En “El Golem”, Borges escribió en versos
la historia de Judá León, un rabino en Praga quien, pronunciando el conjuro
adecuado, logro convertir a un muñeco en un humanoide incompleto que, al menos,
llegó a limpiar bien que mal la sinagoga. Desde el romanticismo, la literatura
abunda en la idea del autómata: a partir de objetos inanimados como el muñeco
de Judá León, o la tétrica idea de revivir un cadáver mediante la técnica como
en Frankestein; hasta la más acabada ficción de Isaac Asimov en “Yo, Robot”; el
sueño de que una máquina haga el trabajo del hombre es una constante.
¿Qué tan cerca o lejos estamos del Gólem?
¿Qué tan distante está ese mundo en dónde las máquinas se encarguen de
suplantar al trabajo humano en una vasta variedad de actividades? ¿Qué tan
cerca o lejos estamos del Terminator, el mundo en dónde las máquinas se vuelvan
contra nosotros?
El mundo en donde los autos y los aviones
se muevan sin necesidad de conductor no parece estar distante. En el instante
en que usted lee ésta nota varios autos Tesla, gestionados por Uber se
desplazan en Pittsburgh, Pennsylvania, llevando pasajeros sin necesidad de un
chofer humano. En este momento también, drones complejos surcan los aires
realizando una multitud de tareas, pero también probando las tecnologías para
que en pocos años los grandes aviones de Boeing y Airbus puedan ser operados
sin necesidad de tripulación humana. No es ficción, en los años ochenta, el
ingeniero de vuelo fue eliminado de la cabina de pilotos tras ser automatizado
los controles, y hoy los dos pilotos pueden pasar horas sin operar el
aeroplano.
Si usted tiene una cuenta de casa de
bolsa, usted puede comprar y vender acciones de empresas como Impinj, e
Integrated Device Technology, quienes se dedican a comunicar a millones de
aparatos a través de internet para poder automatizar desde el auto que manejas,
el microondas con que cocinas, la temperatura de la casa que habitas y las
aplicaciones con las que pagas el café y los víveres del supermercado.
Mucha atención hay que poner también en
compañías como Applied Materials, (AMAT), la mayor fabricante del mundo de
equipo para producir microprocesadores. AMAT está incrementando la capacidad de
los chips para procesar información y conectarse a una red que tiende a
infinito de artefactos móviles, autos y aviones, máquinas interconectadas,
mercados financieros, prótesis médicas, cafeteras y bancos, barcos y
carreteras, etc.
La japonesa Fanuc, la mayor productora
mundial de robots está produciendo cantidades récord de dichos artefactos, y la
estadounidense Energous, quien ya se encarga de cargar su iWatch sin que usted
lo conecte, está desarrollando tecnologías para que los robots, los autos, los
aviones y las máquinas se carguen a distancia sin necesidad de estar conectadas
a las fuentes de poder, lo que permitirá que las legiones de máquinas,
instrumentos y otros dispositivos puedan moverse de manera continua y no
interrumpir la actividad productiva o el transporte.
Las formas de producir esa energía que
será transmitida a distancia a esas máquinas está también transformándose de
manera vertiginosa. Ya en este momento se puede producir energía del biogás de
la basura, y de la basura misma. La producción de energía a partir del viento y
el sol ha entrado ya en la franja de rentabilidad económica, y países como
Chile, Alemania, Suecia, y muchos otros ya han pagado precios negativos por sus
cargas energéticas durante varias semanas en fechas recientes.
Los mercados financieros del mundo parecen
husmear algo. A pesar de la multitud de vientos en contra, de la marea en la
proa, siguen subiendo y los precios máximos de las acciones, sobre todo las
tecnológicas, no parecen detener a los inversionistas buscando un pedazo de ese
mundo que podría estar por llegar.
Si el futuro está ya tan cerca. Si la
ficción está a punto de volverse real: ¿serán las Google, las Apple, las
Amazon, los Uber, quienes manejarán el planeta? ¿será Cisco quien conecte al
mundo con sus switches y ruteadores? ¿Será Impinj quien conecte a todas las
máquinas y cachivaches que usamos? ¿Será Microsoft, cuya acción acaba de cerrar
en un precio máximo histórico, quien procese toda la información resultante de
ese mundo conectado y robotizado?
Y si estamos cerca del futuro: ¿Qué
ocurrirá con el empleo de los millones de personas que serán suplantados por
las máquinas? ¿Cómo haremos para que los miles de millones de personas que no
tienen los conocimientos suficientes para crear las nuevas tecnologías no
acaben en condiciones de medianía y frustración? ¿Será ese nuevo mundo que se
asoma la oportunidad para que nos liberemos del trabajo y podamos explorar el
uso del tiempo libre? ¿O estaremos sujetos al imperio de la máquina como la
pesadilla de Terminator lo soñó?
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