sábado, 8 de octubre de 2016

Pink Floyd Y El Poema Épico: The Wall

En 1982 Pink Floyd escribe un gran poema épico: The Wall, cuya lírica y sentido a lo largo de los años han cambiado conforme el mundo cambia, lo cual muestra la enorme potencia de esa obra y su utilidad para servir como una de las grandes metáforas de la modernidad.
En un patio fresco de Monclova, en el verano de 1983, con la enorme familia reunida en una de nuestras liturgias preferidas: la conversación tumultuosa entre los venidos de todas partes del norte de México y el sur de Estados Unidos, mi tío Sergio nos explicaba el sentido de la letra de “Another brick in the Wall”. Nos contaba cómo sus hijos o sobrinos en Texas y California llegaban a casa, ponían en el tocadisco la canción y comenzaban a tirar los libros de los anaqueles.
Allí supe que el sentido de la canción era la denuncia contra el sistema educativo tradicional, hecho para convertir a individuos distintos en seres iguales, en menguar la diversidad para producir la obcecada homogeneidad, en hacer de todos un mero ladrillo en la pared, uno igual al siguiente.




La metáfora de Roger Waters, la música de David Gilmour, aunadas a la potente plástica de la película que acompañó al álbum doble de “The Wall”, construyeron una épica centrada en un héroe triste: el individuo de la sociedad moderna, sólo e impotente ante el muro gris e inexpugnable de la sociedad industrial. El hombrecito contra el muro, el pequeño héroe contra el gigantesco dragón, sin mayores armas que su imaginación y la solidaridad de sus semejantes. Una épica triste y negativa pero con todos los ingredientes del género: una batalla entre el bien y el mal, personalizados por el héroe y su terrible némesis. 
Cuando el infame Muro de Berlín fue derrumbado por los pequeños hombres y mujeres que del otro lado de la cortina de hierro con mazos mínimos, con sus manos, a dentelladas, arremetieron contra esa pared, ya no metafórica, sino física, la celebración liberal contra la caída del Muro fue un legendario concierto en Londres con Pink Floyd como juglar central, y las canciones de “The Wall” como la lírica que celebraba la destrucción de la muralla que durante medio siglo dividió Europa.
“The Wall” pasó de ser la metáfora de la sociedad industrial produciendo en masa individuos uniformes, a ilustrar aquello que divide a los hombres, al cerco de los tiranos, a los obstáculos impuestos contra el impulso a la libertad y el flujo de las ideas (y el comercio). Tras el derrumbe del Muro de Berlín, la lírica, la música y la plástica de “The Wall” se convirtieron en lo que hoy es: un poema épico, en la narrativa de la saga de los anónimos hombres contra los obstáculos de los tiranos.
Que Roger Waters haya estado en el Zócalo de la Ciudad de México justo en medio de la campaña presidencial estadounidense no es una casualidad. El viejo rebelde es un poeta radical y militante, un actor dramático de su poema épico que sabe que en este momento el Muro vuelve a ser físico, y se llama Donald Trump.
El monstruo Trump, la corporificación de la rabiosa ultraderecha estadounidense, que debe ser combatido y detenido por todos aquellos que desean la supervivencia de la civilización moderna, es un Muro baboso y vociferante que se levanta contra la frontera de México, que amenaza con aplastar a este pueblo que en este momento es el héroe del poema épico de The Wall: los mexicanos acechados por el monstruo, el muro que se levanta y los mexicanos que lo combaten, los mexicanos que llevan sobre sus hombros el combatir los colmillos filosos del depredador.
Parados en la plancha del Zócalo, bajo la lluvia terca del Anáhuac, empapados y atrapados por el trance de la banda de Roger Waters, la fuerza del poema épico de “The Wall” fue evidente. Pink Floyd encontró la metáfora, la métrica, la música y la plástica para narrar una de las grandes sagas de la modernidad: la lucha de los pequeños hombres contra las grandes amenazas que buscan destruirlo. Herederos de la tradición juglar, Pink Floyd supo que el poema épico se narra mejor usando el Grand Guiñol, el escenario gigantesco que sirve como narrativa  plástica para contar esa historia, la de la lucha de los pequeños hombres y mujeres en contra del acechante Muro. Ese Muro fue el sistema educativo, fue el cerco de Berlín, es hoy la barda amenazante de Trump, pero mañana será algo distinto. Y así como las gestas, cantares, épicas y corridos sirvieron para contar las hazañas y derrotas, “The Wall” nos sirve para seguir contando la historia que escuchamos en el Zócalo de la Ciudad de México.

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