En contra de muchos pronósticos.
Desafiando un puñado de indicadores que sugieren que los mercados accionarios,
el mercado de bonos, muchos mercados de materias primas, están exageradamente
caros, los precios de los activos financieros han seguido subiendo en meses y
semanas recientes, prolongando el debate entre aquellos que piensan que el
actual es un mercado lleno de burbujas que están a punto de reventar, y
aquellos que afirman que la racha alcista de los mercados goza de cabal salud,
y que aún tiene cuerda para seguir.
¿Estamos en un baño de burbujas? Los
precios de las acciones, de los bonos, de los metales y energía, de las casas y
oficinas, ¿están más caras de lo que deberían de estar? ¿el montón de las
burbujas a nuestro alrededor están a punto de estallar y causarán una
perturbación en el resto de la economía comparable a la que sufrimos en
2008-2009?
El problema que las burbujas es que sólo
sabemos que existieron, no que existen. Es decir, solo estamos seguros de que
existió cuando revientan. Tomemos por ejemplo el mercado inmobiliario hasta
antes de 2008. Era claro que los precios de las casas en los Estados Unidos
subían de manera desquiciada y sin ninguna lógica aparente. Pero en ese momento
era difícil dilucidar si los inversionistas estaban haciendo cálculos erróneos
respecto de la dinámica demográfica y urbana del inmobiliario. Quizá se
equivocaron en muchas regiones, pero en California y Nueva York la burbuja no
estaba tan equivocada.
O recordemos la desquiciada burbuja de las
empresas tecnológicas que reventó dramáticamente en el 2000. La inmensa mayoría
de los inversionistas que apostaban que cualquier empresa que oliera a internet
y a tecnología se convertirían en las nuevas reinas del mundo y dominarían con
sus productos y servicios, quedaron fulminados cuando la burbuja por fin
reventó.
Pero hubo un pequeño grupo de
inversionistas que apostaron porque algunas de esas empresas dominarían el
mundo, y acertaron. Los inversionistas en Amazon, en Apple, en Microsoft,
acabaron acertando. Una burbuja especulativa es la percepción de que la suerte
de muy pocas será compartida por la mayoría. Las burbujas truenan cuando los
inversionistas se dan cuenta de que la mayoría serán un fracaso, pero eso no
implica que algunas de las empresas nacidas en la locura de la burbuja
tecnológica no solamente sobrevivieron sino que, efectivamente, acabaron
dominando el mundo.
Tomemos otro ejemplo: sobresaliente por su
naturaleza. Pensemos aquellos locos inversionistas que cuando los bonos
alemanes llegaron a una tasa de medio punto porcentual compraron todo lo que
pudieron. En ese instante los inversionistas de todo tipo de bonos, incluyendo
los bonos basura, también se atascaron de activos, empujando a ese mercado a lo
que muchos calificaron de una burbuja irracional.
En su momento, los inversionistas en bonos
basura sufrieron las consecuencias de su osadía. Cuando uno tras otro los
emisores de bonos basura comenzaron a incumplir pagos, la burbuja en ese sector
se desmoronó. Pero el inversionista en bonos alemanes que había comprado al
bajísimo nivel de medio punto porcentual se felicitaba más tarde cuando los
bonos alemanes empezaron a rendir cero por ciento, y más tarde aún, tasas
negativas, tornando lo que parecía una apuesta irracional en un fantástico
resultado.
Detrás de toda burbuja hay un componente
racional: la narrativa detrás de toda burbuja contiene un sustrato de verdad.
No todas las empresas tecnológicas que burbujearon en la década del 90 fueron
los gigantes que muchos apostaron que serían; pero algunas empresas si lo
lograron y sus inversionistas hoy están más felices que nunca. No todos los
mercados inmobiliarios, como se creía, justificaban las locas valuaciones que
vimos hasta antes del 2008, pero algunas ciudades si mostraron soportar la
narrativa que empujó la burbuja.
Hoy es tentador decir que con los
principales índices accionarios subiendo sin parar una nueva burbuja podría
estar por reventar. No hay que descartarlo, pero al menos la euforia
intratable, religiosa que acompañó a otras burbujas, no parece predominar en
esta ocasión. O al menos no todavía.
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