Si usted es dueño de un restaurante sabe
que la ración por comida de una persona promedio, dada la estatura promedio de
los comensales, es de poco menos de trescientos gramos. De repente a su
restaurante llegará un cliente de casi dos metros de altura, que requerirá una
ración más copiosa que la normal. Pero su aparición será tan rara que usted
preparará raciones promedio y ya verá que hace cuando se le aparezca un gigante
en la puerta. Pero si a su restaurante le piden hacer de comer para un equipo
de basketball, entonces mal haría en preparar raciones promedio.
Más o menos así se analizan los mercados
financieros. La teoría predominante de las finanzas sostiene que los mercados
evolucionan de manera impredecible, pero suave. Que si bien el derrotero de los
mercados es incierto, tal incertidumbre es parsimoniosa, y puede manejarse como
un restaurante común: ignorando los eventos extraordinarios suponiendo que son
tan improbables que no vale la pena preocuparse por ellos.
Pero supongamos que por alguna razón los
críticos de comida del país sean escogidos de entre los mexicanos con altura
mayor a los dos metros. Eso quiere decir que en caso de aparecerse un cliente
muy alto en su puerta, la probabilidad de que sea un crítico de comida es muy
alta. Si el crítico gigante entra en su restaurante y usted le sirve una
porción promedio de alimento, el crítico quedará hambriento y escribirá una
reseña devastadora en los medios que hará que ni las moscas se vuelvan a parar
en su restaurante y por lo tanto su negocio irá a la quiebra. Pero si usted por
suerte tenía una ración apropiada lista para el gigante, recibirá una reseña
favorable y sus ingresos prosperarán ante el alud de clientes atraídos por las
palabras del crítico.
La solución parece fácil: usted averigua
que la ración promedio de una persona de dos metros es de cuatrocientos gramos,
por tanto de aquí en adelante usted comprará los insumos necesarios para
preparar raciones de ese peso en su restaurante. Los comensales promedio
recibirán una ración mayor a la que digieren y dejarán sobras en el plato que a
su restaurante le costarán tanto por cada servicio que en un par de meses su
establecimiento estará fuera de circulación. El costo de prepararle a todos
comida como si fueran un gigante de dos metros es impermisible para las
finanzas de su negocio.
Los mercados financieros: Wall Street, los
mercados de divisas, los de materias primas, los de derivados, parecen operar
de una manera similar.
Es decir: los eventos extremos (una caída
o alza extrema en los precios) son inusuales, pero cuando ocurren, su efecto
puede ser desproporcionado sobre la rentabilidad de la estrategia de los
inversionistas. Para bien o para mal. Debemos estar entonces preparados para
esos eventos extremos que se convierten en una oportunidad o un riesgo únicos.
El problema es que estar preparados en todo momento es imposiblemente costoso.
Quizá lo adecuado será entonces preparar
algunas raciones de cuatrocientos gramos (no todas) y tenerlas listas, después
de todo los gigantes de dos metros no son tan usuales. La pregunta entonces es:
¿cuántas raciones gigantes debemos preparar? ¿qué tan comunes son los gigantes
de dos metros? En el caso de las personas de dos metros o más no es difícil
saber cuántos ni quienes son. Existen formas de saberlo. En el caso de los
mercados financieros tenemos un problema: esos eventos extremos ocurrirán en el
futuro, y como lo saben los físicos: el futuro es incognoscible.
La semana pasada, contra todo pronóstico,
y a pesar de los escándalos políticos de Trump, el Brexit y las elecciones en
Gran Bretaña, el distanciamiento entre los Estados Unidos y Europa en muchos
aspectos críticos, y la degradación crediticia por parte de Moody’s a China,
los mercados en Wall Street siguieron subiendo e imponiendo nuevos récords históricos
en sus cotizaciones. Nada parece detener al optimismo de los mercados Cada mala
noticia les da alas para subir más alto, cada escándalo de Trump los anima a
subir un peldaño nuevo.
Hay algunas señales débiles en los
mercados de opciones y futuros que sugieren que muchos inversionistas están
cubriéndose ante una posible contracción aguda de los mercados. La liebre está
por saltar parecen decir, pero quién sabe dónde. ¿Debemos de prepararnos? Hay
que estarlo siempre, de alguna forma, porque lo que los mercados han mostrado
en las últimas tres décadas es que los eventos extremos son mucho más comunes
de lo que los modelos financieros predicen, y que después de un largo período
de calma no es raro que sobrevenga un temporal.
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