Si tomamos dos rebanadas de bolillo y les untamos mayonesa, y ponemos una loncha de jamón y una rodaja de jitomate, tendremos una torta de jamón. Si lo hacemos una o cien veces, tendremos siempre el mismo resultado: una torta de jamón. Pero si lanzamos un dado tendremos un resultado incierto. Si lo hacemos uno u cien veces tendremos resultados dispares. Algunas partes de la economía funcionan como una torta de jamón, pero otras funcionan como un tiro de dados, especialmente las divisas.
Donald Trump es fácil de entender: quiere que lo quieran obligándote a golpes. Quiere mejorar las condiciones comerciales de EEUU ante el resto del mundo cerrando el comercio. Es como invitar a alguien a tu casa y que llegue tirando la puerta a patadas para que lo trates bien. Tal es la política comercial de Trump, y quizá le haya logrado algunas victorias, pero contra China las cosas pueden ser diferentes.
La semana pasada publicamos en esta casa editorial un rápido análisis sobre las posibles consecuencias que podría tener sobre México la acrimoniosa disputa comercial entre Estados Unidos y China. El razonamiento es el siguiente: dado que en algunos sectores México y China compiten por el mercado estadounidense, si Trump incrementa aranceles a China eso hará a las exportaciones mexicanas más competitivas en el mercado del norte.
Esta incremento inesperado de la competitividad puede traducirse en dos efectos: sea que México exporte una mayor cantidad con la actual paridad peso/dólar; o que exporte la misma cantidad pero permitiendo que la cotización peso/dólar se aprecie. O una mezcla de ambas. Y eso parece ser lo que está ocurriendo. La disputa comercial EEUU Vs China ha coincidido con una apreciación modesta del peso/dólar, a pesar de que las perspectivas de un acuerdo del TLCAN no parecen haber mejorado.
Y aquí es donde regresamos a nuestra torta de jamón y el tiro de dados. Los mercados de divisas son extremadamente difíciles de pronosticar. Son tantos los factores que intervienen de manera simultánea en la oferta y la demanda de divisas que en el mercado y en la academia existe un consenso respecto a la dificultad de predecir el curso de corto plazo de las paridades.
Una partícula de sólido dentro de un líquido describe una trayectoria imposible de pronosticar. Son tantas las combinaciones de los efectos de otras partículas entre sí y sobre dicha partícula sólida, que su derrotero es imposible de predecir, pero si es posible de describir, a través de las ecuaciones del movimiento browniano. Muchos economistas afirman que los precios de las acciones y de las divisas son tan impredecibles como un volado, un tiro de dados, o el movimiento browniano. Y quizá tengan razón.
El sistema de aranceles, cuotas y acuerdos comerciales actualmente en vigor en el mundo han producido un período prolongado de relativa estabilidad cambiaria desde que la crisis de 2008-2009 provocó un sobresalto significativo en el equilibrio previamente existente. Lo anterior no es un hecho menor: históricamente el patrón oro fue sustituido por un sistema de tipos de cambio fijo, y cuando el sistema de tipos fijos no pudo ser mantenido pasamos a un esquema de paridades flexibles pero con volatilidades mínimas.
Una volatilidad reducida es el nuevo patrón oro.Es imposible atar las paridades a un metal de oferta limitada como en el patrón oro; el sistema de tipos fijos es extremadamente ineficiente para absorber choques externos y crea incentivos para hacer trampa. El esquema que la economía global ha encontrado para convivir es un sistema de tipos de cambio flexibles con una volatilidad mínima.
Y es esa volatilidad mínima la que la política comercial de Trump está poniendo en entredicho. Cada nueva ocurrencia del estadounidense introduce grados de volatilidad adicionales en el sistema que amenazan con desalinear el sistema de paridades actual. Un día son aranceles a los autos y el acero europeos, el otro día son cuotas a los lácteos canadienses, al siguiente es la amenaza de terminar el TLCAN, y ayer fueron los misiles comerciales contra China en la forma de múltiples aranceles y barreras comerciales.
En un régimen de tipo de cambio flotante, la forma más rápida y eficiente de combatir un arancel es una depreciación cambiaria. Con cada arancel que Trump dispara el riesgo de una desalineación del delicado equilibrio de paridades en el mundo se incrementa, y dado el sistema complejo que es la economía global, el resultado final de dicho aumento de la volatilidad son impredecibles.
El ejemplo de la tríada EEUU-China-México es un buen ejemplo de lo anterior. El mercado
cambiario nacional parece saludar con entusiasmo cada misil que Trump lanza contra la muralla china, como si cada arancel contra el gigante asiático fuera un esteroide a favor del peso mexicano. Los vasos comunicantes de las finanzas globales son caprichosos y no vaya a resultar que de ser los bad hombresde la campaña de Trump, los mexicanos acabemos siendo beneficiados de rebote por la política de Trump en contra de su principal rival comercial: China
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