Hace 30 años, el Dow Jones sufrió la peor
caída porcentual de su larga historia, desplomándose poco más de 22 por ciento
y sacudiendo a los mercados financieros del mundo en lo que resultó ser el
lunes negro del 19 de octubre de 1987, cuando el Dow Jones cerró en 1,738.74
puntos. Para conmemorarlo, el Dow cerró la semana pasada con un nuevo récord
histórico, ligeramente por encima de los 23 mil puntos. En treinta años el Dow
ha ganado 1,321 por ciento, ¿una portentosa muestra de la creación de riqueza
de los mercados de capitales? ¿o una gran burbuja?
Si usted hubiera invertido un millón de
dólares tras el cierre de aquél lunes negro hace treinta años, ahorita tendría
mil millones en su cuenta, a pesar de los cracks y sustos que de manera
recurrente presenta el mercado. La larga marcha del Dow Jones de los últimos
treinta años ha visto cosas sorprendentes: la caída del bloque soviético; la
transformación radical de la economía China; la apertura económica de la India;
la unión económica de Europa y su amenazante desintegración; el internet y la
transformación del mundo que ha provocado; la creación, la casi desaparición,
el resurgimiento y el dominio apabullante de Apple en el panorama empresarial
del mundo; la pérdida de predominancia de la OPEP y el resurgimiento de Estados
Unidos como potencia petrolera; el TLCAN; el auto eléctrico comercial.
Todos esos eventos y muchos más se han
incorporado de una manera u otra a los precios de las acciones en el mercado, y
han producido una acumulación de fortuna en los poseedores de acciones en las
últimas tres décadas sin paralelo en la historia de la humanidad.
Le tomó a los mercados casi tres años para
recuperarse del todo de la masacre de aquél lunes negro, pero treinta años
después el rendimiento ha sido espectacular. Es tentador desprender de lo
anterior una moraleja: que la paciencia, la inversión metódica, y la
disciplina, son las mejores habilidades para invertir. Los hechos parecen
confirmarlo: en las últimas tres décadas una inversión constante, disciplinada
y diversificada en un portafolio que siga a los principales índices del mercado
ha dado resultados tan espectaculares como los mencionados líneas arriba.
Los resultados del Dow los últimos años
parecen apoyar esa idea, y los ejemplos abundan: desde inversionistas
individuales hasta instituciones, fundaciones, fondos de pensión, y fondos
soberanos han presentado un récord envidiable que muestra que invertir en los
mercados de capitales es una fórmula que funciona muy bien en el largo plazo:
la tremenda transformación económica y política del mundo ha producido una
riqueza descomunal que ha sido capturada en buena medida por los mercados.
Pero déjenos deslizar una hipótesis que ha
sido expresada por algunos inversionistas y economistas. Primero a nivel de un
hecho estadístico: este inmenso auge bursátil de largo plazo coincide en el
tiempo con un colapso secular del costo del dinero.
Tras sufrir en la década del setenta una
dificilísima combinación de alta inflación y estancamiento económico, la
Reserva Federal de los Estados Unidos decidió trepar las tasas de interés a un
nivel récord en 1981-1982 (superior al 19%), hasta sus niveles máximos de la
historia. La brusca alza en el costo del dinero logró aniquilar la inflación,
ayudando a la economía rápidamente a recuperar tracción y generar empleos. De
entonces a hoy, y con algunas interrupciones cíclicas, las tasas de interés han
tenido una tendencia secular clara: el descenso, hasta llegar prácticamente a
cero por ciento en el período 2009-2016, conformando el mayor período de
reducción de tasas en la historia de los Estados Unidos.
Ese período secular, de más de treinta
años, de tendencia decreciente de las tasas de interés, se ha correspondido con
el auge bursátil inusitado que se describió antes. Todos los inversionistas
saben que menores tasas de interés son una bendición para el precio de las
acciones: el valor presente descontado es mayor conforme menor es la tasa de
interés, así que más de treinta años de tasas descendentes parecen ser
simétricos con más de treinta años de bonanza bursátil.
Las tasas de interés han comenzado a
treparse en los últimos doce meses, abandonando los mínimos históricos que
vimos tras la crisis de 2008-2009: ¿habrá comenzado una reversión del ciclo de
baja de largo plazo de las tasas? ¿o el alza será moderada o pasajera? Si el
ciclo de descenso de largo plazo termina y entramos en un alza secular del
costo del dinero ¿los próximos treinta años serán de fracasos para los
mercados? O lo que es lo mismo: el estupendo auge bursátil de los últimos
treinta y pico de años ¿estuvo sostenido por robustos fundamentos o es una gran
burbuja creada por el dinero barato? Lo sabremos en treinta años.
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