo plazo sean negativas, lo cual es imposible en términos nominales.

Janet Yellen, de ser electa, deberá de conducir el navío de la economía global de regreso a un escenario de menor liquidez, a riesgo de provocar graves minusvalías entre los tenedores de bonos, y deberá de dirigir al buque sin instrumentos, sin brújula ni sextante ni astrolabios, pues el poder predictivo de la curva de plazos, uno de los instrumentos más importantes de todo banquero central, se encuentra anulada por la aritmética de las tasas de interés en cero. Es una tarea tan complicada que se necesita quizás una mujer para que salga todo bien.

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